jueves, 1 de marzo de 2018

Mujer predica el Evangelio a su agresor durante el juicio y le pide que acepte a Jesús

Resultado de imagen de juicio contra Larry NassarResultado de imagen de juicio contra Larry NassarUna de las víctimas de abuso sexual le pidió a su agresor durante el juicio ante el tribunal, que se arrepintiera de sus pecados y aceptara a Jesús, quien puede perdonarlo y transformar su corazón.

Rachael Denhollander, una gimnasta que se convirtió en la primera víctima en acusar públicamente al ex médico Larry Nassar, también se convirtió en la última en presentar su declaración ante el tribunal antes de la sentencia, mencionando a Cristo y el mensaje del Evangelio.

Rachael se dirigió a su agresor haciéndole una llamada sincera a salvar su alma, al tiempo que lo hacía responsable de sus horribles acciones


"Te has convertido en un hombre gobernado por deseos egoístas y perversos, un hombre dominado por tus acciones diarias de egoísmo y perversión", dijo la mujer ". Escogiste proseguir con tu maldad sin importar lo que le cueste a los demás".
A partir de entonces, Rachael recurrió al mensaje central del Evangelio, señalando que el Nuevo Testamento describe a un Dios que ama incondicionalmente a la humanidad y que envió un salvador para probarlo.

"Si has leído la Biblia que llevas, debes saber que la definición de amor sacrificial es de Dios, amando de tal manera que dejó todo y dio su vida, para pagar la pena por el pecado que no cometió. Por su gracia yo también elijo amar de esta manera", expresó.

La mujer dijo que el perdón no se recibe por hacer buenas obras para borrar lo malo, sino que requiere un verdadero arrepentimiento. "El perdón llega después del arrepentimiento, que exige reconocer lo que hiciste. Sin excusas, sin fingir que puedes cubrirlo con cosas buenas".

Leyó Mateo 18: 6 y recalcó las palabras de Jesús acerca de la condenación que sigue a aquellos que dañan a los niños.

Después de explicar las consecuencias del pecado, Rachael habló también sobre la gracia de Dios, "Eso es lo que hace que el Evangelio de Cristo sea tan dulce", dijo. "Yo oro para que experimentes algún día el peso de la culpa del alma, para que después puedas arrepentirte de verdad y consigas el perdón de Dios".



Alabar en los problemas

Job respondió:
—¡Mujer, no digas tonterías! Si aceptamos los bienes que Dios nos envía, ¿por qué no vamos a aceptar también los males?
Así pues, a pesar de todo, Job no pecó ni siquiera de palabra. Job 2:10
Es cáncer. Quise ser fuerte cuando mi mamá dijo esas palabras, pero rompí en llanto. Uno jamás quiere escucharlas; ni siquiera una vez. Pero era la tercera vez que ella luchaba contra ese mal. Después de unos exámenes de rutina, se enteró de que tenía un tumor maligno debajo del brazo.
Aunque mamá era la de la mala noticia, tuvo que consolarme a mí. Su respuesta me sorprendió: «Sé que Dios es bueno conmigo siempre. Él siempre es fiel». A pesar de enfrentarse a una cirugía difícil y a radioterapia, mamá estaba segura de la presencia y la fidelidad del Señor.
¡Qué parecido a Job! Perdió a sus hijos, su riqueza y su salud. Pero después, «se postró en tierra y adoró» (Job 1:20). Cuando le aconsejaron maldecir a Dios, respondió: «¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?» (2:10). ¡Qué maravillosa respuesta! Aunque más tarde se quejó, al final aceptó que Dios nunca había cambiado. Sabía que seguía con él y que le importaba su vida.

Para la mayoría, la alabanza no es la primera respuesta ante las dificultades. A veces, el dolor de nuestras circunstancias es tan abrumador que reaccionamos con temor o enojo. Pero ver la respuesta de mi mamá me recordó que Dios sigue estando presente y siendo bueno. Él nos ayuda a atravesar los momentos difíciles. 
Señor, que pueda alabarte en las dificultades.
Aun en los momentos más oscuros, podemos elevar nuestra mirada al Señor.

Jesús lloró

“Jesús lloró”
Juan 11:35 (NVI).

Hubo un detonante en los últimos meses de mi vida que me llevó a buscar al Señor con mucha más fuerza y pasión. Satanás lanzó un golpe bajo que pudo, sin la intervención divina de Dios, destruir a mi familia; pero con mi voz más audible puedo decir que triunfó el amor.
Una amiga que amo con todo mi corazón me enseñó a orar. Sí, antes lo hacía y pensaba que lo hacía bien, no en vano he obtenido respuesta a muchas de las peticiones que he elevado al cielo; pero jamás había sentido tanta necesidad de compenetrar mi yo interior con el Jesús que habita dentro de mí como lo hago ahora.

No me da vergüenza reír, cantar, o tener largas conversaciones con Él de lo que me angustia, me preocupa o me emociona, ya que sé que está ahí, a mi lado, y sé también que no se aburre de mis tertulias, muchas veces cargadas de quejas; para todo tiene una respuesta y su toque especial de paz y tranquilidad reconforta mi corazón y me llena de alegría.
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De rodillas he decidido librar mi batalla, gritarle a Satanás que no tiene poder ni autoridad sobre mi familia, y que es un enemigo vencido que no tiene oportunidad de ganar. Lloro y le entrego a mi Padre lo que me duele porque soy frágil y débil, y Él me ha prometido perfeccionarse en mi debilidad, además de hacer de mí una mujer valiente, guerrera y digna de su amor.

No somos de piedra, somos seres humanos que sentimos y precisamos tiempo para que nuestras heridas sanen. Avanzamos, perdonamos, pero no olvidamos con el único objetivo de rectificar nuestro camino y no volver a cometer los errores del pasado. Con nuestra alma enferma, muchas veces por rabia e impotencia ante situaciones que no están en nuestras fuerzas cambiar, nos acercamos al Todopoderoso, como lo hizo Jesús al orar en Getsemaní:
“«Es tal la angustia que me invade, que me siento morir… Yendo un poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú»”. (Mateo 26:38-39 NVI)