lunes, 6 de octubre de 2014

¿Qué dice la Biblia acerca del baile? ¿Deben bailar los cristianos?

La Biblia no contiene instrucciones específicas sobre el baile. Puede ser útil señalar algunos ejemplos buenos y malos del baile, y luego mencionar algunos principios bíblicos para establecer normas para el baile. Éxodo 32:6,19-25 es una parte decepcionante de la historia de Israel. Mientras Moisés estaba en el monte hablando con Dios, los israelitas construyeron un ídolo. En el proceso de la idolatría, comenzaron a bailar, lo cual degeneró en “desenfreno” (verso 6, NVI) y en ser "desenfrenados" (el verso 25 dice “desnudos” en algunas traducciones). En este caso, el baile era orgiástico, lo que condujo a una actividad muy pecaminosa. En Éxodo 15:20, María (cerca de 90 o más años) bailaba para celebrar la victoria que el poder de Dios había traído en el Mar Rojo. En Segunda Samuel 6:12-16, David “bailó delante de Jehová” para celebrar que se trajo el arca de Dios a Jerusalén.

Cada instancia del baile que no es considerada pecaminosa, se realizó en adoración o alabanza a Dios. Aquí están algunos principios más a tener en cuenta al considerar el baile: Eclesiastés 3:4: hay un momento apropiado para bailar (y por consiguiente un momento inapropiado para bailar), Salmo 149:3;150:4, ambos pasajes mencionan que podemos alabar o adorar a Dios con danza, Primera Corintios 6:19-20: nuestros cuerpos pertenecen a Dios, y son el templo del Espíritu Santo. Así que, todo lo que hacemos debe honrarle a él.

Todo lo que necesito es... Jesús

En todos lados leemos o escuchamos esto: "Todo lo que necesitas es…", y al hacer esta apreciación me puse a pensar profundamente, en qué es lo que en realidad necesito. Ahí es donde está lo realmente complicado, lo más profundo.
Todos necesitamos lo básico para vivir, familia, alimento, agua, luz, ropa, un techo, cuidar la salud, trabajo, entre otras cosas que quizá no valoramos en el día a día. 
Pero muchos quizá necesiten lujos, coches, fiestas, mucho dinero, un físico perfecto, y miles de “amigos” que aplaudan todo lo que hacen, o... simplemente necesitan aparentar ser el centro del universo, lo que supone una inseguridad terrible, disfrazada de una superioridad insoportable o de una falsa humildad.... 
...Otros pueden requerir algún tipo de atención o cuidados de salud especiales; por alguna condición tienen que enfrentarse a una patología enfermiza y no se quejan de su vida como, normalmente, hacemos casi todos los demás... 
Y puede haber, finalmente, los que necesitan soledad, tristeza..., para hacer de su vida, una triste vida.
¡Qué se yo!, en muchos de estos aspectos he encajado alguna vez. No reconocer ciertas condiciones en mi vida, me llevó a tener tropezones en mi interior de los cuales, aunque duras y no muy justas, aprendí sus lecciones.
Sin embargo, hoy recuerdo unas sabias palabras que escuché hace tiempo en un autobús camino a la universidad: La vida no es el derecho que te ganas por hacer un duro trabajo, por tener un rostro bonito o simplemente, porque sí; la vida es un regalo inmerecido, muchas veces poco valorado, maltratado o ignorado; olvidamos cuidarla y sobre todo, darle el lugar que merece. Olvidamos que es un tesoro que Dios nos puso en las manos para cuidarlo y hacer del mismo, una hermosa obra de arte.

