martes, 26 de enero de 2016

Desayuno de Oración

Menudo revuelo se formó en España cuando el entonces presidente del gobierno, el Sr. Rodríguez Zapatero, el primer jueves de Febrero del año 2010, participó en el desayuno de diálogo y oración celebrado en Estados Unidos. 
Cada primer jueves de febrero desde el año 1953, un grupo de personalidades del mundo socioeconómico y político estadounidense se reúne y tiene un tiempo de diálogo y confraternidad, dejando a un lado las diferencias personales, ideológicas y religiosas. La asistencia del presidente de nuestra nación es la primera que un dirigente internacional en activo ocurre. A este encuentro se le conoce como “Desayuno Nacional de Oración”. 
Curiosamente, este tipo de encuentros de diálogo comenzó en una época en la que los dos principales partidos estadounidenses, los demócratas y los republicanos, ni se hablaban, se llevaban como el perro y el gato entre ellos.
El diálogo siempre es necesario. Entonces, en 1953, todos iban a lo suyo pero hicieron un alto en el camino. Es importante pararnos y dialogar. En este desayuno al que aludimos, hay un momento de oración, se eleva una plegaria a Dios pidiendo ayuda para el futuro, y sabiduría para afrontar las situaciones que hay que resolver. Parece paradójico que en el país más avanzado tecnológicamente del mundo, o al menos uno de los más desarrollados en este aspecto, se acuda a buscar a Dios para pedir sus fuerzas y para saber vivir. Sí, la vida tiene sus retos, sus afanes, y muchos de ellos son nobles y honestos, pero es imprescindible buscar a Dios en medio de todos ellos, o estamos condenados al fracaso.

Lo espiritual y lo natural

En Filipenses 2:25-30 encontramos a un hombre llamado Epafrodito que estaba enfermo debido al exceso de trabajo en el ministerio. Estaba también, afligido y nostálgico. Probablemente estuvo lejos de su hogar mucho tiempo y quizás solo. Se enfermó tanto que casi muere. Pero el apóstol Pablo nos dice que Dios tuvo compasión de él y misericordia de su vida. En este pasaje, Pablo escribe a los filipenses para decirles que les envía a Epafrodito para descansar y recuperarse, y para gozo de ellos.
Es interesante el hecho de que aunque Dios sanó a este hombre, él todavía necesitaba más tiempo de descanso.
El mismo principio es evidente en el relato en que Jesús resucita a una niña. En el capítulo ocho de Lucas, vemos que un líder religioso judío llamado Jairo se acercó a Jesús y le pidió que viniera a su casa y sanara a su hija de doce años que se estaba muriendo. Cuando llegó a casa de Jairo, la niña ya había muerto; pero Jesús la resucitó. Tan pronto como se levantó de su cama, lo primero que Jesús dijo a su padres fue que le dieran algo de comer (Lucas 8:55).

¿Quién creó a Dios? ¿De dónde viene Dios?

El ateísta Bertrand Russel en su libro “Por qué no soy un cristiano", escribió, que si es verdad que todas las cosas necesitan de una causa, Dios debe necesitar también una. Por lo tanto, dedujo de esto, que si Dios necesitaba una causa, entonces Dios no era Dios (y si Dios no es Dios, obviamente Dios no existe). Esta fue básicamente, una manera más sofisticada de la infantil pregunta, “¿Quién hizo a Dios?” Hasta un niño sabe que las cosas no vienen de la nada, así que si Dios es “algo”, entonces Él también debe tener una causa, ¿correcto?
La pregunta es astuta, porque se basa en la falsa suposición de que Dios viene de alguna parte y entonces pregunta cómo y de dónde puede ser eso. La respuesta es que esta pregunta ni siquiera tiene sentido. Es como preguntar “¿A qué huele el azul?” El azul no está en la categoría de las cosas que tienen olor, así que la pregunta en sí misma, es defectuosa. De la misma manera, Dios no está en la categoría de las cosas que son creadas, o llegan a existir, o son causadas. Dios no tiene causa ni procedencia de creación. Él simplemente existe.

¿Cómo sabemos esto? Bien, sabemos que de la nada, nada procede. Así que si alguna vez hubo un tiempo en que no existía absolutamente nada, entonces nada hubiera podido existir. Pero las cosas existen. Por lo tanto, puesto que nunca pudo haber habido absolutamente nada, algo tuvo que haber existido siempre. Esa cosa que ha existido siempre es a quien llamamos Dios.



¿Cuándo llegará el día de mi buena suerte?

