lunes, 2 de julio de 2012

El Pastor y la oveja desobediente-Hablemos de Niños

Hace mucho, mucho tiempo, cuando el cielo aún era limpio y los rebaños cruzaban los campos en busca de hierba verde, había un pastor que tenía cien ovejas. Por la mañana las llevaba cruzando montes y colinas a pastar a los mejores prados. Por la tarde cuando las ovejas habían comido bastante las llevaba de regreso al redil para que durmieran tranquilas y sin peligro.
Era un pastor muy bueno y quería mucho a sus ovejas. Y ellas también lo amaban mucho, pero había una oveja un poco desobediente. Siempre estaba esperando la ocasión para escaparse. Ella pensaba que había pastos mejores de los que su pastor le ofrecía, porque al pasar por el camino había visto a lo lejos unos estupendos.
- ¿Por qué será que el pastor nunca nos lleva a comer aquellos pastos tan deliciosos?, decía Blanquita en cuanto se imaginaba comiendo los pastitos distantes.
- ¡Blanquita! ¡Blanquita! Ven aquí. Llamó el pastor preocupado.
- ¡Sí, ya voy!, respondió Blanquita un poco enojada.
Y así fue que blanquita. Obediente, pero de mala gana, regresó con el pastor que la retó cariñosamente.

