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Nuestro objetivo como Iglesia es llevar a la gente a la fe en Jesús e integrarla en la familia de Dios. Y que nuestro carácter se parezca al de Cristo, glorificando a Dios y sirviendo en toda buena obra.
martes, 12 de marzo de 2013
Así es una Mujer - Reflexión - Vídeo
No se trata sólo de pedir - Mensaje - Vídeo
Cuentan de una niña que tenía una gran confianza en los resultados de la oración pese a su corta edad. Para sus padres era sorprendente constatar la pasión y energía que la niña ponía a la hora de pedir favores a Dios, actitud que generalmente no se encontraba ni en los propios adultos.
Querido (a) amigo (a): la presente historia, no es con el propósito de pensar que los problemas debemos solucionarlos a puntapiés. La aplicación o enseñanza de este relato apunta a que no siempre es suficiente con orar y esperar los resultados. Debemos pedir, confiar, pero también actuar cuando haya que hacerlo.
Un día, el hermano mayor de esta niña, construyó una pequeña trampa para cazar pájaros, lo que a la pequeña, sensible como era, no le pareció correcto. Ella sentía mucha pena por cada una de las aves que podrían caer en dicha trampa. Eso hizo que, primero le rogase y luego le exigiera a su hermano, destruir la trampa. Como él se negó a tal petición, la niña, demostrando seguridad y confianza, aprovechó una reunión familiar para decir: “No importa que no atiendan mi petición, pero desde hoy voy a orar para que esas trampas no funcionen”. Y así lo hizo a partir de entonces.
Ya en la tercera noche, la madre la llamó y le dijo: “Hija, me cuenta tu hermano, que en verdad, tal como le has estado pidiendo a Dios, hasta ahora ningún pájaro ha caído en la trampa. ¿Cómo pudo ser posible eso?”
La pequeña sonrió y contestó: “Así es mamá; lo que sucede es que hace tres días yo misma rompí la trampa a puntapiés.”
Por citar un ejemplo: si no tenemos trabajo, debemos pedírselo al Señor, pero a la par, salir a buscarlo. Difícilmente vendrán a nuestra puerta a ofrecernos empleo, mientras estemos, como se dice vulgarmente, “panza arriba”, durmiendo, disfrutando de la tele, o estáticos, angustiados, compadeciéndonos a nosotros mismos por la supuesta mala suerte.
A veces nos cargamos de religiosidad y pensamos que todo es cuestión de marcar el número de emergencias y pedirle a Dios, y luego sentarnos a esperar, como cuando de niños le escribíamos en Navidad a los Reyes Magos.
Dios requiere de nosotros no sólo humildad para pedir, fe para confiar y paciencia para esperar, sino también, disposición para actuar si el tema lo requiere.
Las Sagradas Escrituras (Lucas 11:10) nos recuerdan que: “Todo aquél que pide, recibe; el que busca, halla, y al que llama, se le abrirá”.
A dos pasos de la respuesta - Devocional
Así como la vida tiene su ciclo, la oración también tiene un orden que a veces ignoramos. A veces nos preguntamos por qué en ocasiones especificas nos sentimos llenos de dudas o desesperados, al no recibir la respuesta a lo que estamos pidiendo, pero es entonces cuando surge una pregunta más importante que hacernos: ¿Realmente estoy creyendo?
Creer es el primer paso que nos encamina a una respuesta de Dios, no podemos pedir si no creemos, porque sería una completa incoherencia, sencillamente sería inútil o utópico esperar algo de alguien en quien no confiamos; por ejemplo, uno no va por la calle pidiéndole favores a extraños, simplemente porque no confiamos en ellos, y porque al no ser nada nuestro, es difícil que hagan algo por nosotros. A veces caemos, sin querer, en el error de esperar algo de Dios y no creer que lo está haciendo, o que puede hacerlo, es decir, esperamos, pero al mismo tiempo dudamos.

Esperar es el segundo paso; tan pronto como sabemos que tenemos que esperar por algo, entra en nuestra vida un desánimo total, como si esperar fuera lo peor que nos puede pasar. Claro, todos quisiéramos tener respuesta en el momento que pedimos, pero olvidamos que si esperamos algo de alguien, es porque confiamos en que puede hacer algo por nosotros, y lo mismo debería pasar cuando le pedimos algo a Dios; “esperar” a que nos responda “confiando” en que hará algo al respecto.
Todos tenemos al menos una petición delante de Dios en la que esperamos, y a veces desesperamos; es tanta la necesidad de una respuesta, que nos olvidamos de que Dios no toma las cosas a la ligera ni las deja olvidadas aunque tenga mucho que hacer. Debemos tener claro que Dios, antes de respondernos, desea que confiemos en Él, que esperemos en Él, y entonces nos da una respuesta como premio a la confianza y paciencia.
¿Qué es el Amor? - Reflexión - vídeo
"Maestra, ¿qué es el amor?
La maestra sintió dentro de su ser que el estudiante merecía una respuesta, a la altura de la pregunta inteligente que hizo delante de los demás estudiantes del aula.
Como ya estaban casi en la hora del recreo, la maestra le pidió a cada estudiante que diera una vuelta por el patio de la escuela, y trajese lo que más despertara en ellos el sentimiento de amor profundo.
Los estudiantes salieron apresurados al recreo, y cuando volvieron, la maestra les dijo lo siguiente: "Quiero que cada uno de ustedes muestre lo que trajo consigo al resto del aula".
El primer estudiante dijo lo siguiente: "Yo traje está magnífica y floreada flor, ¿no es linda y hermosa?
El segundo estudiante habló y dijo lo siguiente: "Yo atrapé está hermosa mariposa. Vea el colorido de sus alas, la voy a colocar en mi colección de mariposas que tengo en mi casa.
El tercer estudiante dijo también lo siguiente: "Yo vi en un árbol un nido con este pichón de pajarito. Se cayó del nido con otro hermanito, ¿no son graciosos y hermosos?
Llévenme al Cementerio - Reflexiones
Un sabio maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que se declaraban en contra del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación cuando esta se apaga, en lugar de entrar en la hueca monotonía del matrimonio.
- Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana, mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno, cuando sufrió un infarto y cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, condujo hasta el hospital mientras su corazón se despedazaba en una profunda agonía. Cuando llegó, por desgracia, ella ya había fallecido.
El maestro les escuchó con atención y después les relató un testimonio personal:
Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Esa noche, sus hijos, yo soy uno de ellos, se reunieron con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. Él pidió a mi hermano, teólogo, que dijera alguna reflexión sobre la muerte y la eternidad. Entonces mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte. Mi padre escuchaba con gran atención. De pronto pidió: “llévenme al cementerio”.
“Papá” , respondimos: ¡Son las 11 de la noche! No podemos ir al cementerio ahora! Él alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo: “No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa durante 55 años”. Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más. Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador y, con una linterna, llegamos a la lápida.
Mi padre la acarició, oró y dijo a sus hijos, que veían la escena conmovidos:
“Fueron 55 buenos años…¿saben?. ¡Nadie puede hablar con sabiduría del amor verdadero, si no tiene ni idea de lo que es compartir la vida con una mujer como ella! Hizo una pausa y se limpió la cara. Ella y yo estuvimos juntos en todo. Alegrías y penas. Cuando nacieron ustedes, cuando me echaron de mi trabajo, cuando ustedes enfermaban, continuó, siempre estuvimos juntos. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la marcha de nuestros seres queridos, rezamos juntos en las salas de espera de muchos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos y perdonamos nuestras faltas… Hijos, ahora se ha ido y estoy contento, ¿saben por qué?: porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera…”
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