¿Quién define que somos bellas?, podrían ser los medios de comunicación, o quizá personas que se consideran expertos en la materia. ¿Pero, te has preguntado en qué o en quién pensaba Dios cuando te creó?
Dios describe en su palabra, la belleza de la siguiente manera:
“Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios” (1 Pedro 3:3-4 NVI).
Cuando buscamos la aprobación de los hombres nos volvemos esclavos de nuestros propios deseos. Hace unos años, podía decir que tenía unas medidas perfectas, dedicaba 4 horas diarias de mi tiempo al gimnasio, realizaba dietas extremas, siempre tratando de mantener una imagen de mujer hermosa ante la gente que me conocía, con la motivación de ser bella en medio de la sociedad en la que me desenvolvía. Creía que mostrar mi cuerpo, cintura perfecta y abdominales marcados, era la manera más acertada de lograr aceptación.
Con unas medidas perfectas, resultado de años de trabajo, quedé embarazada. En mis dos embarazos, subí un promedio de 23 kilos de peso, y mi cuerpo sufrió las consecuencias que toda mamá puede ver reflejadas en el espejo, estrías, flacidez y sobrepeso.
No recuperé mi paz; a lo largo de 8 largos años, consulté a varios cirujanos plásticos que me dieran la esperanza de recuperar la figura perdida. Algunos fueron sinceros diciéndome que en realidad yo no tenía por qué soportar ciertos procedimientos estéticos, otros me prometieron un cuerpo de 20 años sin ningún esfuerzo, y yo me decidí por el camino aparentemente más fácil, una pequeña cirugía abdominal con liposucción láser, aumento de senos y reparación umbilical doble, todo en una sola cirugía, ignorando los altos riesgos que comportaba, y cediendo a mis deseos de recuperar mi figura en desatención a mi esposo, porque él, mi cabeza de familia, mi protector de parte de Dios, se oponía completamente a que me sometiera a todo eso.
No recuperé mi paz; a lo largo de 8 largos años, consulté a varios cirujanos plásticos que me dieran la esperanza de recuperar la figura perdida. Algunos fueron sinceros diciéndome que en realidad yo no tenía por qué soportar ciertos procedimientos estéticos, otros me prometieron un cuerpo de 20 años sin ningún esfuerzo, y yo me decidí por el camino aparentemente más fácil, una pequeña cirugía abdominal con liposucción láser, aumento de senos y reparación umbilical doble, todo en una sola cirugía, ignorando los altos riesgos que comportaba, y cediendo a mis deseos de recuperar mi figura en desatención a mi esposo, porque él, mi cabeza de familia, mi protector de parte de Dios, se oponía completamente a que me sometiera a todo eso.