Estoy indignado, triste, enojado y avergonzado. La tragedia ocurrida a pocos metros de la isla de Lampedusa, en Italia, sacudió mi ser interior. ¡Tanto dolor! ¡Tanta muerte! ¡Tanta injusticia!...
Los trescientos que fallecieron no deberían pasar desapercibidos. El mundo debería detenerse frente a cada muerte evitable, ante cada ser humano que sufre, junto a toda persona que padece. Miles y miles de hombres, mujeres y niños viven el atropello cotidiano de sus derechos más básicos. Algunos, en naciones dominadas por tiranos que se enriquecen mientras sus pueblos languidecen. Otros, en sistemas que privilegian la banca sobre la vida humana.
Julio Cortázar, en su poema “La verdadera cara de los ángeles”, escribió:
La verdadera cara de los ángeles
es que hay napalm, y hay niebla y hay tortura.
La cara verdadera
es el zapato entre la suciedad, el lunes de mañana, el día a día.
La verdadera cara
cuelga de perchas y liquidación de saldos,
la cara verdadera
es un álbum (x) que cuesta treinta francos
y está lleno de caras (las verdaderas caras de los ángeles):
la cara de un negrito hambriento,
la cara de un niñito mendigando,
un vietnamita, un argentino, un español,
la cara verde del hambre verdadera de los ángeles,
por treinta francos la emoción en casa,
la cara verdadera de los ángeles,
la verdadera cara de los ángeles.
(x) (se refiere al libro en sí mismo, lleno de fotos)
(x) (se refiere al libro en sí mismo, lleno de fotos)