El diccionario nos dice que perdonar es “no tener en cuenta la ofensa o falta que otro ha cometido; librar a alguien de una obligación o castigo”. Es cuando decides obviar la falta que alguien cometió contra ti. Cuando se sufre una herida en nuestro corazón que es causada por personas cercanas a nosotros, se nos hace difícil perdonar. Sin embargo, el único camino correcto para poder sanar y ser liberados de ese dolor es perdonando. Este proceso no es fácil, y a veces puede tardar mucho. Mas cuando permitimos que el rencor, la amargura y el odio se aniden en el alma, entonces es mucho peor aún. Si queremos ser seres infelices y vivir la vida a medias o incompleta, lo logramos no perdonando. Pero qué triste es vivir airados, peleados, en iras y contiendas que nada bueno aportan a nuestro interior.
Perdonar a alguien que te maltrató, robó, que abusó de ti, que mató o que hizo cosas demasiado malignas, destrozando tu corazón y sentimientos, no parece justo. Pero cuando escoges perdonar lo haces más bien por tu salud emocional y física. Porque cuando no lo haces, estás permitiendo, sin querer, que esa persona siga robando, absorbiendo y destrozando tu vida.
Quizá esa persona esté arrepentida o tal vez no haya ni una pizca de arrepentimiento en él o ella. Pero si quieres liberarte de ese peso incómodo y horrible, debes perdonar. Y eso no quiere decir que te hagas super-amigo, íntimo o que confíes plenamente en esa persona de nuevo. Quiere decir que quieres paz y armonía para ti.