La historia trata de una mujer, empleada de una de las grandes tiendas de Chicago, Estados Unidos. Su salario era tan bajo, que no podía gastar más de cinco dólares. Al poco tiempo, esta misma mujer, entraba a esas mismas tiendas para gastar sobre los mil dólares. ¿Qué había pasado?,... se había casado con un hombre muy rico.
Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Filipenses 4:19.
La mujer de la historia cambió su vida cuando decidió casarse con el hombre rico. Los bienes de aquél pasaron a ser compartidos con ella. Cristo Jesús es la riqueza en sí mismo, y por haber entregado su vida en la cruenta cruz, esas riquezas pasaron también a ser de aquellos que le han aceptado como el único Salvador personal. Al recibir al Señor Jesucristo en el corazón, se acaba la pobreza, la miseria humana se termina, y el hombre o la mujer pasa a ser miembro exclusivo del Reino de Dios. Además, el hijo o la hija de Dios Creador comienza a experimentar milagrosamente, en muchas ocasiones, la provisión para cubrir cualquier necesidad; si es pan lo que necesita, pan se le dará, si es trabajo, trabajo tendrá, si es sanidad para su cuerpo enfermo, sanidad tendrá, ¿cómo?, girando de la cuenta corriente del Banco Celestial, donde el Señor tiene firmados todos los cheques.