lunes, 4 de agosto de 2014

El poder de la paciencia

En medio de la rutina y en los momentos difíciles, o para ver el final del sufrimiento y el cumplimiento de nuestros sueños, la vida no nos da otra alternativa sino esperar. Sin embargo, la paciencia se está convirtiendo en una cualidad cada vez menos común en el mundo actual. ¿Cuántas veces nos quejamos cuando algo no sucede en el momento que tenemos en mente, o cuando algún obstáculo imprevisto nos impide avanzar?
Para quienes invocamos el nombre de Jesucristo, la paciencia es una virtud que debemos cultivar. No se nace con ella, al contrario, la paciencia es un fruto espiritual que se desarrolla con el tiempo (Gálatas 5.22,23). Y sin ella, nunca llegaremos a ser las personas que Dios desea que seamos, ni haremos lo que Él tiene dispuesto que hagamos.
LA PACIENCIA ES ESENCIAL PARA TODOS LOS ASPECTOS DE LA VIDA
Demoras. Dios quiere que respondamos con tranquila aceptación a los períodos de espera, confiando en su soberanía sobre cada situación. A pesar de que la demora puede parecer molesta y sin sentido, el Señor utiliza estos tiempos para ayudarnos a madurar. Una de las primeras lecciones que aprende un niño es cómo esperar, y nuestras demostraciones de irritación y enojo son, en realidad, versiones adultas de las rabietas infantiles. Cada vez que sienta que está guardando enojo en su corazón, recuerde que es una oportunidad para elegir una respuesta madura en vez de actuar como un niño.
Deseos. La capacidad de aplazar la satisfacción es un aspecto importante de la paciencia. El Señor quiere que apliquemos los principios bíblicos para la vida, y que armonicemos nuestros deseos con los de Él. La próxima vez que usted sienta la tentación de buscar la satisfacción inmediata, deténgase y pregúntele al Señor qué quiere Él para usted. Luego espere hasta que le dé una dirección clara.
Relaciones. Longanimidad es una de las palabras que usa la Biblia para referirse a la paciencia, y a veces eso es exactamente lo que necesitamos cuando lidiamos con algunas personas. Nos gustaría encontrar un versículo que nos eximiera de tener que aguantar a gente difícil, pero no hay ninguno. Sin embargo, hay una excelente descripción del amor en 1 Corintios 13.4-7 (NVI), y comienza así: “El amor es paciente”. Una parte del amor es tener paciencia para con los demás. Cada vez que usted sienta la tentación de responder con irritación o enojo, recuerde las veces que el Señor ha sido amorosamente, paciente con usted.
Adversidades. La mayoría de nuestros períodos de espera son triviales, pero a veces se presentan en situaciones de enorme importancia. ¿Cómo reacciona usted cuando su problema de salud no mejora, cuando una relación sigue tensa, o cuando sigue sin empleo? Una señal de madurez espiritual es la capacidad de mantener la calma bajo estrés, adversidades o sufrimiento. Esto no significa necesariamente, que nos debamos sentir menos presionados, sino que en medio de la dificultad, sabemos que Dios está obrando para nuestro bien, agrandando nuestra fe y moldeándonos a imagen de su Hijo. No se trata de resignación fatalista, sino de firmeza en el buen propósito del Señor al permitir la prueba.
Oración. Dios rara vez obra de acuerdo con nuestra agenda. En nuestra desesperación, podemos ponerle plazos, y si Él no cumple en el momento en que esperamos que lo haga, tomamos el asunto en nuestras propias manos. ¡Mal hecho! ¡Cuántas veces nos perdemos las bendiciones de Dios porque nos negamos a esperar en Él! Cada vez que Dios se demore, recuerda que Él es siempre fiel y que nos dará lo que necesitemos de la mejor manera posible y en el momento perfecto.
¿CÓMO ES LA PACIENCIA?
Tal vez la manera más fácil de entender la paciencia, sea verla demostrada en la vida de alguien. David era un hombre que aprendió a esperar. Cuando era apenas un adolescente, Dios lo escogió para ser el futuro rey de Israel (1 Samuel 16.13). Pero cuando el rey Saúl tuvo celos y trató de matarlo (1 Samuel 19.9,10), David se vio obligado a vivir como un fugitivo, huyendo para salvar su vida. Aunque el Señor le había prometido el reino, pasó muchos años escondido en el desierto.
Durante ese tiempo, David tuvo dos oportunidades para tomar el asunto en sus propias manos. Saúl y su ejército siguieron una pista que ubicaba a David en la región de En-gadi. En cierto momento, Saúl eligió una cueva como lugar para hacer sus necesidades, sin darse cuenta de que David y sus hombres estaban escondidos en la misma. Parecía ser la ocasión perfecta para que David asesinara a Saúl y se apoderara del reino. De hecho, sus hombres pensaron que esa era la manera como el Señor finalmente, le daría el trono a David. Pero David se acercó sigilosamente a Saúl, y solo le cortó el borde su manto; después dijo a sus hombres que no podía matar al rey ungido del Señor. Cuando Saúl salió de la cueva, David lo llamó a gritos y utilizó el pedazo de su manto como evidencia para demostrar que seguía siendo leal a él (1 Samuel 24.1-22).
La segunda ocasión está registrada en 1 Samuel 26.1-25. Esta vez, David y uno de sus hombres entraron en el campamento de Saúl, mientras éste y su ejército dormían. Una vez más, parecía que Dios le había entregado a David su enemigo, pero de nuevo el joven se negó a quitarle la vida a Saúl. En vez de eso, tomó la lanza del rey y la vasija de agua. Después de salir del campamento, David dio voces al comandante del ejército de Saúl, le mostró los dos objetos que había tomado, y lo reprendió por no dar la debida protección al rey.
David esperó pacientemente en el Señor durante años de trato injusto, exilio y desasosiego. ¿Qué cualidades le permitieron responder con tanta paciencia?

