sábado, 8 de agosto de 2015

Atrapada en una mentira

¿Quién define que somos bellas?, podrían ser los medios de comunicación, o quizá personas que se consideran expertos en la materia. ¿Pero, te has preguntado en qué o en quién pensaba Dios cuando te creó?
Dios describe en su palabra, la belleza de la siguiente manera:
“Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios” (1 Pedro 3:3-4 NVI).
Cuando buscamos la aprobación de los hombres nos volvemos esclavos de nuestros propios deseos. Hace unos años, podía decir que tenía unas medidas perfectas, dedicaba 4 horas diarias de mi tiempo al gimnasio, realizaba dietas extremas, siempre tratando de mantener una imagen de mujer hermosa ante la gente que me conocía, con la motivación de ser bella en medio de la sociedad en la que me desenvolvía. Creía que mostrar mi cuerpo, cintura perfecta y abdominales marcados, era la manera más acertada de lograr aceptación.
En mi mente tenía impreso el estereotipo de belleza típico de la sociedad actual, mi exterior cumplía las expectativas,... pero en mi interior acumulaba resentimiento, un carácter recio e indiferente, poco me preocupaban las necesidades de los demás y vivía inmersa en mi egocentrismo.
Con unas medidas perfectas, resultado de años de trabajo, quedé embarazada. En mis dos embarazos, subí un promedio de 23 kilos de peso, y mi cuerpo sufrió las consecuencias que toda mamá puede ver reflejadas en el espejo, estrías, flacidez y sobrepeso.
No recuperé mi paz; a lo largo de 8 largos años, consulté a varios cirujanos plásticos que me dieran la esperanza de recuperar la figura perdida. Algunos fueron sinceros diciéndome que en realidad yo no tenía por qué soportar ciertos procedimientos estéticos, otros me prometieron un cuerpo de 20 años sin ningún esfuerzo, y yo me decidí por el camino aparentemente más fácil, una pequeña cirugía abdominal con liposucción láser, aumento de senos y reparación umbilical doble, todo en una sola cirugía, ignorando los altos riesgos que comportaba, y cediendo a mis deseos de recuperar mi figura en desatención a mi esposo, porque él, mi cabeza de familia, mi protector de parte de Dios, se oponía completamente a que me sometiera a todo eso.

Inspiración

En el pequeño colegio rural había una vieja estufa de carbón, muy anticuada. Un chiquito tenía asignada la tarea de llegar al colegio temprano todos los días para encender el fuego y calentar el aula, antes de que llegaran su maestra y sus compañeros.
Una mañana, llegaron y encontraron la escuela envuelta en llamas. Sacaron al niño inconsciente más muerto que vivo del edificio. Tenía quemaduras graves en la mitad inferior de su cuerpo y lo llevaron urgentemente al hospital del condado.
En su cama, el niño, horriblemente quemado y semiinconsciente, oía al médico que hablaba con su madre. Le decía que seguramente su hijo moriría, que era lo mejor que le podía pasar en realidad, pues el fuego había destruido la parte inferior de su cuerpo.
Pero el valiente niño no quería morir. Para gran sorpresa del médico, sobrevivió.
Una vez superado el peligro de muerte, volvió a oír a su madre y al médico hablando despacito. Dado que el fuego había dañado en gran manera las extremidades inferiores de su cuerpo, le decía el médico a la madre, hubiera sido mucho mejor que muriera, ya que estaba condenado a ser inválido toda la vida, sin posibilidad alguna de usar sus piernas.
Una vez más el valiente niño tomó una decisión. Caminaría. Pero desgraciadamente, de la cintura para abajo no tenía capacidad motriz. Sus delgadas piernas colgaban sin vida.
Finalmente, le dieron de alta.

