En
este momento la ciencia marca su auge en la civilización moderna. Esto
significa que es una época en la que se mide hasta dónde puede llegar el razonamiento del hombre.
De acuerdo, la
ciencia se desarrolla en base a la razón. En otras palabras, traído al contexto
cristiano, la ciencia no es otra cosa que el desarrollo del alma del hombre.
No obstante, la fe
no es una ciencia basada en la razón, no se descubre ni se desarrolla en base a
la misma. Aun así, muchos cometen el error de considerar a la fe como un
mecanismo del alma, de la razón y de la ciencia.
Algunos, modernos
teólogos, intentan explicar la fe desde el punto de vista de la
ciencia. Erróneamente, llegan a la conclusión de que La Biblia es
solo un mito antiguo. ¡Grave error! La Biblia, que relata episodios
de encuentros entre el Dios eterno y el hombre temporal, no puede ser
considerada como un mero objeto de análisis académico.
Obviamente, la
razón adquiere un mayor conocimiento a través de los sentidos, es decir,
comprendemos, perseguimos y sistematizamos los objetos a través de los
sentidos: la vista, oído, olfato, gusto y tacto. Pero Dios habita en el mundo
espiritual, que está por encima del mundo sensorial. De manera que resulta
imposible conocer y percibir a Dios por medio del alma. Solo es posible conocer
a Dios a través del tercer ojo, es decir, el ojo espiritual.
Entonces, ¿cómo conocemos a Dios?
Podemos conocer y
creer en Dios por medio de nuestro espíritu. La vida cristiana se lleva a cabo
en el espíritu, no en el alma. Nuestro espíritu no vive de la razón, sino de la
inspiración divina, es decir, de la visión. Por eso la vida cristiana no está
en un plano racional ni carnal, sino espiritual. El mundo espiritual abraza al
mundo racional de tal modo, que éste ocupa apenas una porción muy pequeña en el mundo
espiritual. La vida cristiana consiste en comprender y creer en la Palabra de
Dios mediante la revelación espiritual, para luego recibir la salvación,
quebrantar la carne y administrar la vida mortal.
Podemos ver el
mundo espiritual, cuando nacemos de nuevo en agua y en el Espíritu Santo. No es
que nuestro espíritu, por sí mismo, pueda conocer el mundo espiritual. El
hombre posee espíritu, sí, pero para llegar al conocimiento del mundo espiritual,
tenemos que nacer de nuevo en agua y en el Espíritu Santo, tal como advirtió
Jesús a Nicodemo.
El Espíritu Santo
mora en nosotros una vez que recibimos a Jesús y recibimos el perdón de
nuestros pecados. Es entonces, cuando comenzamos a creer que La Biblia es La
Palabra de Dios. No es que "comprendamos" La Biblia, sino que la
"creemos". Y no queda, entonces, margen a la duda en cuanto a la
Creación, la división del mar Rojo, el nacimiento virginal de Jesús, el milagro
de los cinco panes y los dos pescados, y la resurrección de Jesús pasados los
tres días desde su muerte en la cruz. Toda aquella palabra que uno no podía
comprender por medio de la razón y los sentidos, es revelada de tal forma, que
uno comienza a creer como si lo viera y escuchara directamente.
De esto trata el
mundo espiritual, del mundo de la fe. La fe pertenece al mundo espiritual. Por
añadidura, no la vemos, ni la tenemos, con nuestros ojos físicos, pero ejerce
una gran influencia en el plano espiritual.