domingo, 9 de marzo de 2014

¿Existió realmente Jesús? ¿Hay alguna evidencia histórica de Jesucristo?

Normalmente cuando se hace esta pregunta, la persona que la hace, cataloga la misma como hecha dejando aparte lo que dice la Biblia. No aceptamos la idea de que la Biblia puede ser considerada como fuente de evidencia sobre la existencia de Jesús. 

El Nuevo Testamento contiene cientos de referencias acerca de Jesucristo, y hay quienes datan la escritura de los Evangelios en el siglo dos d.C., esto es, más de 100 años después de la muerte de Jesucristo. Aún si este fuera el caso, rechazado firmemente por la gran cantidad de evidencias antiguas, los escritos hechos menos de 200 años después de que los eventos tuvieran lugar, son considerados como evidencias muy fiables. Más aún, una gran mayoría de estudiosos, cristianos y no cristianos, aceptan que las Epístolas de Pablo, al menos algunas de ellas, fueron realmente escritas por Pablo en la mitad del primer siglo d.C., menos de 40 años después de la muerte de Jesús. En términos de evidencias de manuscritos antiguos, esta es una prueba extraordinariamente verosÍmil de la existencia de un hombre llamado Jesús en Israel, durante el principio del primer siglo de nuestra era.


También es importante reconocer que en el año 70 d.C., los romanos invadieron y destruyeron Jerusalén y la mayor parte de Israel, matando a sus habitantes. Ciudades enteras fueron literalmente quemadas hasta sus cimientos. En consecuencia, no debería ser motivo de 
sorpresa el hecho de que muchas evidencias de la existencia de Jesús fueron destruidas. Además, muchos testigos oculares de Jesús debieron haber muerto. Estos hechos, obviamente, disminuyeron la cantidad de testigos oculares del testimonio de Jesús que sobrevivieron.

Insiste hasta que te responda

¿Creen ustedes que Dios no defenderá a las personas que él eligió, y que día y noche le piden ayuda? ¿Creen que tardará él en responderles? ¡Claro que no, sino les responderá de inmediato! Lucas 18:7-8
En la Biblia tenemos dos claros ejemplos de personas que insistieron hasta obtener lo que necesitaban:
-La primera es una viuda que frecuentemente buscaba al juez de su ciudad y le pedía que le hiciera justicia en la corte. Al principio él no quería atenderla, pero a causa de su persistencia la ayudó para evitar que le siguiera molestando.
praying-El segundo, es un hombre que a medianoche va a la casa de un vecino y le pide prestado tres panes, porque un amigo había llegado de viaje y él no tenía nada que ofrecerle. Pese a la inoportunidad del vecino, el hombre terminaría dándole lo que necesitaba.
Estos dos pasajes sirven para preguntarnos lo siguiente: ¿Si Dios mora en nosotros, por qué seguimos igual en determinadas áreas de nuestra vida? La única respuesta posible es que estamos haciendo algo mal. Posiblemente, al no ver la respuesta de Dios en nuestro tiempo y conforme a nuestros planes, entrara el desánimo y la duda en nuestro corazón y ahora sólo oramos algunas veces, cuando nos acordamos de cierta petición o cuando tenemos problemas.
Pero la Palabra de Dios nos manda orar sin cesar y en todo tiempo, no sólo cuando Dios responde de inmediato, sino también cuando su respuesta tarda e incluso cuando su respuesta es “No”.
Debemos orar cada día sin desmayar, ser constantes, perseverantes e insistentes, no darnos por vencidos en ningún momento. Necesitamos tener disciplina al orar.
Otro asunto importante es que debemos empezar a pedir también por los demás, no sólo enfocarnos en nuestras necesidades, sino pedir por la salvación de otras personas en todo el mundo, debemos pasar de la oración a la intercesión. Dios nos enseña a clamar y a pedir por los motivos que están en el corazón de otros.