Las Desviaciones del Llamamiento

Dios nos ha llamado con 3 propósitos: ser Salvos, Santos y Siervos. Romanos 11:29.
Las desviaciones surgen cuando no tenemos en cuenta los propósitos por los cuales Dios nos ha llamado.
Crisis de Identidad.
Se produce cuando no entendemos la trascendencia de nuestro llamado, parecería que no tenemos biografía ni destino.
Moisés experimentó crisis de identidad; a los 40 años de edad no sabía si era egipcio o hebreo. Hechos 7:22-29.
Falta de Espíritu de Servicio.
Cuando nos desviamos del llamamiento divino, buscamos nuestros propios intereses, nos desesperamos por ser protagonistas, manipulamos a los demás y nos servimos de ellos.
Falta de Santidad.
Toda una generación del pueblo hebreo fue eliminada en el desierto por falta de santidad.
Dios los llamó para ser el pueblo santo, separado y consagrado para Dios, pero ellos experimentaron desviaciones que nos dejan lecciones a considerar: I Corintios 10:6-11. (5 desviaciones que experimentó el pueblo de Israel).
1. Codicia. Es bueno tener sanas aspiraciones, pero no debemos codiciar cosas malas. Proverbios 21:26. - I Timoteo 6:10. - Éxodo 20:17.
2. Idolatría. Cuando algo ocupa el lugar de Dios impera la idolatría, pueden ser los ídolos, los falsos dioses, el dinero, el sexo, la familia, los deportes, el ministerio, la iglesia, etc. Éxodo 32:1-14. - I Juan 5:21. - Colosenses 3:5.
3. Fornicación. La inmoralidad viene como
 consecuencia de la idolatría. El pueblo hebreo se dejó seducir por las moabitas y hubo una mortandad espectacular. Números 25:1-9.
La fornicación también incluye relaciones sexuales con prostitutas. I Corintios 6:16-18.
4.- Tentar al Señor. El pueblo hebreo confrontó a Dios.
Cuando provocamos a Dios lo estamos desafiando, y las consecuencias se reflejarán en el ministerio. Dos manifestaciones son: el pecado de desconfianza y el pecado de ingratitud.
5.- Murmuración. El mal hábito de hablar en perjuicio de alguien es un pecado que refleja nuestra falta de administración adecuada de la lengua. El pueblo de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, y más de 14.000 hebreos murieron. Números 16:41-50

Cambiado por el Espíritu Santo

Cuando el Espíritu de Dios realmente venga sobre una persona, esa persona será cambiada. Primera de Samuel 10:6 nos dice que Saúl iba a ser “una nueva persona”, que sería cambiado tan a fondo, que la gente creería que se trataba de otro hombre.
Las evidencias más importantes de una vida llena del Espíritu Santo son un cambio de carácter y el desarrollo de los frutos del Espíritu Santo que se describen en Gálatas 5:22-23. Dios llena a las personas con el Espíritu Santo para capacitarlas a vivir para Él. Si no están haciéndolo, no están testificando ser creyentes en Jesucristo. Hablar en lenguas fue una de las evidencias del derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés, y lo sigue siendo hoy. Pero la evidencia más importante en aquél entonces, y siempre, son los hombres y mujeres cambiados (Hechos 2: 1-4). 
En el juicio a Jesús, Pedro negó a Cristo tres veces porque tuvo miedo de los judíos (Lucas 22:56-62); pero después de ser lleno del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, se puso de pie y predicó un mensaje extremadamente audaz. Tres mil almas fueron añadidas al Reino de Dios como resultado de la prédica de Pedro aquél día (Hechos 2:14-41). El bautismo en el Espíritu Santo cambió a Pedro; lo convirtió en otro hombre. Su temor desapareció de repente, y se volvió tan confiado como un león.

¿Vivos o muertos?

A veces caemos en el error de pensar, “¿para qué trabajar para Dios en esa área, si ya hay quién lo haga?, ellos no me necesitan”. Quizá algunos, incluso han pensado que ciertos trabajos no son dignos de ellos y que deberían estar haciendo otra cosa para el Señor. Pero qué equivocados estaríamos al pensar que somos indispensables para la obra de Dios, que sin nosotros no funcionaría como debe funcionar. Qué equivocados estaríamos al pensar que Dios nos necesita, y querríamos hacernos los difíciles o los desentendidos. ¡Caramba, hermano!, quien realmente necesitaría el trabajo eres tú, eres tú quien necesita de Dios. Tú serías el primer beneficiado, sin ti la obra funcionaría de igual manera y se remataría, pero tú sin tu trabajo para Dios estarías incompleto; ¿qué es tu fe si no va acompañada de obras?
Quizá te sea difícil sentir el deseo de trabajar en la obra del Señor, quizá te sea difícil aceptar tener una responsabilidad o imaginar que debes entregar parte de tu tiempo para el servicio a Dios. Solemos temerle al compromiso, o no nos sentimos listos para ser una cara visible de Cristo ante la sociedad.
¿Por qué te cuesta tanto? ¿Has pensado por qué no estás trabajando como los demás para Dios?, ¿por qué fallas en los compromisos que te haces, y a fin de cuentas, parece que no te importa? La razón por la que seguimos estancados y no podemos avanzar en la obra de Dios es simplemente, porque creemos que hemos muerto, pero en realidad aún nos encontramos vivos. Somos como zombis, aparentemente hemos muerto pero en realidad nos encontramos vivos.
Hermano/a y amigo/a, muere con Cristo, muere a las apariencias, a los prejuicios, a los comentarios mal intencionados, a la falta de disposición, al viejo hombre que prefiere gastar su tiempo en cosas que no le llevan a su meta final junto a Cristo Jesús.
Tu fe necesita ser viva, levántate de esa silla, acepta el privilegio, ponte a disposición del Maestro, y entenderás que quien lo necesitaba eres tú, no Él.