Durante la II Guerra Mundial, un granjero de Sussex (Inglaterra), envió algún dinero a la Scripture Gift Mission, explicando que no podía contribuir más aquel año porque su cosecha no había sido buena por falta de agua. En la misma carta, pedía que los miembros de la oficina de esa entidad, que suelen reunirse todas las mañanas para orar a favor de la obra y sus sostenedores, rogaran a Dios que librara su propiedad de las bombas alemanas.
Pocas semanas después de esta correspondencia, un bombardero alemán cayó precisamente en el campo de este granjero. La explosión de su cargamento de bombas había sido tan fuerte, que todos los cristales de la granja quedaron rotos. Los miembros de la Misión dieron gracias a Dios, de que el accidente no hubiese tenido lugar sobre la propia granja, viendo en ello, una respuesta a sus oraciones.
Algún tiempo después la misión recibió un donativo mucho mayor que ningún año y una carta, en la que el granjero explicaba que la caída del bombardero alemán había abierto un boquete tan grande y de tal profundidad, que había dado salida a una corriente de agua subterránea y gracias a ella, su campo se veía libre de los efectos de la sequía en el futuro.