Algo pasó, tuvo que haber un momento en donde seguramente descuidaste tu relación personal con Dios, en donde quizá comenzaste a acomodarte a vivir una vida que va caminando un poco alejado de Dios, sin necesidad de llegar a la perdición total. Debemos ser conscientes de que alejarse de Dios, no solamente es ir y pecar deliberadamente; a veces, a pesar que hacemos lo mismo que hemos hecho los últimos años en la iglesia, podemos vivir lejos de Dios.
A veces estamos tan lejos de Dios que apenas escuchamos su voz, estamos tan lejos que apenas le sentimos, estamos tan lejos que ya ni obedecemos al Espíritu Santo cuando nos redarguye.
Quizá tu seas un buen servidor o una buena servidora de Dios, sin embargo las últimas semanas o meses has vivido lejos de Dios. Quisieras sentir aquel deseo de buscar de Dios, aquella hambre que un día tuviste, aquel anhelo de no dejar la presencia de Dios. Quisieras llorar mientras le adoras, llorar mientras le buscas, quisieras derramar tu alma en su presencia, pero tu mismo distanciamiento con Dios no te permite ser sensible a su presencia ni audible a su voz.