- Pero blanquita no puedes ir sola por ahí, es muy peligroso. ¿Qué haría yo si te pasara algo? ¿Cuándo lo entenderás?
Blanquita siguió al pastor pensando en las deliciosas plantas que estuvo a punto de comer.
Mientras tanto, un astuto lobo que había estado siguiendo a Blanquita desde hacía un tiempo -y que sabía que era una presa fácil- comenzó a preparar una trampa.
- Ja, ja, ja, estas plantas de plástico tienen que quedar como si fueran de verdad.
¿Qué tal estoy? ¿Guapo, no?, se decía el malvado lobo.
Disfrazado de planta, fue detrás de la oveja dispuesto a separarla de su pastor. Y cuando le dio alcance...
– ¡Ovejita! ¡Ovejita!, decía el lobo disimulando la voz.
– ¿Quién me llama?, pregunto Blanquita dándose vuelta.
– Somos nosotras, las plantitas sabrosas, respondió el lobo.
– ¡Mmmm! ¡Siempre he querido comer unas plantitas sabrosas!, dijo alegre Blanquita.
– Puedes comernos cuando quieras, síguenos, te llevaremos donde hay muchas de nosotras, le dijo el mentiroso.
– Yo las seguiría, pero es que tengo que ir con el pastor. respondió Blanquita indecisa.
– Preciosa ovejita, no tienes por qué ir con ese aburrido pastor, le susurró el lobo.
– ¿Aburrido? ¡El pastor no es aburrido! Él nos lleva a comer hierbas y nos quiere mucho, dijo Blanquita.
– ¿Dijiste que las quiere? ¡Si las quisiera tanto les daría libertad para comer lo que quisieran! Pero no, siempre las está llamando, las quiere presas en el redil. No les da libertad, dijo el lobo astutamente.
– ¡Eso es verdad! Pero dime: ¿qué es libertad?, preguntó curiosa Blanquita.
– ¿No sabes qué es la libertad? Libertad es hacer lo que quieras, como quieras donde quieras y cuando quieras. Libertad es hacer lo que te dé la gana.
– ¡Guaaauuuuu! ¡Qué bien! ¡Quiero ser libre! ¡Quiero comer plantitas mejores! ¡Quiero hacer lo que  me dé la gana! ¿Puedo? ¿Puedo?, preguntó Blanquita saltando de alegría.
– ¡Ven!, ven conmigo y verás que lindas plantas vas comer.
Y así el astuto lobo se llevó a blanquita muy lejos del pastor.
Cerca de ahí, el rebaño había llegado al redil y el pastor, como todos los días, contaba las ovejas:
– Copito de nieve… Colita blanca… Dulce… Gotita…Algodoncito… Orejitas… ¿y Blanquita? ¿Dónde está blanquita? ¡No ha llegado al redil! ¿Alguien ha visto a Blanquita? ¡Oh no, Blanquita! ¡Blanquita! ¡Seguro que el lobo malvado ha engañado a la desobediente Blanquita! Los otros pastores dijeron que en estos días habían visto rastros del lobo cerca de nuestro rebaño. Ahora entren ustedes, ¡voy a buscar a Blanquita!
Diciendo esto, el pastor cerró la puerta del redil y con el cayado en mano salió determinado a encontrar a Blanquita.
Entretanto el lobo alejaba cada vez más a Blanquita del pastor. Pero de pronto Blanquita tuvo una duda.
- ¡Hey, plantita! ¿Por qué ustedes caminan si las plantitas no caminan?
- ¡Porque somos unas plantitas libres!, respondió el mentiroso.
- ¡Ah! ¡Sí! ¡Me había olvidado! Tengo hambre, ¿puedo comer ya?, dijo Blanquita.
- ¿Estás lejos del pastor?, preguntó el lobo.
- Sí, ¡ya estamos muy lejos!
- Pues entonces puedes comer, ven comé, come…, dijo el lobo mientras se preparaba para devorar a Blanquita.
Blanquita dio una gran mordida en las plantitas y…
- ¡Puaj! ¡Tienen sabor a plástico!
- ¡Porque son de plástico!, dijo el lobo arrancando su disfraz y persiguiendo a Blanquita con sus afiladas garras y temibles dientes.
- ¡Ah el lobo! ¡Socorro! ¡No quiero que me coma el lobo! ¡Pastor, socorro!, gritaba Blanquita mientras corría desesperada, con el lobo pisándole los talones.
El lobo consiguió capturar blanquita y darle una mordida en el rabo.
Blanquita pensó que todo estaba terminado hasta que escuchó la voz de su amado pastor.
- ¡Suéltala, suéltala!, gritaba el buen pastor mientras le pegaba al lobo fuertemente con su cayado.
Blanquita lloraba desconsoladamente con miedo de que el malvado lobo lastimase a su amado pastor. Después de mucha lucha, ella escuchó la voz del pastor que le extendía sus cariñosos brazos:
- Tranquila Blanquita. Tranquila, ya pasó todo. Ven a mi falda. Ahora estás segura.
¡Qué feliz estaba Blanquita en los brazos del pastor!
Y el lobo… ¿quieren saber que pasó con el lobo? ¡El lobo todavía está corriendo por la paliza que le dio el pastor!
El pastor llevó a la ovejita en sus hombros hasta el redil. Iba feliz por no haberla perdido, por haberla rescatado justo a tiempo. Aunque ello le hubiera costado unos cuantos mordiscos del lobo malo. La ovejita estaba muy arrepentida y agradecida a su pastor, y nunca más dudó de su bondad.
Esa noche, en el redil hubo una fiesta como nunca la hubo antes, ni la habrá. Porque las ovejas y el pastor estuvieron bailando toda la noche. Y vinieron los vecinos y los amigos y hasta los grillos, los sapos y todos los animales del bosque cantaron con ellos.
Esa noche la luna salió más resplandeciente que nunca.
“Yo soy el buen Pastor; el buen Pastor su vida da por las ovejas”
Juan 10:11

"El eco de la vida"






Un niño y su padre caminaban entre las montañas. De repente, el hijo tropezó y cayó al suelo gritando ¡Aaahhh! Para su sorpresa, oyó una voz a lo lejos que gritaba como él.

Con curiosidad el niño preguntó: ¿Quién está ahí? ¿Quién está ahííí…? Le respondieron.

Molesto con la respuesta, el niño gritó: Cobarde. Pero le respondieron de la misma manera: Cobardeee…

El niño desconcertado le preguntó a su padre: ¿Qué sucede papá?

El padre, sonriendo le dijo: Hijo mío, presta atención.

Se levantó y dirigiéndose a la montaña, gritó: Te admiro. La voz respondió: Te admirooo...

Volvió a gritar: Eres un campeón. Y la voz le respondió: Eres un campeónnn...

