viernes, 31 de enero de 2020

Jesús conocía su misión

El Señor conocía claramente cuál era su misión en la tierra: salvar al mundo del pecado y liberar a los hombres del poder de satanás. En varias ocasiones Jesús dijo que había venido a hacer la voluntad del Padre que lo envió.
El ángel le dijo a María: “Y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” (Mateo 1:21).
Hay solo dos momentos en el ministerio público de Jesús, donde Él expresa públicamente cuán consciente era de su misión en la tierra como el enviado de Dios.

I. Salvar lo que se había perdido

Resultado de imagen de Jesús conocía su misión“Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Lucas 19:10).
Cuando Jesús entró en casa de Zaqueo, el jefe de los publicanos (recaudadores de impuestos) de Jericó, la gente del pueblo murmuraba contra él y se preguntaban ¿Cómo se le ocurre ir a la casa de ese hombre tan malo?” Lucas 19:8, pero Jesús les dijo: el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
No hay nadie tan malo que Jesucristo no quiera salvar; no hay persona tan perdida que Él no quiera rescatar; no hay esclavo del pecado que no quiera liberar. A eso vino, a buscar y a salvar lo que se había per­di­do.
Jesús descendió del cielo a la tierra para salvarnos de la maldición del pecado. Y estando en la condición de hombre, sufrió la humillación más profunda al morir en una cruz (Filipenses 2:6-8); pero dejando la tumba vacía ascendió a la gloria (Filipenses 2:9-11). Así que “una vez que Cristo hizo todo lo que Dios le mandó, se convirtió en el salvador que da vida eterna a todos los que lo obedecen.” (Hebreos 5:9 TLA).
Como dice Matthew Henry, “Cuando nuestra causa estaba perdida sin remedio, el Gran Abogado intervino para ganarnos el pleito” (1 Timoteo 2:51 Juan 2:1-2). Y ofrendó su vida en la cruz, una vez y para siempre para salvarnos. El sacrificio de Cristo quita el pecado y su sacrificio no necesita repetirse. Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos” (Hebreos 9:28 BAD; Hebreos 7:26-27).
Así como el Señor vio en Zaqueo una necesidad espiritual apremiante, también la ve en ti y en mí. Pero el Señor también vio en Zaqueo la disposición de un corazón hambriento por conocer la verdad y saber quién era Jesús.
En una entrevista de un semanario del Vaticano, el Papa Francisco aseguró que Europa "necesita un líder". Pero lo que realmente necesita Europa y el resto de los continentes es volverse a Cristo, es reconocer que Jesucristo es la única esperanza para la humanidad.

El orgullo más pecaminoso del cristiano

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras,
para que nadie se gloríe. (Efesios 2: 8 y 9).

El orgullo del hombre y la envidia a Dios
La envidia y el orgullo condujeron a Satanás y a todos sus “ángeles” caídos al destierro eterno, en un lugar de tinieblas sin la comunión con el Señor.
Ese mismo deseo impuro lo tuvieron Adán y Eva en la escena del pecado original en el huerto del Edén. Podemos ver el mismo patrón de gloria en estas dos rebeliones anteriores, y éste sigue siendo el mismo deseo pecaminoso e impuro que tienen los hombres de hoy.
Predicando el Evangelio de Cristo El hombre tiene la tendencia natural de pretender alguna "gloria", algún tipo de reconocimiento por su "obra"; es como si tuviera el deseo pecaminoso de querer ser Dios. 
 
Por lo que, millones de cristianos creen tener algo "digno", "valioso", "algún mérito", "alguna gestión de su propia voluntad, que les hace "merecedores" del amor de Dios.  
En todas las partes de la tierra hay creyentes que sienten tener "algo bueno" dentro de ellos, que les ha hecho caminar por las sendas del Evangelio, y se sienten orgullosos de haber decidido seguir a Cristo. Estos cristianos no están dispuestos a despojarse de sus "obras", incluso de sus propios testimonios y de su vida moral, para dar toda la Gloria a Dios, quien se los ha otorgado todo.
Es más, algunos consideran su religiosidad y sus propios diezmos entregados, como algo "valioso y digno" para alcanzar la Gracia y la bondad del Señor.​ No han llegado a comprender profundamente que solo en la bancarrota espiritual podremos sentir la compasión del Salvador.

Resultado de imagen de El orgullo más pecaminoso del cristiano¿Qué es la bancarrota espiritual?
Cada vez hay un mayor número de cristianos que está a punto de declararse en quiebra espiritual. Hay evangelistas, pastores, maestros bíblicos, sacerdotes, religiosas, monjas, líderes importantes de la fe que se dan cuenta de que no pueden vivir de acuerdo a sus expectativas; que inesperadamente sus vidas pueden caer de vuelta en el pecado, y entonces comienzan a pensar en irse a la bancarrota espiritual.
Hace unos 2000 años, Cristo Jesús nos habló de esta bancarrota cuando dijo: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". (Mateo 5:3).
¿Ha comprendido usted, en la intimidad con el Señor, que le ha fallado aun haciendo sus más nobles esfuerzos? 

La religión nos hace sentir orgullosos de lo que hemos hecho.

El Evangelio nos hace orgullosos de lo que Jesús ha hecho. 

 

Timothy Keller.



¡Suelta el orgullo!, para que puedas abrazar con todas tus fuerzas la Gracia del Salvador.

¿Cristianos o discípulos de Jesús?

No es muy común que nos denominemos “discípulos de Jesús”. Preferimos decir que somos cristianos, porque es mucho más fácil de comprender y tampoco está mal dicho. Pero ser cristiano, en la mente de muchos, presupone ser seguidor de una fe que valora unas instituciones religiosas, una cierta clase de líderes religiosos, y unas determinadas prácticas y tradiciones religiosas que tuvieron inicio en “el Cristo” hace unos milenios.
Así que para algunos puede parecer, que cuando alguien se convierte a Jesús solamente ha cambiado de religión y ahora "voy a “los evangelistas”,... a ver si ahora funciona".
El tema es que Jesús no nos ha llamado para una nueva religión, sino para una nueva vida. Una vida que está totalmente centrada en Él y no en nosotros. Las religiones están centradas en las personas pues buscan proveer a los fieles una respuesta que funcione para sus necesidades, a su manera. No es extraño que escuchemos a personas que digan “yo sigo a Dios a mi manera”.
En nuestra caminata para experimentar esa nueva vida, Jesús nos llama a que seamos sus “discípulos”. Un discípulo es alguien que está siempre dispuesto a aprender de su maestro y aumentar su conocimiento. Pone en práctica lo que aprende y desarrolla nuevos hábitos que son evidencias de su aprendizaje. Además de todo esto, según Lucas 14.25-27, aquel que desea seguir al Maestro Jesús y ser su discípulo, debe dejar para segundo plano todo lo demás, poniendo a Cristo en primer lugar y buscando hacer su voluntad.
Jesús se enfadó varias veces con los religiosos, y en uno de esos momentos se enfadó con personas que lo buscaban solamente para comer (Juan 6.26). Jesús no es el fundador de una religión más que viene a dar a las personas lo que ellas quieren y a su manera, sino el Rey poderoso de un Reino Eterno que nos invita a que lo sigamos, para esparcir su verdad y vivir según sus valores. El único que puede perdonar a la humanidad de sus pecados y generar en cada uno de nosotros una nueva y plena vida.
Si quieres contestar positivamente a la invitación de Jesús y ser uno de sus discípulos, empieza por preguntarle qué es lo que Él desea de ti, y no qué es lo que tú quieres de Él.