viernes, 27 de noviembre de 2015

Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús

"Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús". Gálatas 3:26

Lisa y Charles Godbold adoptaron a Maurice Griffin cuando tenía 32 años, después de que éste viviera bajo su custodia temporal durante 20. Aunque Maurice ya era adulto y vivía solo, la adopción había sido siempre el anhelo de la familia. Cuando se oficializó la adopción y se volvieron a reunir, comentó: "Este es probablemente, el momento más feliz de mi vida. Soy feliz de estar en mi hogar."
Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús
Los que nos unimos a la familia de Dios puede que nos refiramos a este momento como el más feliz de nuestra vida. Cuando aceptamos por fe a Cristo como Salvador, nos convertimos en hijos de Dios, y Él se vuelve nuestro Padre celestial. La Biblia afirma: Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús (Gálatas 3:26).
Como hijos adoptados por Dios, tenemos hermanos de la fe en Cristo, y todos compartimos una herencia eterna (Colosenses 1:12). Además, el Espíritu de Cristo mora en nuestro corazón y nos permite orar utilizando el nombre AbbaPadre (Gálatas 4:6), como si un niño dijera: "Papito".
Ser hijo de Dios implica experimentar la intimidad y sentir el sentimiento de protección de un Padre que nos ama, acepta y desea conocernos. Nuestra adopción para formar parte de su familia es una maravillosa bienvenida a casa.
Los brazos de Dios siempre están abiertos para dar la bienvenida a casa a sus hijos.

No está aquí, pues ha resucitado, como dijo

"No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor". Mateo 28:6
No está aquí, pues ha resucitado, como dijo

Una amiga mía, maestra de preescolar, escuchó sin querer una conversación entre sus alumnos. La pequeña María hizo la pregunta: ¿Quién ama a Dios? Todos respondieron: ¡yo!, ¡yo!, ¡yo! Y Guillermito dijoYo amo a Jesús. A lo cual, Carla protestóPero Él murió. El niño respondió: Sí, ¡pero cada Semana Santa resucita!
Es evidente que Guillermito todavía tiene que aprender algunas cosas sobre la Pascua. Sabemos que Jesús murió una vez y para siempre (Hebreos 10:12), y que, por supuesto, resucitó de entre los muertos una vez. Tres días después de pagar en la cruz la pena por nuestros pecados, el Jesús inmaculado venció a la muerte al resucitar de la tumba y destruir el poder del pecado. Este último sacrificio de sangre abrió el único camino para que ahora tengamos una relación personal con Dios y un hogar con Él por la eternidad.

Viejos amigos – Nuevos amigos

El grado de su relación con Dios va a estar determinado en su mayor parte, por la relación que usted tenga con otras personas. La gente influye en nuestras vidas, no lo podemos evitar, ya que como seres humanos somos criaturas sociales. Entonces, la influencia de las personas que permitimos en nuestro círculo se verá reflejada en las decisiones que tomamos. Por ejemplo, nadie se casa con alguien que no conozca.
Y las personas con las que nos rodeamos a diario son las que nos influencian más. Y también están las personas que vemos en la televisión, ¡claro está! La razón por la que un estilo de vestir puede propagarse a través de una nación en tan poco tiempo, es porque somos influenciados por lo que vemos y oímos.
Ahora ya, como un nuevo Cristiano, usted está enfrentándose al reto de cómo tratar con las relaciones que usted ya tiene. Probablemente esté pensando ahora en esto: “¿Cómo les digo a mis amigos, a mi familia o a mi cónyuge, quienes aún no han recibido la salvación, lo que me acaba de pasar?”

¿Hasta cuándo Tengo que Aguantar A Mi Cónyuge?

La aceptación es una necesidad fundamental para tener un matrimonio saludable.
La aceptación matrimonial significa entender que tu cónyuge tiene una identidad propia, determinada por su temperamento, su cultura, su educación y el medio ambiente en el que se desarrolló, entre otras características.
 
Todos los seres humanos tenemos la necesidad de sentirnos aceptados. Lo contrario es el rechazo, lo cual implica una manifestación de no aceptación que genera mal juicio, crítica, malestar, enojo, resentimiento y baja autoestima.
En el matrimonio ambos cónyuges deben aceptarse tal como son, con sus virtudes y defectos. A partir de la aceptación mutua, se puede y se debe trabajar para mejorar ayudándose mutuamente.
 
Muchos cónyuges no recibieron esta manifestación de amor en sus hogares, y se sintieron rechazados por alguno de sus padres, quizá por los dos, aunque de manera generalmente inconsciente. Y luego, esta falta de aceptación la arrastran al matrimonio. Al inicio de la vida conyugal no se manifiesta, por cuanto en la etapa del enamoramiento sí se sienten aceptados. El problema se manifiesta cuando pasada esa etapa, comienzan las quejas, las actitudes despectivas, la indiferencia y las ofensas.
En el matrimonio es completamente normal que los cónyuges sean diferentes o muy diferentes. Lo contrario es poco común, ya que en las relaciones de pareja ocurre lo mismo que en las leyes de la física, que los polos opuestos se atraen y los polos iguales se repelen. La idea es que sean complementarios.
 
Entonces, los cónyuges deben entender que en la relación matrimonial cada uno tiene que aportar sus dones y virtudes, y que van a ayudar a su cónyuge y viceversa. Siempre hay un cónyuge más activo y siempre hay uno más pasivo que el otro. El más activo debe entender que será un aporte al matrimonio de por vida, y a su cónyuge probablemente le tocará activar la paz.