Son muchos los que pasan por la vida insatisfechos, sin un objetivo, buscando, mientras un lienzo en blanco está esperando para que pinten un dibujo de su propósito. ¿Qué quiere decir esto?...
... Hay un gran vacío en todos nosotros. Buscamos muchas cosas para llenarnos…amigos, moda, falsedades, fornicación, la droga y sus fantasías.... Pero sígueme, sígueme hasta el borde de un abismo donde muy dentro y muy profundamente, todos sabemos que falta algo. Desde el momento que Dios trajo al hombre a la vida y lo hizo con sus propias manos y según su propia imagen, Su plan era para que el hombre y Él fueran uno. El Creador y su Creación conviviendo juntos en una bella armonía. Suena perfecto, ¿no? Entonces, ¿qué pasó? El pecado.
El pecado nos confundió. El pecado abrió ese vacío, el pecado nos alejó de nuestros amigos, el pecado nos alejó de Él. Y durante muchos siglos, nosotros los seres humanos hemos intentado hacer un puente en esta creciente brecha con filosofías y religiones. A menudo buscamos más y más soluciones, pero las divisiones fueron muchas y se instalaron tanto en nosotros que Dios nos quebrantó, y podría parecer que la humanidad estuviese condenada... Condenada hasta que un niño nació en la ciudad de Belén, nuestro Salvador, Jesucristo, nuestro Señor. “Y hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre”. Pero este no era un niño ordinario, Él se hizo un chico, luego un hombre y después un predicador, y condujo a una multitud de gente con enseñanzas realmente radicales y extraordinarias como: “Ama a tus enemigos”. “Ama a aquellos que te maldicen”. “Preséntales tu otra mejilla.”