El fruto del Espíritu en el creyente

Nótese que “Fruto del Espíritu” (Gálatas 5:22) está en singular, es decir, todo madura conjuntamente y en una muy bien estructurada unión. En la vida del cristiano, “nacido de nuevo” no tiene “especialización”, o sea, nadie puede decir: “yo practico la benignidad, pero no me importa nada la paciencia”. ¿Qué pensaría usted de una naranja sin pulpa?
Dios mismo es el buen Labrador de la Viña. Él “equilibra” el crecimiento, “cortando”, escogiendo según sus criterios soberanos (Juan 15:1-17).
Con frecuencia, nuestra inmadurez percibe sus “cortes” como algo que Él nos quita. ¿Pero es que Dios actúa con privaciones para nosotros? ¿Quita lo que no le pertenece? ¡No! Él no tiene el propósito de quitar, sino de dar.
En la práctica, cuando el Señor “corta”, yo, como soy su hijo, debo aprender a darle gracias porque el Fruto del Espíritu va a madurar más en todos sus aspectos.
Sus nueve particularidades son:
Amor: A veces Dios previene nuestro egoísmo o idolatría, y otras veces nos frena para que nos demos cuenta de nuestra necesidad de Él. En todo caso, el amor hacia Él y el prójimo puede fortalecerse porque Él nos amó primero (1Juan 4:19).
Gozo: Particularmente, nos gozamos por la presencia de nuestro amado Señor Jesucristo, cuando lo adoramos. También es un gran placer conocerlo mejor por medio de la lectura de la Biblia. Mas para que nos podamos alegrar “con gozo inefable y glorioso” es necesario que seamos “afligidos en diversas pruebas” (1 Pedro 1:6)“Es verdad que ninguna disciplina al tiempo presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11).

¡No me mires! - Reflexiones

En una de sus obras, el filósofo Jean-Paul Sartre cuenta un recuerdo de su infancia. Un día, había hecho algo muy malo y se había encerrado en el cuarto de baño, pero como se sentía observado por el ojo de Dios, no dejaba de dar vueltas y repetir furioso en voz alta: ¡No me mires, no me mires!
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Al evocar esta anécdota, el escritor se burlaba de su ingenuidad infantil. El pecado, la conciencia y la existencia de Dios eran nociones que negaba totalmente, pues las consideraba impensables en su filosofía existencialista. Sin embargo, no olvidaba esta anécdota.

Pero nos guste o no, Dios nos mira atentamente a cada uno, incluso cuando creemos que estamos solos. Es imposible que un hombre sincero consigo mismo, no sea consciente de su alejamiento de Dios. El sentimiento de la santidad de Dios y de la imposibilidad de escapar de su ojo escrutador, serán para él, muchísimo más importantes que los principios de la moral más estricta, o incluso, la censura más severa.
Se dará cuenta de la necesidad que tiene de estar en paz con Dios, de ser liberado de sus pecados, de experimentar la justicia perfecta y segura de Cristo, y el amor de Dios que fue derramado en nuestro corazón.

Yo sonrío - Reflexiones

Hace unos años, el cantante Russ Lee sacó una canción titulada "I Smile" (Yo sonrío). Cuando uno descubre cómo cambió Jesucristo su vida, se da cuenta del por qué de cantar una canción que dice: “Yo sonrío cuando pienso en la manera en que Tú cambiaste mi vida. Sonrío cuando pienso en la felicidad que en Ti encontré.”
Cuando Russ tenía 17 años, sus días fueron desperdiciados con las drogas, el alcohol, el aburrimiento y la falta de motivación. Su vida estaba llena de problemas que él mismo se buscaba, y de falta de esperanza. Un día, mientras escuchaba una vieja canción de rock titulada "I Can’t Get No Satisfaction" (No encuentro satisfacción), se dio cuenta de que la misma canción describía su vida. Dos días después, un amigo lo invitó a la iglesia. Allí Russ escuchó que la verdadera satisfacción viene de conocer a Jesucristo. Así que acudió a Él por fe.
Y ¿qué fue lo primero que hizo Russ después de confiar en Cristo? Russ dijo: “Regresé a mi coche. En el maletero había una bolsa de basura llena de drogas que yo había estado vendiendo. Ya no voy a necesitar esto, pensé, y tenía razón. Deseché la bolsa. Desde ese día, Dios transformó mi vida de adentro hacia afuera. Me convertí en una nueva criatura.”
No es de extrañar que Russ Lee pueda cantar con exuberancia: “Yo sonrío.” ¿Sonríes tú?
2 Corintios 5:17
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas.