Isaías 65;24a "Antes de que me llamen responderé".
Esta historia fue escrita por un médico que trabajó en África.
Una noche trabajé duro para ayudar a una madre en el paritorio; pero a pesar de todo, ella murió, dejándonos con un diminuto bebé prematuro y una hija de dos años que lloraba. Como no teníamos incubadora, tuvimos dificultades para mantener al bebé vivo, y tampoco había alimentos especiales ni instalaciones adecuadas para almacenarlos.
Aunque vivíamos sobre la línea del ecuador, a menudo habían noches con traicioneras corrientes de aire frío.
Una comadrona estudiante me alcanzó la caja que teníamos para esos bebés, me dio también algodón y una sábana limpia para envolver al bebé.
Otra fue a avivar el fuego y llenar una botella con agua caliente. Volvió de forma apresurada, para decirme que cuando inició el llenado de la botella, ésta había estallado. ¡Y era nuestra última botella!,exclamó.
Como en todas partes, no es bueno llorar a toro pasado, no sirve de nada, y en África Central tampoco es bueno llorar por la explosión de botellas. El problema estaba en que en esos lugares no hay farmacias en los caminos forestales.
Así que ordené que, con toda las seguridades del caso, pusiesen al bebé muy cerca del fuego, y que una enfermera dormiría entre el bebé y la puerta para mantenerlo libre de corrientes y mantener al bebé caliente.
Al mediodía siguiente, como lo hacía casi todos los días, fui a orar al templo con algunos de los niños del orfanato que decidieron reunirse conmigo. A los jóvenes allí presentes, les sugerí algunos nombres para que los consideraran en sus oraciones y les hablé de la bebé. Les expliqué nuestro problema de mantener al bebé caliente, mencionando la botella de agua caliente, y que el bebé podría morir muy fácilmente si tenía escalofríos. También les hablé de la hermanita de dos años, que lloraba porque su madre había muerto.
Durante el tiempo de oración, Ruth comenzó a clamar a DIOS para que protegiera a los niños africanos. Ella dijo: “Por favor, DIOS, envíanos una botella para meter agua caliente ya que el bebé la necesita urgentemente. El bebé puede morir Señor, así que por favor envíanos la botella esta misma tarde.” También añadió de forma audaz, que por favor enviara una muñeca para la niña de 2 años, “porque nosotros sabemos que Tú realmente nos amas”.
Una vez que terminó de orar pensé. “¿Honestamente puedo decir Amén?”, ya que no creía que DIOS pudiera hacerlo. Pero la Biblia dice que DIOS puede hacer todo, que para ÉL no hay límites. La única forma como DIOS podía contestar a esta oración, sería enviándonos lo solicitado. Hasta ese momento yo llevaba viviendo en África casi cuatro años y nunca, nunca, había recibido una encomienda de una petición dirigida por algún amigo o familiar.
De todos modos, viviendo sobre la línea ecuatorial donde hace mucho calor ¿a quién se le ocurriría enviar como una encomienda una botella para agua caliente?
A la mitad de la tarde, mientras estaba enseñando en la escuela de enfermeras, me avisaron que había un coche en la puerta de mi casa. En el momento que llegué a mi casa el coche ya se había ido, pero en la puerta había un paquete de unos 10 kilos. En ese momento sentí que se me escapaban las lágrimas. No podía abrir la encomienda sin la presencia de los niños del orfanato, especialmente con los que había orado.
Así que me dirigí a ese lugar, y todos juntos comenzamos a deshacer cuidadosamente cada nudo. Luego doblamos el papel que lo envolvía, teniendo mucho cuidado de no romperlo ya que nos podía servir. Todos estábamos muy emocionados. Unos treinta o cuarenta pares de ojitos se centraron en la caja de cartón grande.
Una vez que la abrí, comencé a sacar el contenido y lo primero fueron unas camisetas de colores muy vistosos. Luego unas vendas para los pacientes con lepra, y los niños comenzaron a aburrirse. A continuación sacamos una caja con pasas y unos dulces para el fin de semana.
Luego, cuando metí la mano otra vez, sentí algo duro… ¿Qué podría ser? Lo agarré y lo saqué. ¡ERA UNA BOLSA DE CAUCHO PARA AGUA CALIENTE! y de una marca nueva. Entonces lloré. Yo no pedí a DIOS que la enviara; realmente no creía que ÉL lo pudiera hacer.
Ruth, que estaba en la primera fila de los niños, se acercó llorando y dijo que, si DIOS había enviado la bolsa para agua caliente, ¡también debía haber enviado la muñeca para la niñita de 2 años!
HURGANDO HASTA EL FONDO DE LA CAJA, SACÓ UNA MUÑECA PEQUEÑA, ELEGANTEMENTE VESTIDA. SUS OJOS BRILLARON, ¡ELLA NUNCA HABÍA DUDADO!