En las manos de Dios y sin mirar atrás

"Cuando llegamos a este mundo, parece como si desde el primer día nos estuvieran preparando, y en la escuela primaria nos enseñan el ciclo de la vida. Experimentamos el hecho de que la mariposa que recogimos, vuela y sigue su camino, o vivimos el triste momento de perder a nuestro amado perrito o a nuestra mascota preferida...

...Nuestros amigos cambian, la gente nos traiciona, y las lecciones se aprenden. Por ejemplo, aprendemos a pedir perdón, aprendemos a disfrutar los momentos que Dios nos regala. También intentamos aprender a vivir, y morimos intentando encontrar la respuesta a esa pregunta, para luego darnos cuenta que no hay ninguna. Eso sí, aprendes que la vida la haces tú y que cada día escribes una nueva historia. Y en todo este aprendizaje, en todas las vueltas de la vida, las idas y venidas, las caídas y las subidas, muchos aprenden a simplemente,...dejar pasar el tiempo.
Hoy me pregunto, ¿cuán privilegiada es la persona que aprendió a dejar pasar el tiempo sin preocuparse de nada, que aprendió a olvidar todo, que aprendió a seguir adelante?
¡Caramba!, pero si olvido el amor que me dieron y me enseñaron a dar, las enseñanzas que me dejaron, los llantos que me acompañaron, y las profundas tristezas que no deberían ser sólo mías sino compartidas, entonces estoy olvidándome de mí, estoy olvidando una parte de mi ser, entonces no quiero olvidar.

El litro de leche – Dios también nos habla hoy

Un joven de vida espiritual, fue a una reunión de estudio de la Biblia en la residencia de un matrimonio amigo. Era la noche de un jueves. El matrimonio dividió el estudio en dos partes, oír a Dios y obedecer la palabra del Señor. El joven quería saber si "Dios aún habla con las personas".
Después del estudio, salió a tomar un café con los amigos que estaban en la reunión familiar. Discutieron un poco más sobre el mensaje de esa noche. Hablaban sobre cómo Dios había guiado sus vidas, todas de formas muy diferentes. Eran aproximadamente las 10 de la noche, cuando el joven se despidió de sus amigos y comenzó a dirigirse a su casa.
Sentado en su automóvil, comenzó a pedir: "¡Dios!, si aún hoy hablas con las personas, habla conmigo. Te escucharé. Haré todo para obedecerte". 
Mientras conducía por la avenida principal de la ciudad, tuvo un pensamiento muy extraño, como si una voz hablase dentro de su cabeza: "Para y compra un litro de leche". Movió su cabeza y dijo en alto: "Dios, ¿eres Tú Señor?" No obtuvo respuesta y continuó dirigiéndose a su casa.
Sin embargo, nuevamente surgió el pensamiento: "Compra un litro de leche". El joven pensó en Samuel y cómo en un principio no reconoció la voz de Dios,... y al igual que Samuel, corrió a repetir: "¡Muy bien, Dios! En caso de ser Tú, voy a comprar la leche",... no parece que sea una prueba de obediencia muy difícil. Al fin y al cabo, también podría usar la leche para mí mismo. Así que, paró, compró la leche y reinició su camino a casa. 
Cuando pasaba por la séptima avenida, de nuevo sintió La voz: "Gira en aquella calle".
Es una locura, pensó, y pasó de largo, pero sintió que debería haber girado. En la siguiente curva, giró, volvió y se dirigió por la séptima avenida. Medio bromeando, dijo en voz alta: "Muy bien, Dios, lo haré". Siguió avanzando algunas calles cuando, de repente, sintió que debía parar. Se detuvo y miró a su alrededor. Era un área mixta, entre comercial y residencial.
No era el mejor barrio, pero tampoco era el peor de la vecindad. Los establecimientos estaban cerrados y la mayoría de las casas estaban a oscuras, como si las personas ya se hubiesen ido a dormir, excepto una al otro lado de la calle, que estaba cerca. Nuevamente, sintió algo, "Ve y dale la leche a las personas que están en aquella casa del otro lado de la calle".

