sábado, 5 de enero de 2013

Ganar, perdiendo - Reflexiones

¿Alguna vez has jugado al dominó? Cuando yo era muchacho, jugar al dominó era uno de los pasatiempos favoritos. Hace algún tiempo, mientras visitaba a una familia, vi a un joven muchacho y a su abuelo jugando a ese juego. Al pensar en los días de mi niñez me vino a la mente un torrente de recuerdos.
Lo  curioso del juego de dominó es que se gana perdiendo. Para ganar, tienes que perder tus fichas. El que primero se deshace de sus fichas gana el juego. Tienes que dar para obtener, perder para ganar, ser reducido a nada para llegar a la cima.
No es como el béisbol, el tenis u otros juegos, en los que el mayor número de carreras, puntos o anotaciones determina al ganador. ¡No! En el dominó, el que triunfa es el que primero llega a la nada.
La regla del hombre natural es: "Consigue todo lo que puedas". La regla del hombre espiritual debería ser: "Da todo lo que puedas". En la esfera espiritual sólo conservaremos para siempre aquello que damos.
En la vida cristiana, muchas veces las victorias más significativas y más importantes vienen disfrazadas por un atuendo de derrota, debemos reducirnos a nada antes de llegar a ser algo. La semilla que se guarda en el granero se enmohece y se deteriora, pero si se echa en el suelo aumenta un 30, 60 y 100 por uno.… si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo. . .(Juan 12,24).
Recuerda, Jesús lo dio todo. Él es nuestro ejemplo.
Marcos 15:31 “Y de esta manera también los príncipes de los sacerdotes escarneciendo, decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar.” (aunque si podía decidió no hacerlo. por ti y por mí)
¡La vida es como un partido de tenis: No puedes ganar si no “sirves” bien!.
Mateo 20:28 “Como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”

Hoy… Obedeceré Sin retraso Alguno - vídeo


  • 1
    Share
Siervos, obedeced a vuestros amos según la carne con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; No sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres; sino como siervos de Cristo, haciendo de ánimo la voluntad de Dios; sirviendo con buena voluntad, como al Señor, y no a los hombres; Efesios 6:5-7
Una de las reglas en los Monasterios Benedictinos es la siguiente: “El primer grado de humildad es la obediencia sin retraso”.  Sabemos que a veces es difícil obedecer, pero obedecer sin retraso es más difícil, porque tendemos a dejar para más tarde lo que sabemos que hay que hacer pronto. El Apóstol Pablo, escribió a los Efesios en el tiempo cuando aún existían los esclavos o siervos. Y en esa carta pastoral da un consejo que es aplicable hoy.
Hoy no hay esclavitud, pero en el ambiente que nos rodea no se puede ignorar que vivimos bajo la autoridad a todos los niveles. Como responda a la autoridad hoy, va determinar muchas cosas en el futuro.
La amonestación del Apóstol Pablo en Efesios dice que debemos obedecer a los tienen autoridad sobre nosotros con mucho respeto. Este es un mundo donde cada día se pierde el respeto, pero si hoy quiero andar como un hijo de Dios no puedo perderlo. El consejo de Pablo dice además que debo obedecer a la autoridad con sencillez de corazón.
Sencillez de corazón me enseña a no tener un corazón doble. Una cara para el jefe y otra cuando estoy con mis compañeros. Hoy quiero desenvolverme con sencillez de corazón. Y lo importante del consejo de Pablo culmina con un freno indiscutible; me dice que debo servir a mis superiores como a Cristo. Eso quiere decir que en ultima instancia debo funcionar como si lo que estoy haciendo es para el Señor y eso determinará Responsabilidad y Excelencia. 
Sirviendo como al Señor y no a los hombres. Si lo que hago lo hago para el Señor, entonces obedeceré sin retraso y eso me abrirá nuevas puertas en el largo proceso del servicio diario. Hoy quiero poner mi vida en las manos del Señor y comprender que las oportunidades que tengo, tanto en el trabajo, como en la iglesia, como en los estudios o en mi familia, son oportunidades para servir al Señor y hacer las cosas desde una perspectiva totalmente diferente.
Señor, gracias por enseñarme estas verdades que a veces, por ser tan prácticas, tiendo a olvidarlas o a ignorarlas.  Hoy recibo de ti, tu amor de Padre y entiendo que me has puesto donde estoy para demostrar mi obediencia sin retraso a aquellas personas a quienes yo debo entregar cuentas de mis actos. Quiero aprender a funcionar en mis responsabilidades como si todo lo que hago…  lo hago para ti.  Amén.

