Hay una realidad verdaderamente frustrante. Hoy es más fuerte el poder de la necesidad que el poder de la Fe.
No es que no haya Fe, sino que realmente la necesidad maneja los alineamientos de cómo o de qué manera entendemos hacer las cosas. Si bien Dios nos envió a ministrar y a ayudar a los necesitados, lo preocupante y frustrante es que aquellos que han sido ayudados y ministrados, no terminen de ser libres del poder de la necesidad.
Hay una carencia del conocimiento revelado de nuestra posición como iglesia, que nos ha llevado a practicar la mendicidad y no al diseño que debemos ejercer.
Dice el Salmo 105:37 (PDT) "Sacó a su pueblo cargado de oro y plata, y no hubo entre ellos ningún enfermo y debilitado".
Para nosotros, "desierto" es sinónimo de lucha y necesidad. Sin embargo, para las escrituras "desierto" es sinónimo de prosperidad, sanidad y Poder (ejemplo de poder: Jesús en el desierto).
Existe la realidad de lo que nosotros denominamos desierto, como ese espacio de confrontación, lucha y aflicción, sólo diseñado para potenciar y redescubrir nuestra Fe. Es por eso que uno puede estar de ayuno cuarenta días, como Jesús, y jamás morir, porque Dios no nos llamó a morir en un desierto. ¿Por qué? Porque el desierto, la lucha, no es el lugar del cumplimiento de nuestro propósito, sino cómo desarrollarlo. Si lo estás desarrollando jamás morirás ahí, porque ello te impulsará a lo verdadero, a conquistar las naciones de la tierra.
Es frustrante ver cómo el espíritu, la mentalidad, la actitud, o como queramos denominarlo, de mendicidad, ha atrapado la mentalidad de los Hijos con propósito, para llevarles a habitar en una necesidad permanente.