Lo primero que debemos reconocer es que todo lo que tenemos proviene de Dios.
Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación. Santiago 1:17
Todo es de Dios y Él lo reparte como quiere. Recordando la Parábola de los Talentos, vemos cómo El Señor decidió dar a uno cinco talentos, a otro dos talentos y al tercero solo uno. En resumidas cuentas, somos solo administradores de los bienes que Dios nos ha dado, para que podamos producir aún más con nuestro esfuerzo y dedicación, para beneficio de nuestra familia y de la comunidad en general.
Antes de nada, comprendamos lo que el socialismo significa:
¿Qué es Socialismo?
El socialismo es definido como un sistema de organización económico y social, cuya base es que los medios de producción sean parte del patrimonio colectivo, y sea el mismo pueblo quien los administre.
El socialismo es definido como un sistema de organización económico y social, cuya base es que los medios de producción sean parte del patrimonio colectivo, y sea el mismo pueblo quien los administre.
El orden socialista se plantea como objetivos principales la justa repartición de los bienes y una organización racional de la economía. Para ello plantea la eliminación de la propiedad privada y la extinción de las clases sociales.
Seguramente todos estaríamos de acuerdo en erradicar la pobreza y que no hubiera tanta diferencia entre las clases sociales, pero ¿esto es posible? ¿Somos todos iguales, tenemos los mismos talentos, la misma capacidad, los mismos sueños, las mismas ganas de emprender, de trabajar, etc.?
¿El ideal de que todos tengamos lo mismo, a pesar de que somos diferentes, podría funcionar si el gobierno tomase el control de los bienes e hiciese la repartición?
Hay un pasaje bíblico que llama mucho la atención:
44 Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas: 45 vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. 46 Perseveraban unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 47 alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. Hechos 2:44-47
44 Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas: 45 vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. 46 Perseveraban unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 47 alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. Hechos 2:44-47
Leer que los creyentes tenían todo en común y compartían sus bienes, puede sonar a “socialismo”, el cual pretende “distribuir la riqueza equitativamente” (tipo Cuba), para eliminar la pobreza. Pero al meditar más en este pasaje, nos damos cuenta que ellos “compartían sus bienes”, “partían el pan y compartían la comida (voluntariamente) con alegría y generosidad”. En otras palabras, los creyentes compartían lo que tenían por gusto, por amor al prójimo, para glorificar a Dios, y disfrutaban al tener el favor del pueblo… y El Señor añadía a ese grupo los que iban siendo salvos.
Esto es completamente diferente a lo que el socialismo propone. En un sistema socialista, el gobierno quita a unos para dar a otros o los fuerza a dar; independientemente de que quieran o no hacerlo.
Bajo este sistema, el dador que da con generosidad y con alegría, y el hombre tacaño, están obligados por el gobierno a dar de lo que ganan. Esto le quita la oportunidad al dador, de hacerlo como dice el siguiente pasaje:
Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre. 2 Corintios 9:7
Bajo este sistema, el dador que da con generosidad y con alegría, y el hombre tacaño, están obligados por el gobierno a dar de lo que ganan. Esto le quita la oportunidad al dador, de hacerlo como dice el siguiente pasaje:
Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre. 2 Corintios 9:7