¿Cuántas otras cosas nos Estamos Perdiendo? - Reflexiones

Un hombre se sentó en una estación de metro en Washington DC y comenzó a tocar el violín. Era una fría mañana de enero. Tocó seis piezas de Bach durante unos 45 minutos. Durante ese tiempo, ya que era hora punta, se calcula que 1.100 personas pasaron por la estación, la mayoría de ellos camino al trabajo.
Tres minutos pasaron, cuando un hombre de mediana edad vio que había un músico que estaba tocando. Aminoró el paso, se detuvo durante unos segundos y luego se apresuró a marcharse para cumplir con su horario.
Un minuto más tarde, el violinista recibió su primer dólar de propina: una mujer arrojó el dinero en la caja y, sin parar, siguió caminando.
Unos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared para escucharle, pero el hombre miró su reloj y comenzó a caminar de nuevo. Es evidente que se le hacía tarde para el trabajo.
El que prestó mayor atención fue un niño de 3 años. Su madre, apresurada, pasaba de largo, pero el chico se detuvo a mirar al violinista. Por último, la madre tiró fuerte de él, y el niño siguió caminando, volviendo la cabeza todo el tiempo. Esta acción fue repetida por otros niños. Todos los padres, sin excepción, les forzaron a seguir adelante.
Durante los 45 minutos que el músico tocó, sólo 6 personas se detuvieron y permanecieron un rato. Alrededor de un 20% le dieron dinero, pero muchos otros siguieron caminando a su ritmo normal. Recaudó 32 dólares. Cuando terminó de tocar, y el silencio se hizo presente, nadie se dio cuenta que marchó. Nadie aplaudió ni hubo ningún reconocimiento.
Nadie lo sabía, pero el violinista era Joshua Bell, uno de los músicos más talentosos del mundo. Él había tocado sólo una de las piezas más complejas nunca escritas, ¡en un violín valorado en 3,5 millones de dólares!.
Dos días antes de tocar en el metro, Joshua Bell tocó en un teatro de Boston que llenó por completo, y donde los asientos tenían un precio promedio de 100 dólares.
Esta es una historia real. Joshua Bell tocando de incógnito en la estación de metro, fue organizado por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de la gente. Las líneas generales fueron las siguientes: en un entorno común, a una hora inapropiada: ¿Percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?
Una de las posibles conclusiones de esta experiencia podría ser:
Si no tenemos un momento para detenernos y escuchar a uno de los mejores músicos del mundo tocando la mejor música escrita, ¿cuántas otras cosas nos estamos perdiendo?
¡Anímense a compartir!

Buscando alegría - Reflexión en vídeo

No hay mayor alegría que ayudar a otros a través del servicio; cuando le servimos a Dios también le servimos a otros.
La Biblia dice: “Cuando tenemos dificultades, o cuando sufrimos, Dios nos ayuda para que podamos ayudar a los que sufren o tienen problemas” 2 Corintios 1:4 (Traducción en lenguaje actual).



*****
SI EL VIDEO ES DE BENDICIÓN, TE INVITAMOS A QUE LO COMPARTAS.

¡Gracias Dios! - Devocional - vídeo

¿Alguna vez te has escuchado orando? Si lo has hecho, te darías cuenta de que la mayoría de las palabras que usaste son para PEDIR.
Oraciones como: “Señor, te pido que…”, “Dios mío, por favor haz…”, “Padre ayúdame a….”, “Señor, dame…”, “Dios mío, cumple…”, etc. No hay frase, casi siempre, que no vaya con la intención de pedir algo especifico y muy pocas veces oramos sólo para agradecer a Dios lo que ya nos ha dado.
La mayoría de nosotros siempre esperamos que Dios nos dé y nos siga dando, pero pocas veces estamos dispuestos a darle nosotros a Él.
Quiero invitaros a no pedirle absolutamente nada, aún cuando tengamos una enorme necesidad de pedirle o que cumpla algo en concreto. ¡Hoy no!, no pidamos, sólo agradezcamos. Digámosle al Señor:
"Dios mío te doy gracias por mi familia…
Señor, te agradezco por la vida que me regalas…
Padre, gracias por el privilegio que me das de servirte…
Dios Santo, te agradezco por cada persona que me permitiste conocer este año…
Te doy gracias, Señor, por tu provisión, porque hasta aquí nada me faltó, siempre me diste lo NECESARIO.
Te agradezco, Padre, porque me diste salud y también le diste salud a mi familia…
Te doy gracias por las veces que me ayudaste y respondiste aunque en algunas ocasiones dudé que lo hicieras…
Te agradezco, Señor, por aquellos momentos de dificultad que me enseñaron a confiar más en ti y a crecer espiritualmente…
Dios mío, te doy gracias por cada experiencia vivida ya que de todas ellas pude aprender algo bueno.
Te doy gracias por cada persona que este año leyó alguna línea de las que me permitiste escribir.
Te doy gracias por tu amor, tu fidelidad, por tu misericordia hacia mi vida, por tu gracia derramada en mí, por todo lo que haces sin yo merecerlo y por lo que me das aunque no haga mérito alguno para obtenerlo.
Te agradezco Señor por la vida de cada una de las personas que están leyendo este devocional".

Te doy gracias ,Señor, por...


“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.” 

1 Tesalonicenses 5:18 (Reina-Valera 1960)