lunes, 6 de abril de 2020

La paz de Dios

Se dice que hay una paz que no es de este mundo. ¿Cómo la podemos reconocer? ¿Cómo se puede encontrar? Y una vez que se encuentra, ¿cómo se puede conservar? Consideremos cada una de estas preguntas por separado, ya que cada una refleja un paso diferente en el camino.
Examinemos la primera: 
-¿Cómo se puede reconocer la paz de Dios? 
Resultado de imagen de la paz de DiosLa paz de Dios se reconoce al principio solo por una cosa: desde cualquier punto de vista, es una experiencia radicalmente distinta de cualquier experiencia previa. No trae a la mente nada que haya sucedido antes. No evoca nada que se pueda asociar con el pasado. Es algo completamente nuevo. Verdaderamente hay un contraste entre esta experiencia y cualquier otra del pasado. Pero curiosamente, no es éste un contraste que esté basado en diferencias reales. Es decir, el pasado sencillamente se desvanece, y la quietud eterna pasa a ocupar su lugar. Eso es todo. El contraste que inicialmente se creía que debía percibirse, sencillamente no aparece. La quietud se ha extendido para cubrirlo todo.
-¿Cómo se encuentra esta quietud? 
Nadie que la busque únicamente con sus condiciones deja de encontrarla. Eso sí, la paz de Dios NO puede hacer acto de presencia allí donde hay ira, pues la ira niega forzosamente la existencia de paz. Todo aquel que, de alguna manera o en cualquier circunstancia, considere que la ira se puede justificar, proclama que la paz es una insensatez y no podrá creer en su existencia. En estas condiciones no se puede hallar la paz de Dios. El perdón es, por lo tanto, la condición indispensable para hallarla. Más aún, donde hay perdón tiene que haber paz. Pues, ¿qué otra cosa sino el ataque conduce a la guerra? ¿Y qué otra cosa sino la paz es lo opuesto a la guerra? Vemos entonces, que, ahora sí, el contraste inicial resalta de una manera clara y evidente. Cuando se halla la paz la guerra deja de tener sentido. Y ahora es el conflicto el que se percibe como inexistente e irreal.
-¿Cómo se conserva la paz de Dios una vez encontrada? 
Si la ira retorna, en la forma que sea, el pesado telón volverá a caer una vez más, y la creencia de que no es posible que haya paz inevitablemente regresará. La guerra se volverá a aceptar una vez más como la única realidad, y ahora tendrás que blandir tu espada nuevamente, aunque no te hayas dado cuenta de que ya la habías depuesto. Pero al recordar, aunque solo sea vagamente, cuán feliz eras sin ella, te darás cuenta de que antes ya debiste haberla blandido para defenderte. Detente entonces, solo un momento, y piensa en lo siguiente: ¿prefieres el conflicto o la paz de Dios sería una opción mejor? Una mente tranquila no es un regalo baladí. ¿Cuál te aporta más? ¿No es preferible vivir a elegir la muerte?

Heme aquí, envíame a mí

Y Dios comienza preguntándose: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Al escuchar esta pregunta, uno entiende que Dios llama urgentemente; Él estaba buscando a alguien que fuera a llevar su mensaje. Un mensajero que fuera fiel, y que lo diera exactamente como Él se lo daba.
Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8).

Este texto en la Biblia es conocido como el llamamiento de Isaías, llamado a ser mensajero de Dios.

Posiblemente en estos tiempos, la iglesia está enfocada en lo que sucede alrededor de ella. Las almas se están perdiendo, y no hay muchos que sientan el dolor que esto le causa a Dios.

EL DOLOR QUE TIENE DIOS EN SU CORAZÓN ES:

    Resultado de imagen de Heme aquí, ¿envíame a mí?
  • a) Porque las almas se están perdiendo.
  • b) Porque no tiene a quien enviar.
  • c) Porque su Iglesia está distraída con las cosas de este mundo.
Hoy en día se están levantando muchos ministerios de alabanza por todas partes del mundo, pero lo que más se necesita actualmente en el pueblo de Dios, son misioneros que vayan y lleven el evangelio de salvación a todo el mundo. (Romanos 10:14-16)

¿Por qué muchos no sienten el dolor que siente Dios?