Muchos se han hecho esta pregunta en algún momento de su vida: ¿Cuándo llegará el día de mi buena suerte? Parece que Dios la tiene tomada conmigo, pues hay gente que no lo conoce y le va mejor que a mí. Todo lo que alcanzo a ver son problemas y más problemas desde que me levanto hasta que me voy a dormir. ¿Quién puede ayudarme? Si tan solo tuviera un día bueno, una oportunidad...
¡Eso que te dices son mentiras!, y son esas mentiras las que no te dejan disfrutar del maravilloso día que Dios te da. Cada día es una nueva oportunidad para sentirte agradecido de que tienes vida. Recuerda lo que dijo el salmista David: Hagamos fiesta en este día, porque en un día como éste Dios actuó en nuestro favor. Salmo 118:24 (BLS)
Es probable que todos los días no sean maravillosos, pero si usted mantiene una actitud positiva, seguro que va a mejorar. Créalo que funciona, no tiene sentido tener una actitud negativa ni se consigue nada con ella, por lo que es mejor buscar lo bello de la vida y buscar la oportunidad de gozarse.
La oportunidad toca hoy a tu puerta. Puede ser que te encuentres atrapado en una mala relación, en un problema de adicción, depresión, ansiedad, quizás tengas problemas familiares, de salud o económicos; en fin, son muchos los problemas en los que la gente suele encontrarse y muchas veces no saben como salir. Si te sientes identificado con la desesperanza y no puedes cantar en medio de la tormenta, si piensas que tus días se te están acabando, piensa en esta impactante historia:
Había un hombre muy rico que poseía muchos bienes, una gran casa, mucho ganado, varios empleados, y un único hijo, su heredero. Lo que más le gustaba al hijo era hacer fiestas, estar con sus amigos y ser adulado por ellos. Su padre siempre le advertía que sus amigos solo estarían a su lado mientras él tuviese algo que ofrecerles; después, le abandonarían.
Un día, el viejo padre, ya avanzado en edad, dijo a sus empleados que le construyeran un pequeño establo. Dentro de él, el propio padre preparó una horca y, junto a ella, una placa con algo escrito:”Para que nunca desprecies las palabras de tu padre”
Más tarde, llamó a su hijo, lo llevó hasta el establo y le dijo: Hijo mío, yo ya estoy viejo y, cuando yo me vaya tú te encargarás de todo lo que es mío… Y yo sé cuál será tu futuro. Vas a dejar la estancia en manos de los empleados y vas a gastar todo el dinero con tus amigos. Venderás todos los bienes para sustentarte y, cuando no tengas nada, tus amigos se apartarán de ti. Solo entonces, te arrepentirás amargamente por no haberme escuchado. Por esto construí esta horca. Es para ti. Quiero que me prometas que si sucede lo que yo te dije, te ahorcarás en ella.
El joven se rió, pensó que era un absurdo, pero para no contradecir a su padre le prometió que así lo haría, pensando que eso jamás sucedería.
El tiempo pasó, el padre murió, y su hijo se encargó de todo, y así como su padre había previsto, el joven gastó todo, vendió los bienes, perdió sus amigos y hasta la propia dignidad. Desesperado y afligido, comenzó a reflexionar sobre su vida y vio que había sido un tonto. Se acordó de las palabras de su padre y comenzó a decir: ¡Ah!, padre mío… Si yo hubiese escuchado tus consejos… Pero ahora es demasiado tarde.
Apesadumbrado, el joven levantó la vista y vio el establo. Con pasos lentos, se dirigió hasta allí y entrando, vio la horca y la placa llenas de polvo, y entonces pensó: Yo nunca seguí las palabras de mi padre, no pude alegrarle cuando estaba vivo, pero al menos esta vez haré su voluntad. Voy a cumplir mi promesa. No me queda nada más…
Entonces, subió los escalones, se colocó la cuerda en el cuello y pensó: ¡Ah!, si yo tuviese una nueva oportunidad…
Entonces, se tiró desde lo alto de los escalones y, por un instante, sintió que la cuerda apretaba su garganta… Era el fin.
Sin embargo, el brazo de la horca era hueco y se quebró fácilmente, cayendo el joven al suelo. Sobre él cayeron joyas, esmeraldas, perlas, rubíes, zafiros y brillantes, muchos brillantes… La horca estaba llena de piedras preciosas. Y entre lo que cayó encontró una nota. En ella estaba escrito:
“Esta es tu nueva oportunidad. ¡Te amo mucho! Con amor, tu viejo padre”