sábado, 2 de julio de 2016

No desprecie la invitación de Jesús

Si un personaje de esos "de la realeza", le hiciera una invitación a una cena en su casa, seguro que lo divulgaría a medio mundo, dando a conocer lo importante que es, pero resulta que la invitación de Jesús es mucho más importante que cualquier otra que un ser humano haya hecho en esta tierra.
I. JESÚS HA HECHO PROVISIONES PARA LOS QUE NO RECHACEN SU INVITACIÓN
A) Venid que ya todo está preparado. Lucas 14;17
  1. Si Jesús le toca a su puerta debe abrirle; Apocalipsis 3:20
  2. No importa que su casa esté sucia y desordenada.
  3. No desprecie la invitación de Jesús;  Mateo 8:11-12
B) Los que no saben quién es Jesús rechazan su invitación. Mateo 8;18
  1. Desperdician una valiosa oportunidad.
  2. Esaú desperdició su oportunidad, no desperdicie usted la suya. Hebreos 12:16-17
  3. Eso es cambiar un futuro glorioso por una necesidad del momento.

La Justicia de Dios

Este atributo de Dios es uno de los menos considerados en la actualidad, incluso en la iglesia. Nos gusta hablar del amor de Dios, de su misericordia y de su grandeza, pero cuando hacemos referencia a su justicia, empezamos a descartarlo y se apodera de nosotros el espíritu del Areópago (autoridad para resolver ciertos temas - tribunal superior de la antigua Atenas). Algunos, escandalizados por las órdenes de Dios de aniquilar a los cananeos, han escrito frases así: "Sencillamente no me puedo imaginar lo que sería servir a un Dios que requiere una carnicería tan carente de sentido". Sin embargo, cuando lo contemplamos a la luz de la universalización de las Escrituras, nos damos cuenta que además de importante es un atributo necesario, ya que tiene relación directa con la santidad de Dios.
¿Pero, creemos en un Dios que actúa como nuestro juez? Parecería como si muchos no creyeran. Si se les habla acerca de Dios como Padre, amigo, ayudador, quien nos ama a pesar de nuestra debilidad y pecado, de toda nuestra necedad, se les ilumina el rostro; están en la misma onda de inmediato. Pero si se les habla de Dios como juez, fruncen el ceño y sacuden la cabeza, se resisten a aceptar semejante idea. La encuentran repelente e indigna". Pero veamos, existe una justicia absoluta de Dios que es aquella rectitud de la divina naturaleza, en virtud de la cual Dios es infinitamente justo en sí mismo; y una justicia relativa que es aquella perfección de Dios, por medio de la cual Él se mantiene en contra de toda violación de su santidad y deja ver en todo sentido que Él es Santo.

  1. Naturaleza de la justicia de Dios Ante todo debemos hacer una distinción entre la justicia gubernativa de Dios y la distributiva. Por la primera entendemos que ejerce su justicia en el gobierno moral del mundo, por medio de su ley justa sobre el hombre, con promesas de recompensa y advertencias de castigo para el trasgresor. Dios aparece como el legislador de Israel y del pueblo en general (Santiago 4:12). Por otro lado, está la justicia distributiva que designa la rectitud de Dios en la ejecución de la ley, y se la relaciona con la distribución de las recompensas y los castigos (Romanos 2.6). Cuando se trata del reparto de las recompensas a los hombres y a los ángeles se llama justicia remunerativa (Romanos 2:7, Hechos 11:26). 
    Es una expresión del amor divino que derrama sus bondades, no sobre mérito alguno, que no lo hay en nosotros, sino conforme a su promesa y pacto (1 Corintios 4:7). Este versículo nos guarda del orgullo y nos llama a la humildad porque todo lo recibimos por gracia. Cuando se refiere a la aplicación de las penas se llama justicia retributiva, la cual es una manifestación de la ira divina (Romanos 1:18,32). Aunque el ser humano no es merecedor de recompensa alguna, en cambio sí merece el castigo que se le da, porque la justicia divina está obligada a castigar el mal, pero no a premiar el bien. 

La bendición está en nosotros, que nos la ganamos

Todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te alcanzarán por haber obedecido al Señor tu Dios. Deuteronomio 28: 2
La Palabra nos muestra que cuando obedecemos Su Palabra y ponemos en práctica Sus mandamientos, caminaremos en bendición, poniéndonos por encima de todos los pueblos. Tengamos la certeza de que la bendición somos nosotros, que nos la ganamos conforme sea nuestro comportamiento y si nos apegamos a Sus leyes, las bendiciones nos alcanzarán sin tener que buscarlas.
Éstas vendrán por sí solas; se añadirá bendición a todo lo que tenemos y ha de venir, porque así lo estableció. Él abre los Cielos para que descienda la lluvia que necesita nuestra tierra, prosperando todo nuestro trabajo. Nos muestra Su gran bondad al darnos por herencia a nuestros hijos y una gran cosecha en la tierra que prometió a nuestros padres, poniéndonos de primeros y no de últimos, por encima y no abajo, prestándole a muchas naciones sin tener que coger prestado.

Hoy tenemos la oportunidad de caminar bajo estos principios, que abrirán las puertas de los Cielos para una vida cargada de la bendición de Dios. Decide eso, y verás manifestada la misma gloria que caminó con Abraham, dando por testimonio la obediencia total.

A mi hijo ya crecido


Mis manos estaban ocupadas por el día;
No tuve bastante tiempo para jugar
Los pequeños juegos que me pediste…
No tuve bastante tiempo para ti.

Lavaba tu ropa, cosía y cocinaba;
pero cuando me traías un libro de dibujos
y me pedías por favor que compartiera tu disfrute,
yo decía: un poco más tarde, hijo.

Ya de noche te metía en la cama muy asegurado,
oía tus oraciones, apagaba la luz,
y luego de puntillas, caminaba con suavidad hasta la puerta…
Me hubiera gustado permanecer un minuto más.

La vida es corta, los años pasan deprisa…
Un niño pequeño crece muy rápido.
Ya no están a tu lado,
sus preciosos secretos a confiar.

Los libros de dibujos guardados;
ya no hay juegos que jugar.
No más besos de buenas noches, ni oraciones que escuchar.
Todo eso es parte del ayer.

Mis manos, ocupadas una vez, ahora están quietas.
Los días son largos y difíciles de llenar.
Yo quisiera poder regresar y hacer,
las pequeñas cosas que me pediste que hiciera.

Mateo 19:14
Mas Jesús les dijo: “Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos”.