El niño estaba asombrado y no entendía. Se llama Eco, le explicó el padre, y es como la vida misma, te devuelve todo lo que dices o haces...


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Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones.
Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor. Si deseas felicidad, da felicidad a los que te rodean. Si quieres recibir una sonrisa, sonríe a los que conoces.
Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida. La vida te dará de regreso, exactamente aquello que tú le has dado. Tu vida no es una coincidencia, es un reflejo tuyo.
Alguien dijo: Si no te gusta lo que recibes de vuelta, revisa muy bien lo que estás dando...
Dios les bendiga!!





¿Estás afilando tu hacha?- oración

Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.1Timoteo.5.17, 18
Había una vez un hachero que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; así que el hachero se decidió a hacer un buen papel.
El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le designó una zona. El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar, En un solo día cortó 18 árboles.
Te felicito, dijo el capataz, sigue así; Animado por las palabras del capataz, el hachero se decidió a mejorar su propio desempeño al día siguiente; así esa noche se acostó bien temprano. Por la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque.
A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que 15 árboles. Me debo haber cansado, pensó, y decidió acostarse con la puesta del sol. Al amanecer se levantó y decidió batir su marca de 18 árboles. Sin embargo ese día no llegó ni a la mitad.
Al día siguiente fueron 7, luego 5 y el último día estuvo toda la tarde tratando de voltear su segundo árbol. Inquieto por el pensamiento del capataz, el hachero se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se esforzaba al límite de desfallecer.
El capataz le preguntó: ¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?
- ¿Afilar? No tuve tiempo de afilar, estuve muy ocupado cortando árboles dijo el hachero.
Querido amigo, podemos ver a la luz de la Biblia, como en muchos pasajes se menciona que El Señor Jesucristo se apartaba continuamente para estar a solas con Dios; podemos observar que siempre estaba buscando un momento para hablar con su Padre Celestial. A veces he querido imaginar como serian esas conversaciones con Papá, comentándole todas las experiencias increíbles, y también aquellas tan penosas que tuvo que pasar constantemente, y creo que en esa relación tan intima, Él sencillamente comprobaba que su agenda del día siguiente estuviera conforme al corazón del Señor. Además, no olvidemos que en ese cien por ciento hombre, se cansaba debido a las largas jornadas que le tocaba desarrollar día a día, y Él sabia que necesitaba apartarse a solas con Dios.
Y es que sólo hay una manera de ser muy efectivos, ya sea en nuestro trabajo o en el ministerio que nos haya sido entregado, y es buscando la  presencia de nuestro Señor Jesucristo, con una actitud de humildad y sencillez de corazón, declarándole a Él, cuanto le necesitamos, reconociendo que sin su gracia y sabiduría nada podremos hacer y es que podemos tomar mucho tiempo para la lectura de la Biblia o de otros libros, escribir, estudiar, esforzarnos arduamente en la preparación de técnicas, seminarios,  etc, pero si ese quebrantamiento de espíritu, que solo viene a través de la oración, en la intimidad con Él, no está siendo ejercitado dentro de nuestro ser, el hacha de nuestro espíritu no estará siendo afilada, ya que el filo para nuestra hacha espiritual solamente se encuentra en el corazón de nuestro amado Señor Jesús. Cuando nos hemos olvidado de parar para afilar el hacha,  no tardaremos mucho en darnos cuenta que no estamos siendo lo suficientemente efectivos en lo que estamos desempeñando, sea secular, o los negocios del cielo… notaremos que si no está fluyendo la palabra de Dios en nuestras bocas, es porque no hemos entrado al lugar secreto como el Señor nos lo manda hacer.
Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Mateo. 6:6
Cuando pagamos el precio de orar en el secreto de nuestra habitación, la recompensa prometida por nuestro Padre Celestial es evidente en nuestras vidas. La oración que sale del corazón de un hombre o una mujer que se toma tiempo para estar a solas con Dios, seguro que marcará una enorme diferencia donde quiera que se lleve a cabo; milagros van a suceder, como por ejemplo la convicción del pecado y por supuesto que el arrepentimiento será evidente en los oyentes, los enfermos sanaran, los cautivos empezaran a ser libres, el entendimiento entenebrecido se aclarará, y en el trabajo por realizar, las fuerzas, el poder y la sabiduría, fluirán como un río.
2ª.Corintios.3.17 dice; Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
¿Estás cansado?
¿ Se han agotado tus fuerzas?
¿El desánimo ha entrado en tu corazón?
¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?
 El hacha de nuestra alma únicamente puede ser afilada en la presencia del Santo de Israel, nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo.
Querido amigo, querida amiga, como siempre dos opciones, o sigues luchando, con tus propias fuerzas, queriendo ser efectivo en lo que haces, o te detienes para estar a solas con Jesús, sabiendo que al salir de ese lugar, tu hacha estará lista de nuevo.
¡Tú decides!

