domingo, 2 de septiembre de 2012

Sin fuerzas

"Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas" Isaías 40:29
A veces hay una incomodidad en tu vida que no te permite tener paz, esa sensación que turba tu mente y tu espíritu producida quizá por diferentes episodios que has tenido que vivir los últimos días.
Y es como si pareciera que hay días en los que estamos en racha, recibimos diferentes problemas, enfrentamientos, discusiones o palabras que lo único que hacen es distraernos, ponernos de mal humor o simplemente desanimarnos.
Y es que el hecho de que te desanimes por situaciones como esas no es cosa anormal, todos somos vulnerables. Por muy fuerte que creas que eres, hay momentos en donde todo lo acumulado te hace sentirte cansado, débil, sin fuerzas, con ganas de rendirte o de parar.
Son difíciles esos momentos en donde existe una incomodidad que no sabes identificar exactamente por qué esta allí o qué la produjo, en donde sólo puedes deducir que es el resultado de tus últimos días.
Para esos momentos en los que te sientes incomodo, cansado, desgastado, sin fuerzas y con sensaciones de no querer seguir, hay una formula maravillosa que nunca falla.
En esos momentos en donde lo que quisiéramos es salir huyendo hacia algún lado para olvidarnos de todo, lo que realmente necesitamos es ir a un lugar a solas, cerrar nuestros ojos, pensar en el Señor y hablar con toda sinceridad con Él, cuéntale como te sientes, cuéntale lo que te pasa y entonces algo maravilloso pasará.
De pronto sentirás tus lagrimas correr sobre tus mejillas como consecuencia de tu encuentro con Dios. Quizá llorarás como un niño, pero que lindo es saber que estás en los brazos de tu Padre. Llorar no es malo, al contrario, muchas veces nos ayuda a sacar aquello que hasta ese momento no podíamos sacar, es como que si Dios hubiera creado el llanto como un escape a esas emociones encontradas y a esos episodios de tristeza que sentimos.
Después de estar delante del Señor durante algunos minutos estoy seguro que te sentirás mejor, pues la idea no tendría que ser rendirse, al contrario, la idea es recobrar el ánimo, las fuerzas y la voluntad para seguir luchando.
Hay una cosa que tienes que entender, y es que, a pesar de las diferentes situaciones que te toquen experimentar, Dios estará contigo. Él nunca te dejará, Él estará a tu lado aún en esos momentos de crisis, aún en esos momentos de confusión. Y es que el hecho de que te sientas sin fuerza y cansado no quiere decir que Dios no esté allí para abrazarte y que recobres la fuerza.
Quizá hoy te sientas cansado y sin fuerzas, pero un encuentro personal con Dios puede cambiar tu actual estado. Por eso hoy quiero motivarte con todo mi corazón a que vayas y deposites delante del Señor todas esas cargas que te han estado agobiando, ¿Cómo?, pues ve a un lugar a solas, cierra tus ojos, piensa en el Señor y comienza a hablar con Él, como si hablaras con tu mejor amigo; entonces Dios comenzará a abrazarte y a renovar tus fuerzas, porque Él está allí mismo contigo.
¡Vamos! ¡Levántate! Ve a ese encuentro maravilloso con tu Señor y estoy seguro que saldrás renovado totalmente, porque en esos momentos en donde nos sentimos cansados y sin fuerzas, lo que realmente necesitamos es encontrarnos con nuestro Padre.

Dos Mares - Reflexión - vídeo

Hay dos mares en Palestina.
Uno es fresco y lleno de peces, hermosas plantas adornan sus orillas; los árboles extienden sus ramas sobre él y alargan sus sedientas raíces para beber sus saludables aguas y en sus playas los niños juegan.
El río Jordán hace este mar con burbujeantes aguas de las colinas. Los hombres construyen sus casas en la cercanía y los pájaros sus nidos, y toda clase de vida es feliz de estar allí.
El río Jordán corre hacia el Sur a otro mar; aquí no hay trazas de vida, ni murmullos de hojas, ni canto de pájaros, ni risas de niños.
Los viajeros escogen otra ruta, solamente por urgencia lo cruzan, el aire es espeso sobre sus aguas y ningún hombre, ni bestias, ni aves la beben.
¿por qué esta gran diferencia entre mares vecinos?
No es el río Jordán. El lleva la misma agua a los dos. No es el suelo sobre el que están, ni el campo que los rodea.
La diferencia es ésta:
El mar de Galilea recibe al río pero no lo retiene. Por cada gota que a él llega, otra sale.
El otro mar retiene su ingreso y cada gota que llega, allí queda. Le llaman mar muerto.
Qué gran ejémplo que nos da Dios a través de la naturaleza. Aprendamos a ser canal de bendición para otros; si Dios nos bendice con su amor, demos amor a los que nos rodean. Si Él nos da perdón ofrezcamos perdón, todos hemos recibido algo directamente del cielo para continuar fluyendo hacia los demás, no permitas que se estanque allí. Más importante en esta vida que sólo ganar es ayudar a otros a vencer también. Aunque eso implique disminuir el paso o cambiar el curso.
Hechos 20:35 “Más bienaventurada cosa es dar que recibir”
Lucas 6:38
“Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”