Mi abogado


Pagado: Caso Cerrado

Después de vivir “una vida buena”, mi tiempo
en la tierra llegó a su final. La primera cosa
que recuerdo fue estar sentado en la sala de
espera de una corte. Las puertas se abrieron y
me mandaron a entrar y sentarme en el banco
del acusado. Miraba a mi alrededor y vi al
fiscal, la persona más desagradable que
jamás había visto. Me dio una mirada malvada
y gruñó. Al sentarme, miré a mi izquierda y
allí estaba mi abogado, un caballero amable y
bondadoso que me pareció familiar.
De repente, la puerta de enfrente de la sala de
justicia se abrió, y allí apareció el juez con una túnica
negra. Me impresionó tanto que no podía
quitar mis ojos de él. Cuando tomó su
asiento dijo “Comencemos”.
El fiscal se levantó y dijo: “Mi nombre es
Satanás y estoy aquí para demostrar por qué el
acusado merece el infierno”. Procedió a contar
todas las mentiras que yo había dicho, las cosas
que había robado, y cómo había engañado y
defraudado a otros. Contaba todas las perversiones
de mi vida pasada.
A cada minuto que pasaba me sentía peor; tan
avergonzado que no podía alzar la vista ni para
mirar a mi propio abogado. El diablo mencionaba
pecado tras pecado que yo había olvidado
por completo. Me sentía molesto por todo, y
más al ver que mi abogado no decía nada para defenderme.
Yo sabía que había hecho esas cosas, pero también
había muchas cosas buenas. 
¿No podría lo bueno cancelar algo de lo malo? 
El acusador terminó diciendo con furia: 
“Este hombre debe ser lanzado al infierno. 
Es culpable de todas estas acusaciones, 
y no hay hombre que pueda probar lo contrario”.
Cuando ya era su tiempo, mi abogado pidió
permiso para acercarse al tribunal. El juez
aceptó su petición en contra de las protestas de Satanás. 
Mientras caminaba hacia el tribunal,
le vi por primera vez en todo su esplendor y
majestad. Ya recordaba por qué me había parecido
familiar; era Jesús quien me representaba,
mi Señor y Salvador. Se paró frente al banco
y dijo con voz suave al juez. “Hola papá”.
Después se digirió a la corte. “Satanás está en
lo correcto cuando dice que este hombre ha
pecado. Esto no lo vamos a negar. Aceptamos
los cargos contra mi cliente. También tiene
razón en que este hombre merece ser castigado con la muerte”.
Respiró profundamente y dio la vuelta hacia
su Padre con manos extendidas y proclamó:
“Pero yo di mi vida en la cruz para que esta
persona pudiera tener vida eterna. Él me ha
aceptado como su Salvador, entonces, es mío”.
Continuó diciendo: “Su nombre está escrito
en el Libro de la Vida y nadie puede arrebatarlo
de mi mano. Satanás todavía no entiende que
este hombre no recibirá justicia, sino misericordia”.
Volvió a sentarse, pero no sin antes mirar
hacía su Padre y decir: “No hay nada más que
hacer. Yo lo he hecho todo”.
El juez levantó su mano poderosa y bajó su
mazo con fuerza mientras las siguientes palabras
salían de su boca: “Este hombre está libre;
el castigo ya ha sido pagado totalmente. Caso cerrado”.
Mientras salía del salón con mi abogado, podía
escuchar a Satanás gritando “No me daré por
vencido. Ganaré el próximo caso.” 
Pregunté a Jesús si alguna vez había perdido un caso. 
Me miró con amor y me dijo: “Todos los que se han
acercado a mí pidiendo que yo les represente,
han recibido el mismo veredicto que usted:
Totalmente Pagado”.

 

Espera con el Corazón

Cuando sabemos que tenemos que esperar, algo sucede en nuestro interior, que a veces, en lugar de alegrarnos porque recibiremos algo, nos entristece porque aún no lo tenemos. Para todos es difícil esperar, en especial en esos momentos en los que nos es muy urgente recibir una contestación; en ocasiones por una enfermedad, por lo doloroso de una situación emocional o por una necesidad. Todo nos parece fácil, excepto tener que esperar, porque la espera es sinónimo de que aún no es el momento, y eso es lo que realmente nos es difícil de aceptar.
Para algunos es mejor actuar, pues piensan que no hay por qué esperar, que no hay tiempo que perder, pero están también los que sienten que no pueden hacer absolutamente nada al respecto de su situación, porque por más que lo intenten es imposible cambiarla. Sí, hay situaciones realmente duras en las que por más empeño que ponemos, no podemos hacer nada al respecto, y lo único que nos queda es esperar.
Y en ocasiones, ante nuestra falta de paciencia podemos cometer errores al apresurarnos a tomar decisiones, de las que después no hay vuelta atrás y que lo único que hacen es empeorar las cosas. Tratamos de solucionar un problema y ocasionamos otro, y después nos sentimos peor que al principio; intentamos esperar, pero nuestra mente es tan hábil que nos dice muchas cosas que nos hacen preocuparnos, y nos desesperamos, dudamos. Pero hay algo que nunca debemos olvidar, que Dios habla al corazón y no a la mente.

Padres Que No Guían, Hijos Que Se Extravían

 “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. (Proverbios 22:6) 
Criar es orientar, educar, guiar, transmitir valores trascendentales por medio de la conducta; es acompañar activamente al niño hacia el camino de la maduración y la autonomía positiva.
¿Amas a todos tus hijos por igual?
Isaac manifestó favoritismo por su hijo mayor, Esaú, despreciando a Jacob, el menor. Como consecuencia, Jacob y Esaú estuvieron enemistados la mayor parte de sus vidas.
El mal ejemplo de papá Isaac se repitió cuando Jacob tuvo su propia familia. Ante una situación de mucho riesgo, mandó al frente beligerante a los menos amados y alejó lo más posible del peligro a los hijos más queridos. Cuando tratas mejor a uno o algunos de tus hijos, en descrédito de los otros, les estás predestinando a que tengan celos y divisiones entre ellos. Cada uno de tus hijos tiene diferentes capacidades, dones y talentos, y tu deber es guiarles para que lleguen a ser todo lo que Dios espera. Ama a todos tus hijos con igual intensidad.
¿Enseñas a tus hijos a elegir buenas amistades?
En la Biblia se relata que Amnón, el hijo mayor del rey David, escuchó el consejo de su “amigo” Jonadab y este desacierto le costó la vida, 2º Samuel 13. Enseña a cada uno de tus hijos a elegir buenos amigos. Lo lejos y alto que lleguen en la vida estará determinado por su círculo íntimo.