miércoles, 9 de septiembre de 2015

Deleitarse en el Señor

La palabra "deleitarse" significa tener gran placer, satisfacción y felicidad. ¿No es esa, precisamente, la clase de relación que usted quiere disfrutar con el Señor?, ¿un compañerismo en el cual ambos disfruten de tiempo juntos? Si eso le suena bien, hay una gran noticia: Dios también quiere esa clase de relación que se fortalece por medio de la consagración, confianza y paciencia.
• Primero: El creyente debe consagrar sus caminos a Dios. Esto significa aceptar que Él examine nuestros planes y deseos. El Señor es invitado a cambiar en nuestra vida todo lo que no concuerde con su plan.
• Segundo: El creyente debe confiar en Dios. ¿Quién es más digno de nuestra fe que el Padre celestial, quien dio a Jesucristo para salvarnos, para salvar a perversos pecadores? Aquel que no escatimó a su propio Hijo, ciertamente dará a sus hijos todo lo que necesiten (Romanos 8.32).
• Tercero: El creyente debe descansar totalmente en Dios. Cuando nos impacientamos por algún asunto, no nos estamos encomendando al Señor ni confiando en Él. Por nuestra limitada perspectiva humana, esperar con paciencia rara vez es fácil. Pero Dios sabe cuándo y cómo están dadas las circunstancias para ti, y el tiempo perfecto para que cumplas su voluntad.
Una relación personal con el Señor no es una carga, aunque puede que no sea una tarea fácil. Pero el esfuerzo es una labor de amor, porque los humanos hemos sido creados para gozarnos en la presencia de Dios. El mayor placer que podemos experimentar es andar de la mano con el Padre que nos ama.

Adan Y Eva: El Juego De La Culpabilidad

“LA MUJER QUE ME DISTE… ME DIO DEL ÁRBOL, Y YO COMÍ” (Génesis 3:12)

Durante cuarenta años, un hombre fuma tres paquetes de cigarrillos al día, muere de cáncer de pulmón más tarde, y su familia demanda a la tabacalera… Una mujer borracha se estrella conduciendo, y después culpa al dueño del bar. Tus hijos están descontrolados, así que hechas la culpa a la violencia televisiva, a la falta de disciplina en la escuela o a la influencia de sus amigos. 
Excusas, ¡tenemos cientos de ellas! Nuestros padres nos fallaron… Nuestros amigos nos decepcionaron… Alguien nos dio un mal consejo… Nuestra “media naranja” no nos entiende. El “juego de la culpa” no es nada nuevo; a ello hemos estado “jugando” desde el principio de la creación. La primera pareja le dio a Dios toda clase de excusas para evitar la responsabilidad de sus acciones. Adán incluso culpó a Dios diciendo: “Fue por la mujer que me diste” (Génesis 3:12). Eva tampoco “se quedó atrás”, diciendo: “La serpiente me engañó… (Génesis 3:13b).

Salomón dijo: “El de corazón sabio recibe los mandamientos, mas el de labios necios va a su ruina” (Proverbios 10:8), porque la capacidad de aceptar responsabilidad está en el nivel de tu carácter y madurez. Pero lo que es aún más importante es que el Señor no va a perdonarte y restaurarte hasta que no reconozcas tu pecado y te alejes de él. En ninguna parte de las Escrituras, Él disculpa el pecado de alguien por la intermediación de otra persona. De hecho, cuando te acostumbras a culpar al otro, nunca llegas a arrepentirte en serio. La Biblia dice que "es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho…” (2 Corintios 5:10). Reconocer tus pecados y defectos aquí y ahora, te libera para recibir el perdón de Dios y seguir adelante hacia la madurez.