Perseverancia-crecimiento personal-vídeo

“La mente, una vez expandida a las dimensiones de ideas más grandes, nunca regresa a su tamaño original”. –Oliver Wendell Holmes.
Sin importar cuán bajo uno cae, siempre podemos levantarnos al lugar donde estábamos y más allá.
El Huracán Katrina destruyó nuestra casa. Con gran expectación y perseverancia estuvimos de vuelta en ella quince meses después de la tormenta.
¡La sola perseverancia es valiosa! 

Nadie va más allá de las bajas expectativas. Cuántos se lamentan hoy y piensan así: yo esperaba que pasara algo bueno. Cuando espero que algo bueno pase, hago algo para ayudar a que pase, ya que quiero hacer lo correcto; nadie quiere equivocarse.
Lo primordial es querer estar en lo correcto; ahora la pregunta clave es: ¿en qué quiero estar correcto? ¿Qué es lo adecuado que debo hacer?
La gente que se estrella en gran manera, puede rebotar si tan solo sabe en su corazón de lo que Oliver Wendell Holmes está hablando.  Sin importar cuán mal se vean las cosas, ¡podemos rebotar con grandes expectativas!  Le pasa todos los días a mucha gente.
Cuando era muchacho, había un comercial que decía: “Tome polvo BC y rebote fuerte”.  Era un medicamento para el dolor de espalda.

 ¡Quien trabaja duro, juega duro y se estrella duro!  Sin embargo, una vez que nuestra mente experimenta la prosperidad, la puede lograr una y otra vez.
Muchos millonarios se han ido a la bancarrota pero con el recuerdo de lo que una vez fue, y pueden rebotar, iniciar de nuevo, porque recuerdan cómo escalaron pulgada a pulgada.
La tortuga venció a la liebre, ellos no le pegan a un caballo muerto…está muerto.
Al Copeland, fundador de Pollo Frito Popeye, dio un discurso de diez segundos en la Cámara de Comercio de Nueva Orleans.  Lo dijo en estas palabras: “Si pierdo todo lo que tengo, sé cómo recobrarlo”.  La gente mayor en la audiencia aplaudió; los más jóvenes estaban confusos con la afirmación.
¡Me encanta decirle a la gente que siga bailando!  Y eso significa exactamente lo que dice; sigámonos moviendo hacia nuestro genio.  El talento hace lo que puede pero el genio, ¡lo que tiene que hacer!
Mike Marino, Jr.
No cabe duda de que muchos enfrentamos el fracaso de manera más frecuente que lo que quisiéramos…pero así es la vida.  El problema no consiste en si hemos de fracasar o no, sino más bien, ¿cuántas veces fracasaremos?  La clave en la vida no consiste en evitar el fracaso, el cual es, a fin de cuentas, inevitable, sino más bien, ¿qué hacemos una vez que hemos fracasado?
Son muchos los que se retraen e ingresan en un estado de auto-conmiseración, cuando en realidad cada fracaso, en sí, lleva las semillas de un nuevo horizonte.  Si tan sólo podemos aprender de cada uno de nuestros fracasos, no sólo podremos levantarnos de la caída, sino avanzar mucho más lejos de lo que hubiésemos soñado antes del fracaso.  Y eso es especialmente cierto para aquellos que tenemos una relación personal con el Señor Jesucristo. Con Él a nuestro lado no podemos quedarnos jamás como meros fracasados.
Vamos, vamos, ¡tomémonos de la mano con Jesús y 
atrevámonos a poseer nuestro mañana!
Adelante y que Dios les bendiga.

