A lo largo del camino he sido formada de tal manera que puedo relacionarme con esta afirmación con mucha empatía y sensibilidad. Yo era una mediocre para mis maestros, tan solo otra muchacha más para mis amigos. Solo una chica en este mundo que tuvo mucho que probar, mucho por lo que vivir.
Cada día que pasaba..., nunca supe cómo mirar el futuro, cómo estaría, qué haría y qué querría. La vida, una palabra sencilla, tenía un significado demasiado simple para mí de tan solo vivir y hacer mis tareas. Y estas tareas que tenía eran las que una chica normal que asiste al colegio tendría. Aquello fue parte de mí durante mucho tiempo.
No fue hasta entonces que la vida me llevó a darme cuenta que la mediocridad se percibía como mi virtud. Así fue como yo, por primera vez en mi vida, sentí que tenía algo que demostrar, algo más que considerar plausible mi mediocridad; mi meta sería aspirar a ser algo más que otra muchacha del montón. Tuve que luchar por mi existencia; aquello era lo que me mantendría viva. Así pues, con un poco de esperanza y un poco de fe en mí misma, decidí tomar mis riesgos.