Sabemos que nosotros hacemos nuestra parte de ser prudentes, y todo lo demás, lo que no podemos controlar, está en manos de Dios.
Un día, al ver un programa de “National Geographic Channel”, me di cuenta de cómo es la paz que el mundo ofrece a las personas. Jesús pronunció unas palabras acerca de la paz, que confrontan la seguridad que brinda este mundo. Él dijo: “La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo” (Jn 14:27 RVC). En el programa veía cómo hermosas familias, con una hermosa casa y muchas comodidades, sufrían una serie de delirios y psicosis apocalípticas.
Padres atormentados por supuestos desastres que se avecinarían en el mundo, por pestes que en “cualquier momento” estarían por desatarse, preparándose para la guerra y la hambruna. Armaban habitaciones y sótanos llenas de provisiones. Angustiados, haciendo simulacros de cómo deberían desenvolverse en el caso de que se desatara una epidemia mundial. Poniéndose gorros de protección, barbijos, trajes especiales, desinfectantes de todo tipo y protegiendo su casa de los supuestos infectados que podrían acercarse a su puerta. En resumidas cuentas, el paisaje de esa ciudad era realmente hermoso, y tenían, tal vez, la casa soñada por muchos. Sin embargo, ni ese paisaje, ni su estabilidad económica, les podían brindar paz a estas familias, principalmente a los padres, que eran quienes cargaban con este delirio en sus almas.
Resonaban en mi mente las palabras del Señor: “La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da”. Pero la paz que el mundo nos ofrece, es como una débil cuerda de la que pende nuestra vida, una débil cuerda que siempre está a punto de cortarse. Aquellos que confían en las cosas que brinda el mundo, difícilmente logran una paz profunda y duradera, porque siempre que resuelvan protegerse de algo, aparecerá otra amenaza que desestabilizará sus vidas.
Si temes que tu pareja te deje o se muera, debes entregar eso en las manos de Dios. Si temes a la enfermedad, a las desgracias, a la pobreza, al fracaso, al desempleo, a la soledad, al rechazo, o a lo que te puedan hacer las personas, debes entregarlo todo en las manos de Dios y Él te protegerá más de lo que puedas imaginar.
Nosotros no podemos controlar las catástrofes del mundo, ni las pestes destructoras, ni los accidentes, ni las más pequeñas cosas accidentales. Y aunque pongamos mucho empeño en controlarlo todo, tampoco el mundo nos puede brindar una paz totalmente efectiva. Por eso nuestra paz es estar en las manos de Dios, confiar en su presencia, en su poder infinito, en su amor incondicional. Él nos brinda una seguridad eterna.
Sabemos que nosotros hacemos nuestra parte de ser prudentes, y todo lo demás, lo que no podemos controlar, está en manos de Dios. Él es nuestra confianza. Proverbios 14:26 nos dice: “El temor del Señor infunde plena confianza, y da esperanza a nuestros hijos”. Deja de confiar en la seguridad que brinda este mundo; antes, entrega tu vida completa en las manos de Dios y te ayudará a cada paso. Aunque tengamos que pasar por momentos difíciles, Él estará ahí para ayudarnos.