viernes, 18 de septiembre de 2015

Jesús, ¡yo confío en tI!

¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida? Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor.
Cuando te entregues a Mí, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios. No te desesperes, no me dirijas una oración agitada como si quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos. Cierra los ojos del alma y dime con calma:
¡JESÚS, YO CONFÍO EN TI!
Evita las preocupaciones angustiosas y los pensamientos sobre lo que puede suceder después. No estropees mis planes queriendo imponerme tus ideas. Déjame ser DIOS y actuar con libertad. Entrégate confiadamente a Mí. Reposa en Mí y deja en mis manos tu futuro. Dime frecuentemente:
¡JESÚS, YO CONFÍO EN TI!
Lo que más daño te hace es tu razonamiento, tu idea propia de querer resolver las cosas a tu manera. Cuando me dices ¡JESÚS, YO CONFÍO EN TI!, no seas como el paciente que le dice al médico que lo cure pero le sugiere el modo de hacerlo. Déjate llevar con mis brazos divinos, no tengas miedo, yo te amo. Si crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de tu oración, sigue confiando, cierra los ojos del alma y confía. Continúa diciéndome a toda hora:
¡JESÚS, YO CONFÍO EN TI!
Necesito las manos libres para poder obrar. No me ates con tus preocupaciones inútiles. Satanás quiere eso: agitarte, angustiarte y quitarte la paz. Confía solo en Mí. Reposa en Mí. Entrégate a Mí. Yo hago los milagros en la proporción de la entrega y confianza que tienes en Mí. Así que no te preocupes, echa en mí todas tus angustias y duerme tranquilo. Dime siempre:
¡JESÚS, YO CONFÍO EN TI!…
Y verás grandes milagros.
TE LO PROMETO POR MI AMOR.

La mejor boda

… han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Apocalipsis 19:7
En los últimos 800 años aproximadamente, se añadió una costumbre a las ceremonias de bodas judías: cuando acaba, el esposo rompe un vaso con el pie. Algunos dicen que la ruptura del vidrio simboliza la destrucción del Templo en el 70 d.C. Se insta a las parejas jóvenes a recordar, mientras forman un nuevo hogar, que la casa de Dios fue destruida.
Inline image 1No obstante, el Señor no carece de casa sino que ha elegido un nuevo lugar para vivir: en nosotros, sus seguidores. De forma metafórica, las Escrituras hablan de los creyentes como la esposa de Cristo y el templo donde vive Dios. Simultáneamente, Él está preparando a su esposa y planeando construir un nuevo hogar para ella, el cual será su morada permanente. Al mismo tiempo, está organizando una boda que incluirá a toda la familia de Dios desde el principio de las edades.
Nuestra tarea es fácil, aunque, a veces, puede ser dolorosa. Cooperamos con Dios mientras Él obra en nosotros, para hacernos más semejantes a su Hijo Jesús. Luego, un día, en la mejor boda que jamás haya existido, nos presentará para sí sin mancha ni arruga. Seremos santos y sin mancha (Efesios 5:27). Esa boda pondrá fin a toda tristeza y sufrimiento.
No hay duda de que Jesús volverá.

La terminación de la obra

Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin. Mateo 24:14.
El solemne y sagrado mensaje de amonestación debe proclamarse en los campos más difíciles y en las ciudades más pecaminosas, en todo lugar donde no haya brillado todavía la luz del gran mensaje. Todos han de oír la última invitación a la cena de bodas del Cordero. De pueblo a pueblo, de ciudad a ciudad, de país a país, debe irse proclamando el mensaje de la verdad, no con ostentación externa, sino en el poder del Espíritu.
El mensaje del poder renovador de la gracia de Dios será proclamado a todo país y clima, hasta que la verdad circunde el mundo. Entre los que sean sellados habrá quienes vendrán de toda nación, tribu, lengua y pueblo. De todo país se reunirán hombres y mujeres que estarán delante del trono de Dios y del Cordero exclamando: “La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”. Apocalipsis 7:10
Todo el mundo debe ser iluminado con la gloria de la verdad de Dios. La luz debe brillar en todos los países y para todas las gentes. Y el brillo de la luz debe proceder de los que la han aceptado. La estrella de la mañana se ha levantado delante de nosotros, y debemos hacer brillar su luz en los senderos de los que viven en tinieblas.

Una decisión acertada

“A Él le toca crecer, y a mí menguar”
(Juan 3:30 NVI)
Recuerdo como si fuera ayer, el día que recibí a Jesús como mi Señor y Salvador. Fue hace 11 años, y el Pastor había predicado sobre aquellas situaciones en las que decidimos comer el plato de lentejas que se ofrece en la calle, y dejar de lado el banquete de bendiciones que El Señor nos ofrece al calor de nuestro hogar.
En aquel entonces, sufría a causa de una segunda infidelidad por parte del papá de mis hijas, mi autoestima se tambaleaba, y buscaba con ansia encontrar algo que me guiara, que me orientara sobre qué hacer, y me ayudara a encontrar tranquilidad en medio de la tormenta. Mi corazón palpitaba muy deprisa, cuando ansiosa, pasé al frente, reconocí a Jesús como mi Salvador, y salí de aquel lugar divagando sobre lo que pasaría en adelante.
Hice mi oración de fe llorando amargamente, anhelando que mi vida tomara sentido, que lo que hacía, decía y vivía, reflejara lo que mi corazón abrigaba, un profundo deseo de tener una digna familia, amar sin límites, sentirme amada, valorada e inmensamente feliz. Anhelaba conocer la razón por la que Dios me permitía respirar; allí estaba parada frente al Pastor, decidida a cambiar mi situación de una vez por todas y para siempre.
Hoy puedo entender la magnitud de lo que sucedió aquel día, echo un vistazo hacia atrás solo para vislumbrar lo que fui y ya no soy, y puedo ver que no fue el Pastor quien me abrazó, sino el mismo Dios quien me tomó ese día entre sus brazos para iniciar un arduo trabajo de transformación en mí, para decirme que me amaba con tal fuerza que restauraría mi vida, y que absolutamente NADA de lo que estaba viviendo y estaba por vivir, sería en vano.