miércoles, 23 de diciembre de 2015

Tengo tantas cosas Pendientes…

No es un gabinete en mi oficina sino un gran archivo que mantengo en mi mente. Cosas que comencé durante los casi 62 años de mi vida, que se me están acumulando.
Debo admitir que algunas eran sueños y planes tontos que pudieron tener un inicio, pero que estaban destinados a finalizar temprano sin llegar a ser completados. Pero otras siguen mirándome esperando que les dé vida nuevamente.
Hoy encontré un mensaje en una bolsa que entonces llevaba conmigo a una estación de radio, en la que emitía cada sábado por la mañana, cuando hacía mi programa en vivo “Línea del Éxito”. Cuánto desearía hoy estar detrás del micrófono compartiendo las miles de historias que llegaban a mi vida en esa época. Hoy decidí desempolvar una y compartirla con ustedes.
Tal vez, como yo, usted también tenga muchos asuntos inconclusos en su vida, esperando que los redescubra antes que sea demasiado tarde.
“A las siete menos diez de una oscura y fría noche en Ciudad de México en 1968, John Stephen Akwari, de Tanzania, ingresó cojeando dolorosamente al Estadio Olímpico; era el último hombre en terminar la maratón.
El ganador ya había sido coronado como tal, y la ceremonia de victoria hacía rato que había acabado. De manera que el estadio estaba casi vacío cuando Akwari, solo, con su pierna ensangrentada y vendada, luchó para dar la última vuelta hacia la meta. El respetable productor de documentales, Bud Greenspan, observó en la distancia. Entonces, intrigado, Bud se dirigió hacia Akwari y le preguntó por qué continuaba la penosa lucha hacia la meta.
El joven de Tanzania contestó suavemente: “Mi país no me envió a cinco mil millas a comenzar una carrera; me enviaron a cinco mil millas a terminarla”.

Sal de tu cueva

Cuando escuchamos sobre la vida de Elías, siempre lo recordamos como el profeta valiente y determinado en cumplir los mandatos de Dios. Sin embargo, a pesar de todas aquellas victorias, él, igual que nosotros, pasó por situaciones difíciles.
Sal de tu cuevaEn el pasaje 1 Reyes 18:40 vemos cómo Dios llenó a Elías de su poder e hizo que confrontara sagazmente, a los profetas de Baal y Asera. Ese día, Dios le dio la victoria y mató a 450 profetas de Baal y 400 de Asera. Cuando la reina Jezabel se dio cuenta de la situación, le envió un mensaje diciéndole:  “Que los dioses me hieran e incluso me maten, si mañana a esta hora yo no te he matado, así como tú los mataste a ellos” (1 Reyes 19:2).  Elías al ver el peligro, huyó para salvar su vida, tuvo gran temor y se alejó de todo (1 Reyes 19:3). Después se escondió en una cueva.
Muchos de nosotros actuamos como Elías, pero peor. Ante los comentarios negativos de otros, huimos de nuestra realidad y nos encerramos en nosotros mismos. Aunque tengamos una buena trayectoria somos susceptibles a ello.

Inesperada recompensa

El bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor. Efesios 6:8.
En esta vida, el trabajo que hacemos por Dios frecuentemente parece infructuoso. Nuestros esfuerzos para hacer el bien pueden ser fervientes y perseverantes sin que veamos resultados, y entonces el esfuerzo puede parecernos baldío. Pero el Salvador nos asegura que nuestra obra queda anotada en el cielo, y que la recompensa no puede faltar.
La viuda pobre que echó las dos blancas en la caja del Señor, poco sabía lo que estaba haciendo. Su ejemplo de abnegación influyó en su día, y ha influido sobre millares de corazones en todos los países y en todas las épocas. Aquella ofrenda ha traído a la tesorería de Dios donaciones de parte de los encumbrados y los humildes, de los ricos y los pobres. Ha ayudado a sostener misiones, a crear hospitales, a alimentar a los hambrientos, a vestir a los desnudos, a sanar a los enfermos, a predicar el Evangelio a los pobres... Multitudes fueron bendecidas por el acto de abnegación de esa mujer. Y en el día de Dios se le permitirá ver el resultado de todas estas influencias. Lo mismo ocurrirá con el precioso don de María al Salvador. ¡Cuántos se han sentido inspirados a rendir un servicio de amor por el recuerdo de aquel vaso de alabastro roto! ¡Y cuánto se gozará ella cuando contemple todo esto!

Pasos de Bebé

El éxito no comienza hasta que iniciamos la caminata del camino hacia nuestras metas, y nuestro caminar siempre comienza con pasos de bebé.
¿Por qué los llamamos pasos de bebé? ¿Serán realmente algo más que nuestros primeros pasos en el camino de la vida?
Los pasos de bebé, como un acto de fe, son los primeros pasos que damos en ella. Vemos a otros avanzando y reclamamos nuestra habilidad de caminar al seguirlos. Al crecer, seguimos nuestro desarrollo al tomar pasos de bebé adicionales. A veces caemos y otras fracasamos. De allí en adelante, todos los pasos se convierten en actos de fe; simplemente, nos vamos haciendo más duchos.
Si nos decimos a nosotros mismos: “No quiero verme como un tonto” o “más vale que sea bueno en esto”, dudamos, y probablemente nunca tomaremos los pasos de bebé hacia nuestras metas y acabaremos ahogándonos en nuestra propia misericordia.
¡Claro!, como cultura solo nos enfocamos en los resultados. Sopesamos cada riesgo que deberemos tomar para alcanzar nuestras recompensas. Y son pocos los que son rendidores consumados en alguna tarea la primera vez que lo intentan. Los hay que fracasan y otros triunfan. Estos últimos, se basan en sus habilidades para cada ocasión. Practican sus habilidades y usan sus talentos a través de pasos de bebé, antes de estar listos para mostrárselos al mundo.
Así que, aprendamos a tomar esos pasos de bebé para alcanzar las metas que tenemos por delante. Sepamos que podemos apoyarnos en Dios para que nos muestre el camino. Entre más duchos nos pongamos, nuestros pasos de bebé se convertirán en caminata, luego en trote, y finalmente en carrera. Así es como nuestros pasos de bebé nos guían a través de la maratón de la vida.