domingo, 24 de abril de 2016

Grado de implicación real del cristiano evangélico bautista en su Iglesia

La vida cristiana es una tremenda y dulce experiencia. Es un crecimiento continuo. Dios quiere que crezcamos, que nuestra vida cristiana no pare de crecer. Para ello debemos tener muy en cuenta que no debemos ser únicamente oidores de la dulce y maravillosa Palabra de Dios, sino hacedores de la misma.

 

Si alguno es oidor de la palabra de Dios pero no hacedor de ella, ese es semejante al hombre que considera su rostro normal en un espejo;  él se considera a sí mismo natural y se va, y pronto olvida cómo era. Pero el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace. Santiago 1:23-25 

La vida cristiana no es un evento sino una evolución continua, un proceso. Diremos que en ella hay tres niveles de crecimiento cristiano. Se va avanzando en ellos según el grado de implicación del cristiano mismo. Vemos, a modo de demostración, en Lucas 5 que: Inicialmente, el Señor ministró a orillas del lago de Genesaret.

 

-1º nivel: Todos comenzamos en la orilla y le conocemos a Jesús. Es en la orilla donde Dios toca nuestra vida. Pero Dios no quiere que sigamos siempre en la orilla. Las cosas importantes suceden más allá de la misma. La Biblia dice que había mucha gente alrededor de Él. Jesús estaba predicando y la gente, en este 1º nivel, simplemente oía. Estaban ahí para, simplemente, entretenerse y olvidarse de todos los problemas. Por lo tanto, aún no había ningún compromiso, incluso había cierta falta de interés en lo que Dios decía. El poco interés que había era por el beneficio personal en que Cristo hiciera un milagro para ellos, lo que sólo demuestra un egoísmo personal de cierta gente. Pero eso no es todo en la vida cristiana.

 

-2º nivel: La Biblia dice que, después, Él entró en una barca y se retiró un poco más alejado de la orilla y comenzó a enseñar. Ya no estaba predicando, ahora estaba enseñando. En la predicación se necesitan oyentes, mas en la enseñanza se precisan discípulos, y un discípulo necesita practicar lo que se le instruye, tiene algo que hacer en la Obra de Dios.

En este nivel hacemos, o sentimos, más o menos habitualmente, la lectura de la Palabra de Dios, la oración, el tiempo devocional con Dios, y la comunión (congregación) con mis hermanos en Cristo.

Los discípulos, en este 2º nivel, estaban limpiando las redes pero se sentían frustrados. Habían estado pescando toda la noche pero no habían atrapado nada. En la vida actual, es como si trabajamos con denuedo y no vemos el fruto de nuestro trabajo. Así se sentían los discípulos. Y en medio de ese ambiente el Señor les invitó a ir al 3º nivel. Y es en este nivel donde algo grande sucede.

Mi Padre es el Piloto

El hombre observó al niño solo en la sala de espera del aeropuerto aguardando su vuelo.
Cuando el embarque comenzó, el niño fue colocado de los primeros de la fila, para entrar y encontrar su asiento antes que los adultos.
Así, al entrar al avión, el hombre vio que el niño estaba sentado al lado de su asiento.
El niño fue cortés cuando conversó con él y, enseguida, comenzó a pasar el tiempo pintando un libro.
No demostraba ansiedad o preocupación con el vuelo mientras las preparaciones para el despegue se hacían.
Durante el vuelo, el avión entró en una tempestad muy fuerte, que le hizo balancearse como una pluma al viento.
La turbulencia y las sacudidas bruscas asustaron a algunos pasajeros, pero el niño parecía encarar todo con la mayor naturalidad.
Una de las pasajeras, sentada al otro lado del pasillo, estaba preocupada con todo aquello y preguntó al niño:
– No tienes miedo?
– No señora, no tengo miedo, respondió él, levantando los ojos rápidamente de su libro de pintar.
¡Mi padre es el piloto!

El libro más perseguido

¿A QUÉ TEMPERATURA ARDE EL PAPEL?
A los 451 Fahrenheit o 233 centígrados.
"Fahrenheit 451" es una novela en la que los bomberos no apagaban incendios sino quemaban libros. Para mantener el orden en aquella sociedad aparentemente libre, se fomentaba toda clase de entretenimientos y espectáculos. La gente tenía televisores del tamaño de la pared, por ejemplo. Los libros eran malos para los líderes de esa sociedad porque hacían que sus ciudadanos pensaran. Por lo que entonces razonaban y se daban cuenta que las cosas no estaban tan bien como parecía.
Los lectores después ser conscientes de ello, desearían cambiar su entorno, y eso no convendría a la clase dominante. Por eso trataban de evitar a toda costa que la gente leyera dándoles otros entretenimientos. Por esto mismo, los lectores eran buscados como criminales y los libros quemados sin ningún tiento.

Cuando el protagonista de la novela encuentra a una jovencita muy diferente por vivaz e inteligente, él es  confrontado con una pregunta que cambiaría el resto de su vida. ¿Pero alguna vez has leído lo que quemas?
Aunque al principio trató de ignorar esta pregunta, ella siguió taladrando su mente hasta que finalmente se convirtió en un lector y posteriormente, prófugo de la justicia. En su huida, vino a parar a un paraje apartado de gente alejada de la “civilización”, donde encontró hombres y mujeres que sabían de memoria textos enteros de muchos autores famosos. Él les pregunto: “¿Por qué memorizarlos?” Ellos le respondieron que podrían quitarles los libros y quemarlos, pero lo que tuvieran en su interior no podrían arrebatárselo jamás.

La pregunta de una campesina

Hace muchos años, en época de Navidad, un conferencista ateo recorría las campiñas y sembraba la duda entre los sembradores. Lo hacía tratando de probar que es poco razonable creer en Dios y considerar que la Biblia es su palabra.
      Una noche muy fría, el conferenciante, creyéndose dueño de la situación ante cierto número de personas, lanzó un desafío al Dios Todopoderoso, exclamando:
 ¡Si hay un Dios, que se revele a sí mismo y me quite la vida en este instante! Como no sucedía nada, se dirigió a sus oyentes y añadió: ¿Lo ven? ¡No hay Dios!

Entonces, ante el silencio de los presentes, una diminuta campesina que llevaba atado un pañuelo en la cabeza, se levantó de su asiento y dirigiéndose directamente al orador, le dijo: 
Señor, usted perdone mi atrevimiento ya que soy una mujer inculta y no sé replicar sus argumentos; su saber es muchísimo mayor que el mío. Usted es un hombre instruido, mientras que yo soy solo una simple campesina. Como usted tiene una inteligencia muy grande, le ruego me responda a lo que le preguntaré.
    Yo creo en Jesucristo desde hace muchos años, y precisamente llegando estas fechas navideñas todos los que en Él creemos, recordamos que vino a nacer a este mundo para darnos la salvación de la vida eterna. Quiero decirle que me regocijo en la salvación que Él me dio, y aunque inculta, he aprendido a leer un poquito, y hallo gran gozo en la lectura de la Biblia.
    Si cuando llegue la hora de mi muerte, me entero que no hay Dios, que Jesucristo no es el Hijo de Dios, que la Biblia no es la verdad y que no existe la salvación ni el cielo, dígame, ¿qué habré perdido al creer en Cristo durante mi vida?