Mi Vida se Acabó - Crecimiento personal-espiritual

“El único lugar donde tu sueño se vuelve imposible es en tu pensamiento.”

Hace poco alguien me dijo: “mi vida se acabó, no le encuentro sentido, soy un fracaso en todo, perdí la ilusión…”. Cada una de sus palabras estaban marcadas por la frustración, y así como esta persona, hay muchas que piensan que sus vidas no van a ninguna parte. Personas que han perdido o están a punto de perder su matrimonio, su familia. Personas que han perdido su trabajo o negocios. Personas que han perdido su ministerio. O personas que han perdido a algún familiar. Para ellos la vida se ha acabado, piensan que no pueden volver a tener una relación, que nadie los va a contratar, que no tendrán otra oportunidad de servir para algo. Sus pensamientos les hacen volverse más temerosos, desconfiados, pesimistas y deprimidos.
Estas personas que han perdido sus sueños, lo que en realidad han perdido es la falta de propósito. Necesitan descubrir su propósito para no pasar el resto de sus vidas cometiendo errores, sintiéndose con sentimientos de fracaso. Necesitan entender que su propósito debe ser mayor a los desafíos que se les presenten en la vida.
El propósito tiene que ver con la misión especifica de mi vida, misión que exige cumplimiento por mi parte. Nadie más puede hacerlo. Cada uno de nosotros ha sido creado con un propósito.
“Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica.” Efesios 2:10 (NVI)
Somos hechura suya, somos poesía, somos un regalo, somos su obra maestra, creados para buenas obras, para grandes cosas, para resultados extraordinarios. 

Nuestra responsabilidad es poder identificar nuestro propósito, y por demás está decir que hay libros que nos hablan de eso y que los podemos conseguir con cierta facilidad. Sin embargo, hay algunas preguntas claves para identificar nuestro propósito:
¿Qué estoy buscando? ¿Qué es lo que me apasiona? ¿Para qué fui creado? ¿Cuáles son esas buenas obras que debo realizar?
Estas son algunas buenas preguntas, no son todas, pero te pueden ayudar a clarificar tu propósito y te llevarán a disfrutar la vida.

¿Dijiste recibir lo malo?

Dice el decimoctavo libro de la Sagrada Escritura que la esposa de Job, en medio de la aflicción y las enormes pruebas financieras y de salud que él estaba padeciendo, lo increpó de la siguiente manera : “… ¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete! Pero Job le respondió: “Mujer, hablas como una necia. Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos también recibir lo malo?”… (Job 2:9,10)
¿Saber recibir lo malo? … ¿es esta una declaración que en la actualidad, a muchos nos gustaría decir y aplicarla con convicción a nuestra vida diaria?
En la Biblia encontramos múltiples ejemplos de hombres y mujeres que de igual manera, recibieron con serenidad y temple, lo que en aquel momento parecía malo; personajes que, pese a ser probados en su fe, no menguaron la confianza y el amor en su Creador. Los casos son múltiples, pero para ilustración nos bastaría con recordar a algunos líderes escogidos por Dios. Por ejemplo: Noé frente a la incredulidad de su gente; Moisés frente a la inconstancia de su pueblo; las dos esposas de Esaú, que fueron una fuente de amargura para Isaac y Rebeca. David afrontando los celos enfermizos de su suegro, el rey Saúl, cargando éste su propia debilidad por las mujeres. Imaginemos los conflictos familiares del profeta Oseas, cuya esposa fue adúltera. Acordémonos que Noemí tuvo que soportar la dolorosa pérdida de su esposo y sus dos hijos. Recordemos a José, frente a la  ingratitud de sus hermanos, su exilio, y su esclavitud. Pensemos en la experiencia amarga de Job, al ser puesto a prueba con la muerte de sus diez hijos, su bancarrota financiera y su penosa enfermedad, a lo  que se agregó la  frialdad de su esposa y la crítica de sus amigos.
El mismo Jesucristo, en su esencia humana, sobrellevó padecimientos, tentaciones y privaciones.