Será porque estamos ocupados en nuestras cosas, en lugar de estar ocupados en las cosas del Señor. Jesús dijo:
Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi padre me es necesario estar?” (Lucas 2:49)
Por esta razón Jesucristo nunca se desvió, porque siempre se mantenía ocupado en los negocios de su padre.
Y hoy en día, es al revés, nosotros nos desviamos por no estar en los negocios de nuestro padre.

Rahab: Una pecadora redimida

Cuando Josué envió secretamente a dos espías para reconocer la tierra de Jericó, fueron enviados específicamente a la casa de una mujer con nada bueno destacable. Al contrario, en la primera presentación de Rahab, la Biblia nos dice que era una ramera (Josué 2:1).
A pesar de esto, ella se convirtió en una mujer de fe ejemplar, e incluso llegó a ser parte de la genealogía del Señor Jesús. Su historia es una historia de gracia y redención.

Resultado de imagen de Rahab: Una pecadora redimidaLa historia de Rahab

Como amorrea, Rahab pertenecía a un pueblo idólatra. Vivió en Jericó, y su casa estaba junto a la muralla (Josué 2:15). Era un lugar privilegiado y próspero; a pesar de ello, y para su desgracia, el trabajo de Rahab era la prostitución. Jericó era parte del reino amorreo, un reino de personas violentas y depravadas. Dios condenó a este pueblo y ordenó a los israelitas que los hicieran desaparecer. (Deuteronomio 20:17).
La colaboración de Rahab con los espías significó el comienzo de la caída de Jericó. Los espías israelitas no estaban allí con el mismo propósito con el que llegaban los demás hombres. Eso sí, la trataron con mucho respeto y dignidad mientras hacían su reconocimiento; le explicaron quiénes eran y en nombre de quién venían. Seguramente también le testificaron del Señor.
Cuando el rey de Jericó mandó decir a Rahab que sacara a los hombres que habían entrado en su casa, hombres que ella ya había escondido, ésta dijo que no sabía a dónde habían ido (Josué 2:2-5). ¡Sorpresa!, Rahab era una mujer que vendía su cuerpo, y posiblemente se hubiera ganado una buena recompensa por entregar a los espías, pero por el contrario, Rahab los ocultó y les salvó la vida, evidenciando su inesperada expresión de fe.
La fe de Rahab dio frutos inmediatamente, como leemos en Hebreos 11:31: “recibió a los espías en paz”.
Ella contó a los espías lo que había oído acerca de los israelitas y de cómo cruzaron el Mar Rojo. En Josué 2:11 leemos cómo Rahab hace una notable confesión de fe:El Señor, el Dios de ustedes, es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra”.
Los espías juraron que tratarían con bondad a Rahab y a su familia cuando el Señor les diera la tierra. Le pidieron que pusiera un cordón escarlata en la ventana (Josué 2:17-18). Esta señal estaría a la vista de todo Israel y nadie sería sacado de la casa cuando Jericó cayera.
Rahab fue salvada junto a su familia, y Josué 6:25 nos dice que “ella ha habitado en medio de Israel hasta hoy”.
Rahab no se vuelve a mencionar por su nombre en el Antiguo Testamento. Cuando Josué se percató que ella vivía todavía en Israel, seguramente ya había pasado mucho tiempo. Ya no era aquella mujer que una vez fue… ¡ese es el resultado de la gracia de Dios y del efecto transformador de la fe que nos salva!
Después aprendemos que Rahab no solo fue usada por Dios para salvar a los espías, sino también para que de su familia viniera el Salvador. Así nos lo cuenta el evangelista Mateo en 1:5-6: “Salmón fue padre de Booz, cuya madre fue Rahab; Booz fue padre de Obed, cuya madre fue Rut; y Obed fue padre de Isaí; Isaí fue padre del rey David…”.