
Dios lo sabe todo (1 Juan 3:20). Él conoce no solo los más mínimos detalles de nuestra vida, sino los de todos los que están a nuestro alrededor, pues Él menciona que hasta sabe cuando cae un pajarillo o cuando perdemos uno solo de nuestros cabellos (Mateo 10:29-30). No solo sabe Dios todo lo que ocurrirá hasta el final de la misma historia (Isaías 46:9-10), sino que también conoce nuestros propios pensamientos, aún antes de que hablemos (Salmo 139:4). Él conoce nuestro corazón y aun nos vio antes de nacer dentro del vientre materno (Salmo 139:1-3). Salomón expresa perfectamente esta verdad cuando dice, “…porque solo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres” (1 Reyes 8:39).
A pesar de la condescendencia del Hijo de Dios para despojarse de Sí mismo y asumir la forma de siervo (Filipenses 2:7), Su omnisciencia es claramente apreciada en los escritos del Nuevo Testamento. La primera oración de los apóstoles en Hechos 1:24 dice, “Tú, Señor, que conoces los corazones de todos..”, lo que implica la omnisciencia de Jesús, la cual es necesaria si Él ha de ser capaz de recibir peticiones e interceder por nosotros a la diestra de Dios.
En el mundo la omnisciencia de Jesús está igualmente clarificada. En muchos relatos del Evangelio, se nos dice que Él conocía los pensamientos de su audiencia (Mateo 9:4; 12:25; Marcos 2:6-8; Lucas 6:8). Él sabía la vida de la gente aún antes de conocerla. Cuando se encontró con la mujer que sacaba agua del pozo en Sicar, Él le dijo, “Porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido.” (Juan 4:18). También les dijo a sus discípulos que Su amigo Lázaro había muerto, aunque Él se encontraba a más de 40 kilómetros de distancia de la casa de Lázaro (Juan 11:11-15). Él les dijo a sus discípulos que fueran e hicieran los preparativos para la Cena de Pascua, describiendo a la persona que iban a encontrar y a quien habían de seguir (Marcos 14:13-15). Quizá lo mejor de todo, es que Él conocía a Natanael, aún antes de haberlo encontrado, porque Él conocía su corazón (Juan 1:47-48).