1 Tesalonicenses 5:18 “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”
La gratitud es una de las actitudes del nuevo nacimiento de una persona que acaba de ser rescatada de la muerte eterna. Actitud que ya no se cultiva mucho en nuestros días. El egoísmo y el orgullo han minimizado los corazones de la humanidad, por lo que para la gratitud ya no hay cabida y menos para Dios, ya que el hombre aún piensa que lo que logra en la vida lo hace por sus propios medios.
La ingratitud es sinónimo de no ser agradecidos con lo que Dios hace en nosotros, quien nos provee y nos salva de pecado a través de su misericordia. En la Biblia leemos la historia de los diez leprosos, un claro ejemplo de lo que es la gratitud y la ingratitud (Lucas 17:11-19).
En aquel tiempo, cuando una persona enfermaba de lepra, tenía que alejarse y aislarse por completo de sus familiares y amigos para no contaminar a nadie; era muy difícil que alguien pudiera ser curado, pero una vez que se confirmaba que estaba libre de lepra, se realizaba una ceremonia de purificación, y la persona, después de haber pasado por tan terrible enfermedad, se sentía agradecido de ser liberado de ella.
Este fue el mismo caso que leemos en el libro de Lucas, cuando diez leprosos le pidieron a Jesús que tuviera misericordia de ellos, y mientras se dirigían a donde Jesús les había dicho, fueron sanados.
Es evidente que Jesús los envió a mostrarse a los sacerdotes para que diesen testimonio de Quién los había sanado. Sin embargo, solo uno de los leprosos, al ver que había sido sanado, regresó glorificando a Dios con gran voz (Lucas 17:15), y Jesús al preguntarle donde estaban los otros nueve leprosos, le dice “levántate y vete, tu fe te ha salvado” (verso 19). ¡Qué poderosas palabras son, después de una sencilla decisión de gratitud hacia Quien tuvo misericordia de la persona! (Colosenses 3:15).