El día que le dijeron a Donna Lott que entregara las llaves de su coche, su
vida cambió para siempre. Al haber sido declarada ciega, ya no podía ir al
supermercado, ni al colegio de sus hijos, ni a las casas de sus amigos a menos
que su esposo u otra persona la llevaran. Tenía solamente 35 años.
Mi amiga Donna, una activa madre y esposa, había estado perdiendo
gradualmente la vista por la enfermedad llamada retinitis pigmentaria (RP).
Mientras luchaba por aceptar lo que significaba su diagnóstico, comenzó a tener
dificultades para cocinar y limpiar, arreglarse el cabello y maquillarse, y
finalmente, para identificar los rostros de sus hijos. Hoy, la iluminación en
muchos ambientes, ya sea de un restaurante, de una tienda, o de la iglesia, es
para ella un problema. Programas especiales de informática la ayudan a
leer, incluidos correos electrónicos, a escribir, a estudiar, pero
los ojos se le fatigan rápidamente.
El resultado, verdaderamente sorprendente de su experiencia, es
que a medida que la visión de Donna se volvía más débil y más distorsionada, su
agudeza espiritual se acentuó. Su tiempo con el Señor se volvió más
significativo al clamar a Él, y comenzar a percibir su amor con más claridad,
sintiendo su propósito al permitir que sufriera de esta manera. Aun en los días
que no podía imaginar cuál podía ser el propósito, le daba gracias por lo que
estaba sucediendo.
-¿Quieres decir, en ese mismo momento?
Sí, la Biblia nos manda dar gracias siempre. “Bendeciré al Señor
en todo tiempo”, escribió el salmista (Salmos
34.1). Y el apóstol Pablo se hizo eco de ese sentimiento en su primera
carta a los Tesalonicenses, cuando dice: “Dad gracias en todo,
porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1
Tesalonicenses 5.18). Por difícil que esto pueda ser de aceptar, “en
todo” significa en los momentos buenos y malos, incluso cuando no tengamos
ganas de hacerlo. Es fácil dar gracias cuando se tiene un matrimonio sólido,
buenos hijos y dinero en el banco. Pero, ¿qué pasa cuando el matrimonio se
desploma, cuando los hijos se vuelven rebeldes o escasea el dinero?
Cuando vienen tiempos difíciles, podemos elegir dar la espalda a Dios. Pero
el endurecimiento de nuestro corazón hacia Él por la ira o el rechazo, afectará
a nuestra capacidad para afrontar el sufrimiento de una manera provechosa, lo
que hará difícil escuchar su voz y recibir consuelo y fortaleza. La gratitud es
la puerta que tenemos que atravesar para ser, cada vez más, conscientes de la
bondad del Padre celestial en medio de nuestras circunstancias difíciles.
Tenemos que practicar la disciplina de dar gracias, más aún en los momentos
difíciles, porque al hacer esto Dios no solo transforma el sufrimiento, sino
que también nos transforma a nosotros.