Cambiado por el Espíritu Santo

Cuando el Espíritu de Dios viene de verdad sobre una persona, esa persona es cambiada. Primera de Samuel 10:6 nos dice que Saúl iba a ser “una nueva persona”, lo que en realidad significa que sería cambiado tan a fondo, que la gente creería que se trataba de otro hombre.
Las evidencias más importantes de una vida llena del Espíritu Santo son un cambio de carácter y el desarrollo de los frutos del Espíritu Santo, tal como se describen en Gálatas 5:22-23. Dios llena a las personas con el Espíritu Santo para capacitarlas a vivir para Él. Si no están haciendo esto, no están testimoniando de la auténtica evidencia de ser un creyente en Jesucristo. Hablar en lenguas fue una de las evidencias del derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés, y lo sigue siendo hoy. Pero la evidencia más importante en aquél entonces, y siempre, son los hombres y mujeres cambiados (Hechos 2: 1-4). 
En el juicio a Jesús, Pedro negó a Cristo tres veces porque tuvo miedo de los judíos (Lucas 22:56-62); pero después de ser lleno del Espíritu Santo en aquel día de Pentecostés, se puso de pie y predicó un mensaje extremadamente audaz. Tres mil almas fueron añadidas al Reino de Dios como resultado de la prédica de Pedro aquél día (Hechos 2:14-41). El bautismo en el Espíritu Santo cambió a Pedro; lo convirtió en otro hombre. Su temor desapareció de repente, y se volvió tan confiado como un león.

Yo Soy La Gran Comisión.

“Vayan pues a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”. (Mateo 28:18-20)
Sé que Dios me ha comisionado para una tarea muy especial.  Una comisión es una delegación para efectuar una tarea.  La autoridad de Dios ha sido puesta sobre mí para cumplir su propósito. Al cumplir su comisión necesito saber que el Señor hace como Él comisiona. Porque cuando Dios comisiona, Él faculta.
Cuando Dios comisiona Él encomienda. Cuando Dios comisiona, Él permite. Y para ser obediente al llamado del Señor necesito reconocer que su poder y su autoridad están en mí. Lo que necesito es activar ese poder, y ese poder se activa viviendo una vida santa y pura y una vida de oración.
Cómo discípulo de Él, su poder está presente en mi vida y ministerio. Esta es la diferencia entre una vida victoriosa y una vida derrotada, entre una iglesia victoriosa y una derrotada. Quiero ser la comisión activa de Dios donde quiera que esté.

El Precio De Ser Bendecido

“…EL PREMIO… CORRED DE TAL MANERA QUE LO OBTENGÁIS” (1 Corintios 9:24)

Los corredores con experiencia en largas distancias han aprendido a concentrarse en la resistencia, y no solo en la velocidad. Mantienen un ritmo casi siempre constante para que cuando se acerquen a la línea de meta, puedan usar las fuerzas de reserva. Pablo dijo: “….yo de esta manera corro, no como a la ventura…, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:26-27). Para los corredores espirituales (de largas distancias), abandonar no es una opción. A pesar de los retrasos y decepciones a lo largo del camino, saben que nunca estarán satisfechos si se quedan parados, por lo que animan a aquéllos que “corren la carrera”. Así que, si eres de esa clase de personas que necesita alcanzar la esperanza de su llamado y cumplir el plan que el Señor ha ordenado para ti, ¡lánzate a ello! y no te olvides de que Jesús dijo: “…a todo aquél a quien se le haya dado mucho, mucho se le demandará…” (Lucas 12:48). Eso sí, querer ganar te costará presiones, críticas, soledad y sacrificio.

Entonces, ¿cuál es el secreto para mantenerte con fuerza? El escritor de la carta a los Hebreos dijo: “…Jesús… el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio…” (Hebreos 12:2). Solo aguantarás el dolor cuando estés esperando algo con ilusión. Dios nos expone a la oposición y a la crítica para fortalecer nuestro carácter. De esta forma, cuando vengan las grandes bendiciones y sus correspondientes responsabilidades, no reventaremos. El éxito solo llega cuando estás comprometido y tienes la pasión suficiente para “cruzar la línea de meta”. Por lo tanto, debes preguntarte: ¿podré resistir para poder ser bendecido? Cuando sientas la presión, ¿dirás como Nehemías?: “…Estoy ocupado en una gran obra y no puedo ir…” (Nehemías 6:3). Si te contestas que vas a aguantar, concéntrate en el objetivo, “corre para ganar” (1 Corintios 9:24b), ¡y podrás estar seguro de que “cruzarás la línea de meta”!
“…SIÉNTATE… Y CALCULA LOS GASTOS…” (Lucas 14:28b)