¿Me Amás?…!Sígueme! - vídeo

Jesús fue crucificado y resucitó al tercer día, presentándose luego ante sus discípulos cuando estos se encontraban ocultos por temor a los judíos. 
Jesús se manifestó por tercera vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias, donde compartió con ellos pescado y pan.
Después de haber comido, Jesús pregunta a Pedro en tres oportunidades: ¿me amas?. Respondiendo Pedro: ¡Si Señor, tu sabes que te amo!.
Jesús ante esta afirmación de Pedro, en la primera oportunidad le dijo: Apacienta mis corderos, en la segunda, pastorea mis ovejas, y en la tercera, apacienta mis ovejas. Al instante, le hace saber que siendo joven iba a donde quería, pero en su vejez sería llevado a donde no quisiera, y por otro. Añadiendo: ¡Sígueme!.
Jesús no dejó que la respuesta de Pedro al decir que le amaba fueran solo palabras. Jesús las acompañó de una acción que Pedro tenía que cumplir como muestra de su amor: Apacienta, pastorea, sígueme. El amar es una decisión, y esa decisión debe ir acompañada de una acción.
Es fácil decir te amo y dar la espalda y seguir. Pero es extraordinario, cuando decimos ¡te amo! y esa palabra va acompañada de una mano que levanta, de un abrazo que consuela, de una ayuda oportuna, de cuidados llenos de ternura, de una sonría, del servicio a otros.
¿Cuantas veces le decimos a Dios, que le amamos y no le seguimos, no le honramos, no le servimos?
 ¡Muéstrame mi honra, si me dices padre, muéstrate como un hijo, si me dices rey entrega mi trono que está en tu corazón!. Malaquías 1:6

Corazón de niño - Como Un Niño

¿Qué son los niños?  Son paquetes de energía que solo dejan de correr y hacer preguntas cuando están completamente exhaustos o caen rendidos de sueño.  Suben los árboles, escarban en medio de un riachuelo, y generalmente con sólo mirarlos los adultos se rinden de cansancio.  Algunos son más tranquilos que otros pero todos hacen preguntas.
Al chico no le importa si esto te distrae o produce una gran sonrisa en tus labios.  Ellos preguntan y actúan, día tras día, todos los días.
Los niños se comportan de esta manera porque desean saber.  Son como enormes esponjas que absorben todo a su alrededor.  Es un momento valioso cuando ven algo especial.  Sus rostros se iluminan como si fuera el día de Navidad.  Se les saltan los ojos  quedan boquiabiertos de incredulidad, y luego sonríen.  A menudo los adultos nos hemos olvidado de sonreír.
Los niños no esconden nada. Es evidente si están emocionados o asustados. Aceptan y devuelven amor y atenciones con imprudente abandono.  Podemos dejar de pensar como niños pero hay una gran recompensa al experimentar el gozo que siente un niño.
Un gran hombre es aquel que no ha perdido su corazón de niño.
Mateo 18:3
Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

“Señor, un día tomaste a un niño y lo pusiste como ejemplo para nosotros los adultos.
Hoy quiero ser como un niño y aprender de los niños las más grandes lecciones que se aprenden en la vida.
Son muchas las veces que pierdo de vista las cosas pequeñas que enseñan cosas grandes.
Quiero acercarme a ti como un niño se acerca a su padre”.

Mateo 18:3  y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
Mateo 19:14 Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.


La regla de oro

“Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes.” Mateo 7:12
Esta es una propuesta del amor cristiano, que significa tratar al otro con el respeto y la dignidad con que quiero ser tratado. Supone un arduo trabajo; es renunciar en muchas ocasiones a lo que quiero para dar al otro lo que necesita. Dios espera que este mandato también se aplique a la relación matrimonial. Parafraseando podríamos decir: “Trate a su cónyuge tal y como quieres que él te trate a ti”
Trátele mejor de lo que él o ella lo trata a usted: No haga lo mínimo por su cónyuge, esfuércese por ir mucho más allá. Aproveche cada oportunidad para hacer más de lo esperado. Así su relación será más satisfactoria.
No le juzgue: Deje de tener un comportamiento crítico y no se preocupe por demostrar que el otro es el que está equivocado. Comience por examinarse a sí mismo, para que le comprenda mejor.
Actúe bien cuando lo natural es actuar mal: Es difícil hacer lo bueno cuando hacer lo malo es más fácil. Aplicar este principio cuando usted está bien con su cónyuge es posible, pero, ¿cómo responde usted a su mal trato?: ¿Agresión con agresión? Actúe bien y sentirá la satisfacción de haber hecho lo correcto.
Mantenga sus promesas aún cuando le perjudique: Cumpla los compromisos que le ha hecho a su cónyuge, así fortalecerá la confianza que hay depositada en usted. Todos queremos recibir lo que se nos ha prometido.
Sea honesto: Una persona responsable escogerá lo correcto antes que lo conveniente. Hay una satisfacción muy grande para ambos cuando no se cruza la línea de integridad.
Sea generoso: La codicia puede afectar la relación de pareja. Desear para sí mismo poder, placer y posesiones, sin tener en cuenta al otro, atentará contra el bienestar de la relación. Recuerde que todo lo que usted tiene y lo que usted es, debe ponerlo al servicio de su cónyuge.
Admita el error y pida perdón: Si desea que su cónyuge confíe en usted, debe asumir la responsabilidad por sus acciones (no culpe a las circunstancias, el pasado o a los otros). Su cónyuge confiará y perdonará más fácilmente cuando usted sea sincero y pida perdón.
Deseche el orgullo: El orgullo es creerse mejor que el otro; si fuera igual no habría nada de qué estar orgulloso. ¿Cómo puedo tratar bien al otro si lo que estoy pensando es en superarle? El orgullo puede cegarlo a sus propias faltas y a las necesidades de su cónyuge.