Siempre me pongo a pensar en qué fue lo que Dios pudo ver en mí para haberme llamado con tanto amor, y la verdad es que no encuentro respuesta a no ser por la Gracia de Dios. Esta Gracia es lo que me permite acercarme a Dios, tener la oportunidad de buscarle, de conocerle, de ir descubriendo la profundidad de su amor, y lo más importante, poder llegar a obtener una vida sin fin junto a Él, eternamente; adorando al creador de todas las cosas, admirando su rostro, y siempre adorando su Santo nombre.
La verdad es que todo lo que Él paso por nosotros, el rechazo, la vergüenza, el sufrimiento, el dolor, la muerte, no fue nada fácil ya que estuvo solo en esta Tierra, pasando un proceso macabro sin poder pedir ayuda ni fuerzas a su Padre, ya que nuestro pecado estaba sobre Él en aquel entonces y, por tanto, Dios Padre no podía ayudarle. Jesús pasó todo esto sin su amado Padre, y eso era lo más aterrador que pudo experimentar nuestro Precioso Salvador; imagino cuánto dolor estaba pasando mientras todos gritaban que le crucificaran, mientras le golpeaban, apedreaban, escupían, cuánto dolor físico y emocional experimentó sin su Padre: pero Él quería hacerlo, era su deseo, era su sueño darnos la oportunidad de estar con el Padre confiadamente, sin manchas que nos separen de Él. Estando aún crucificado rogaba por nosotros, y nos seguía mirando con ojos de amor, nunca hubo odio en su corazón, nos soportó para que, tomando en cuenta este gran sacrificio, podamos alcanzar la salvación, que es dada por Gracia, que es el Regalo que no merecemos.
Por tanto, no dejemos que lo que Dios hizo sea poco valorado. Él se entregó por completo por quienes no le amaron; por tanto, en acto de gratitud por el gran amor de Jesús, entreguemos nuestras vidas al que nos amó primero, entreguemos nuestros cuerpos, que son la casa en la que Dios vive a través de su Espíritu Santo, apreciemos este regalo con nuestra vida, ya que no fue nada sencillo poder adquirirlo; costó el sufrimiento de uno para salvación de muchos, la muerte de uno para dar vida a muchos, sin considerar el peso de la cruz.