En tu nombre echaré la red

Hay momentos en nuestras vidas en los que todos nuestros esfuerzos pueden parecer infructuosos. Mientras más empeño ponemos, menos logramos lo que queremos.
Son tiempos difíciles, en los cuales la luz no se ve, a lo lejos, en el horizonte. Sólo soledad, cansancio y mucha confusión nos rodean. 

Sin embargo, sí hay una luz, aunque nuestros ojos no puedan discernirla. Siempre está disponible, a veces se nos presenta en el momento más oscuro de nuestra noche. Allí, cuando nos sentimos sin fuerzas, totalmente desolados.
Cuando aún el peso de nuestros propios cuerpos se nos hace casi imposible de llevar. Entonces, es en ese momento cumbre de nuestra debilidad, en esas circunstancias menos esperadas, cuando viene a nosotros. Algunos la reconocemos y le permitimos que nos ilumine la vida; otros, acostumbrados a las tinieblas, cierran sus ojos y no se dejan guiar.
Es como si el hombre en su lucha por ganar espacios, por adquirir fama, dinero y poder, se ensoberbece de tal manera que se erige a sí mismo como su propia luz. Como dueño y señor de su vida. Como el invencible, el que todo lo puede, el que no necesita de nadie más. Pero, la Tierra gira más allá de nuestras conciencias, y el Sol sale cada mañana brindándole su luz a un nuevo día en un lado del planeta, mientras en el otro lado la noche cubre con su manto de oscuridad. Y así, seguimos girando; en un instante estamos en plena abundancia de luz, y en otro estamos bajo el manto de la oscuridad.
Nunca sabemos cuándo será nuestro turno. Pero, si pensáramos sensatamente, nos daríamos cuenta que todo es cuestión de tiempo. Pues, la Biblia dice que el hombre es tan vulnerable como la flor del campo, la cual en la mañana muestra su esplendor y por la tarde ya está marchita.
Lo único que puede permitirnos vivir plenamente la luz del día en nuestras vidas, y más aún, capacitarnos para poder ver las estrellas en medio de la oscuridad, es una virtud olvidada por muchos. Claro, porque ella es muy modesta, no se envanece, ni hace alardes de su belleza, es sencilla y pura, su nombre es: humildad.
La humildad fue la virtud que mostraron los discípulos del Señor Jesucristo cuando salieron a pescar una noche, y después de trabajar arduamente, no pescaron nada. Entonces, ya cuando estaba amaneciendo se presentó Jesús en la playa y Él les dijo: 

-Hijitos ¿tienen algo de comer? A lo que ellos respondieron: ¡no! Entonces el Señor les dijo: -Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis-. Por lo que ellos la echaron, como Él les había dicho, y ya no podían sacarla, por la gran cantidad de peces. San Juan 21: 1-14.
Sí, a pesar de que eran hábiles pescadores, hombres de mar, acostumbrados a esas faenas, no tuvieron la menor duda en hacer lo que el Señor les estaba indicando. Lo hicieron, y para su sorpresa e inmensa alegría allí estaban los peces, tantos que no podían con sus propias fuerzas sacar la red debido a la abundancia de ellos. Entonces, todo el cansancio de la noche se convirtió en regocijo; bajo la dirección del Señor su faena se convirtió en bendición. Y como si fuera poco, cuenta esta historia bíblica, que el Señor les preparó el desayuno Él mismo.
Pienso y creo, que al igual que a los discípulos, el Señor quiere señalarte el camino, indicarte la siguiente acción que debes emprender. ¡Él quiere bendecirte la vida! Te invito a que humildemente lo busques en oración diciéndole: ¡Señor, en tu nombre echaré la red! Te aseguro que abrirá sus manos y su corazón para llenarte con sus muchas bendiciones e iluminar tu vida.