Jesús siempre llamó a personas que estaban trabajando, no a los ociosos. Él les dijo: “Venid en pos de Mí… y dejando sus redes, lo siguieron” (Marcos 1:17,18). Dios te puede mover de un trabajo a otro. Él puede entrar en tu negocio y decirte al igual que a Juan: “Juan, voy a quitar tu barco y cancelar tu licencia de pesca”, o como sucedió con Mateo “Sé que has estado ocupado recaudando impuestos, pero estoy dispuesto a cambiar tu tarea”. Jesús nunca llamó a nadie que estuviera sin hacer nada, esperando una señal para moverse.
Hay personas, cuya inactividad pretenden justificarla con un toque de misticismo, cuando en realidad simplemente se trata de pereza o temor a emprender algo nuevo.
Dios bendice el fruto de nuestras manos, el trabajo, el esfuerzo que dedicas cada día a tus tareas. Despiértate, sal del letargo y trabaja. Desde el momento en que Dios creó a Adán, le puso a trabajar en el jardín. ¿Por qué?, porque el trabajo y la productividad son esenciales para la autoestima; deberían ser una fuente de alegría para nosotros. Él mismo lo dice “…mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos” (Isaías 65:22).