La esperanza de una vida nueva comienza con Jesús. Jesús significa “El Señor salva”. Jesús vino a la tierra para salvarnos, porque nosotros mismos no podíamos salvarnos del pecado y sus consecuencias. Por muy buenos que nosotros creamos que somos, no podemos eliminar la naturaleza pecadora presente en todos nosotros.
Sólo Jesús puede hacer eso. Jesús no vino para ayudar a la gente a salvarse a sí mismos, Él vino para ser el Salvador con poder. Hoy quiero agradecerle su obra de salvación en mí y quiero proclamarle como Salvador para que aquel que aún no le conoce, le conozca y proceda al arrepentimiento.
La esperanza de una vida nueva está garantizada por la resurrección de Jesús. Nosotros podemos disfrutar de nuestra vida nueva en Cristo porque nos unió con Él, en su muerte y en su resurrección.
Nuestros deseos perversos, nuestros cautiverios al pecado y nuestro amor al mismo, murieron en Jesús. Ahora, unido por la fe en Él, en su vida y su resurrección, tenemos amistad con Dios y libertad en el Espíritu. Cuando estábamos muertos por nuestros delitos y pecados, y nuestros deseos pecadores aún no estaban cercenados, Dios nos dio una libertad con la vida misma de Cristo y perdonó todos nuestros pecados, borró todos nuestros cargos en la justicia divina y los destruyó al morir Jesús, clavado en la cruz.
Antes de que yo creyera en Cristo, mi vida era perversa, desobedecí, me rebelé e ignoré a Dios. Pero cuando me humillé ante Cristo y admití mi pecado, Él me dio una naturaleza nueva.