lunes, 29 de julio de 2019

¿La Gracia de Dios sana o salva?

En el mundo evangélico de nuestros días se oye mucho hablar de la sanidad del cuerpo. Incluso muchos predicadores hacen uso de la frase “en el nombre de Jesús”, para impresionar a otros con sus aparentes prodigios y milagros.
Viene a cuento la pregunta de si habrán estudiado algo sobre la Divina Soberanía de Dios, pues parecen querer mover el poder de Dios a sus propios caprichos y antojos.
¿Sana Dios a todos? ¿Siempre será la voluntad de Dios sanar nuestros cuerpos de muerte? ¿Es otorgada la sanidad a todos los cristianos?
No hay la menor duda de que Dios tiene todo el poder para sanar y puede hacerlo a quien quiere y cuando Él quiere hacerlo; sin embargo, tenemos que aprender a vivir con nuestras enfermedades y dolores, y en medio de todo dar gloria a Dios quien nos permite respirar y existir todavía.

La mujer con flujo de sangre
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Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva. (Mateo 9:20 y 21).
No sabemos la causa de la enfermedad de esta mujer, pero sí sabemos que sufría su pena y molestia en secreto. No se nos dice nada más, sino que se trataba de un "flujo de sangre", o sea de hemorragias, y que ya hacía doce años que padecía de estas. 
El evangelio de Marcos nos dice: y había sufrido mucho, había recurrido a los médicos y había gastado todo lo que tenía y nada le había aprovechado, antes le iba peor. (Marcos 5:26).
Después de muchos años así, hemos de suponer que su salud había decaído, y que se encontraba pálida y decaída. En cambio su fe era firme y enérgica, de tal manera que se había atrevido a mezclarse con la multitud para acercarse a Jesús en público; solo anhelaba tocar el borde del vestido del Señor.
Sabemos que como resultado de su acto de fe, la gracia de Dios fue derramada de una manera inmediata sobre ella, y Jesús le dijo:
Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora. (Mateo 9:22). 
La gracia de Dios en este caso, no solo sanó sino que también salvó. Jesús hace un milagro inmediatamente, le concede la sanidad de su cuerpo y le asegura la eterna salvación de su alma. ¿Qué valdrá más: ser sanado en este mundo temporal o ser salvado de la perdición eterna?

Noemí: De la Amargura a la Alegría

“Así regresó Noemí, y con ella su nuera Rut la moabita, quien quería acompañarla de todo corazón. Regresaron, pues, de la tierra de Moab al inicio de la cosecha de cebada”.
(Rut 1:22)
Noemí tenía el corazón triste; se sentía afligida y amargada. Había perdido a su esposo y luego a sus dos hijos. En compañía de su nuera Ruth regresó a Belén de Judá. La ciudad estaba regocijada en volverla a ver, sin embargo, Noemí les dijo: ¡No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque el Todopoderoso me ha llenado de amargura! Rut 1;20
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Ella se había ido llena y años más tarde, regresaba vacía, sentía que no tenía nada. Pensaba que Dios la había afligido y castigado. Sin embargo, a pesar de las cosas tristes y negativas que ocurrieron en la vida de Noemí, algo muy bueno iba a ocurrirle. Dios obró de una manera hermosa en la vida de Rut y Noemí. Rut en verdad amaba a su nuera y la obedecía en todo lo que ella le dijera.
Dios permitió que Rut conociera a Booz y que hallara gracia delante de sus ojos. Este hombre al principio se mostró solidario, compasivo y les brindó alimento. Luego, cuando Rut le pide a Booz que extendiera el borde de su capa sobre ella, por cuanto él era pariente cercano, él estuvo de acuerdo. Booz la redimió, se casó con Ruth y amparó a Noemí. 
«13 Booz, pues, tomó a Rut, y ella fue su mujer; y se llegó a ella, y Jehová le dio que concibiese y diese a luz un hijo. 14 Y las mujeres decían a Noemí: Loado sea Jehová, que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel; 15 el cual será restaurador de tu alma, y sustentará tu vejez; pues tu nuera, que te ama, lo ha dado a luz; y ella es de más valor para ti que siete hijos. 16 Y tomando Noemí el hijo, lo puso en su regazo, y fue su aya. 17 Y le dieron nombre las vecinas, diciendo: Le ha nacido un hijo a Noemí; y lo llamaron Obed. Este es padre de Isaí, padre de David. “Rut 4:13-17 (Reina-Valera 1960)
¡Qué lindo es nuestro Dios, que hace grandes maravillas! Permitió que Noemí pudiera sonreír en su vejez y que no estuviera amargada, y a Rut la premió por su fidelidad de tal modo que de su linaje vino nuestro querido Salvador Jesús.
Puede que tú sientas un dolor tan profundo que te parezca que ya jamás volverás a sonreír, que no hay posibilidades de que algo bueno te suceda. Pero en Cristo tú tienes un sinfín de esperanza, más que una esperanza sin fin.

Confía y espera en Dios, Él se encargará de obrar para que puedas volver a sonreír y gozarte de las obras que Él hace.

 

El Mesías Salvador

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Juan 3:16 Reina-Valera 1960.
El pueblo Judío le esperaba como el Mesías (significa ungido, debido a que a quienes iban a ser reyes de Israel se les vertía aceite). Quien de acuerdo a las profecías, libertaría a su pueblo y establecería el reino de DIOS. Cuando Jesucristo fue crucificado y el pueblo judío siguió bajo el yugo de los romanos, “el pueblo elegido de DIOS” dio por seguro que Él no era quien el Todopoderoso había enviado. No obstante, los planes del Altísimo iban más allá; por medio del sacrificio del Mesías, toda la humanidad puede ahora ser salva.
Jesus salvaToda la maldad, el pecado, y la enfermedad fueron sobre Jesucristo en la Cruz. Para que todo aquel que crea en Él sea libre de ello:
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” Isaías 53:4-5 Reina-Valera 1960.
El Mesías Salvador es el único que puede sacar de la oscuridad las almas y darles libertad. Solamente Él tiene el dominio y la potestad sobre la maldad. Sin importar cuál sea la cadena o pecado, su poder los quebranta. De igual manera, Jesucristo puede sanar a cualquier persona de sus enfermedades pues Él fue herido en la Cruz para sanarnos.
Todo lo que hay que hacer para recibir su salvación y sanidad es creer en Él y pedirle ayuda.

“Dios, reconozco que Jesús es tu Hijo, que pagó por mis pecados y el precio de mi plenitud. Perdona mis pecados. Líbrame de mis debilidades, enfermedades y cadenas. Lávame Señor Jesús con tu sangre, y déjame blanco como la nieve. Envíame a tu Espíritu Santo, oro esto en el nombre de Jesús, amén.”