Un hombre, su caballo y su perro caminaban por un sendero. Al pasar cerca de un árbol gigantesco, cayó un rayo, y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había dejado este mundo, y siguió caminando con sus dos animales (a veces a los muertos les lleva un tiempo ser conscientes de su nueva condición…)
El caminante se dirigió al hombre que guardaba la entrada:
– Buenos días. ¿Qué lugar es éste, tan bonito?
– Esto es el cielo.
– Pues qué bien que hemos llegado al cielo, porque nos estamos muriendo de sed.
– Usted puede entrar y beber todo el agua que quiera.
– Mi caballo y mi perro también tienen sed.
– Lo siento mucho, pero aquí no se permite la entrada de animales.