miércoles, 18 de mayo de 2016

La paz de Dios

Según el diccionario, paz es “la inexistencia de una guerra o desorden civil; quietud, tranquilidad, calma mental; en un estado amistoso, y no de contienda.” Pero la paz de Dios es más difícil de entender y definir. La Palabra de Dios dice que esa paz trasciende todo entendimiento (Filipenses 4:7).
La palabra hebrea para paz es “shalom” (salom); y su significado es totalidad, plenitud, descanso, orden, armonía/unidad e incluso salud, contentamiento, prosperidad y satisfacción, como también ausencia de cualquier tipo de contienda. Cuando tenemos una relación cercana con Dios y su voluntad, la armonía y las bendiciones vienen.
En efecto, la paz de Dios es parte de Su naturaleza (Jueces 6:24Romanos 15:331 Corintios 14:33; 1Tesalonicenses 5:23, 24Hebreos 13:20), y únicamente Él es la fuente de la verdadera paz humana. La palabra griega para paz es “eirene,” que generalmente se utiliza para designar una forma de vida próspera y ordenada en ausencia de guerra. Sin embargo, el Nuevo Testamento modificó su significado para estar más relacionado con la palabra hebrea “shalom.” El Nuevo Testamento también relaciona la palabra paz directamente con Jesús. Después de todo, Él es la forma humana de la paz de Dios.
En efecto, la paz de Dios debe guardar nuestros corazones y mentes en Cristo (Filipenses 4:7). Si la tienes, te mantendrá en la carrera; y si la pierdes, anhelarás que regrese. Por lo tanto, puede gobernarnos (Isaías 60:17) y ser una herramienta útil para motivarnos a permanecer en Dios. La paz de Dios siempre debe gobernar en nuestro corazón, ya que, como miembros del cuerpo de Cristo, estamos llamados a la paz (Colosenses 3:15).
La Palabra de Dios también nos dice que Su paz nos da un futuro, porque hay un futuro para los hombres de paz (Salmos 37:37); trae vida al cuerpo, (Proverbios 14:30); trae gozo (Proverbios 12:20), belleza (Isaías 52:7) y cosecha justicia (Santiago 3:18); paz que nos ha sido dada por Dios, quien nos la da en gran medida debido al principio de sembrar y cosechar (Lucas 6:382 Corintios 9:6).

¿Por qué Jesús tuvo que experimentar tanto sufrimiento?

Isaías 52:14 declara, “Como se asombraron de ti muchos, pues de tal manera fue desfigurado de los hombres Su parecer, y Su hermosura más que la de los hijos de los hombres.” Jesús sufrió terriblemente a través de todas Sus pruebas, tortura y crucifixión (Mateo capítulo 27; Marcos capítulo 15; Lucas capítulo 23; Juan capítulo 19). Tan horribles como fueron Sus sufrimientos físicos, no fueron nada comparados con el sufrimiento espiritual por el que Él atravesó. 2 Corintios 5:21 dice, “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.” Jesús cargó el peso de los pecados de toda la humanidad sobre Él. (1 Juan 2:2) Fue el pecado el que causó que Jesús gritara, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Así que, a pesar del brutal sufrimiento físico de Jesús, éste no fue nada en comparación con la carga de nuestros pecados que Él soportó – y por los que murió (Romanos 5:8).

Isaías capítulo 53, especialmente los versos 3 y 5 predicen el sufrimiento de Jesús, “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de Él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos… Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por Su llaga fuimos nosotros curados.” El Salmo 22:14-18 es otro poderoso pasaje que predice los sufrimientos del Mesías, “He sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte. Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos; entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.”

Ser lento para enojarse

Eclesiastés 7:9, en términos de la versión Reina Valera 1960, nos exhorta: "No te dejes llevar por el enojo que sólo abriga el corazón del necio". No apresurarse en el espíritu a enojarse nos habla de autocontrol. No podremos llegar a ser creyentes victoriosos, vencedores, si no aprendemos a ejercitar el dominio propio manejando nuestras emociones, especialmente la emoción del enojo. 
Eclesiastés 7:9 es sólo uno de muchos versículos bíblicos que tratan el tema del enojo. Por ejemplo, Proverbios 14:17 dice: "El iracundo comete locuras, pero el prudente sabe aguantar". En Proverbios 16:32, leemos que: "Más vale ser paciente que valiente". Proverbios sigue tratando sobre el enojo al afirmar que: "El buen juicio hace al hombre paciente; su gloria es pasar por alto la ofensa" (Proverbios 19:11). Y en Santiago 1:19-20, leemos: "Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere".
Observe en Santiago 1:19,20 que "la ira humana no produce" rectitud. Parte de la rectitud o de la recta manera de ser, como Dios quiere que seamos, es realizar nuestro potencial, y no podemos hacerlo a menos que aprendamos a refrenar nuestro enojo.

Superando la mediocridad

Muchas personas creen que no están destinadas a vivir una vida con propósito, y esa creencia las mantiene en la línea de la mediocridad.
La percepción personal que tenga de usted mismo le ayuda o le impide avanzar en la vida, hacia el cumplimiento del propósito. ¿Cómo te ves a ti mismo?, ¿te ves como una persona con valor, que fue creada por Dios para tener éxito?, ¿o te ves como una persona que vive atada al fracaso del pasado, que se limitó por ese apodo de la infancia, o que está estancada porque pasan los días y no progresa?
vidas con propositoEl éxito podemos definirlo como una combinación de fe y tiempo. Cuanta más fe tenga, mejor usará el tiempo. Cuanto más crea que Dios lo creó con capacidades para triunfar y ser una persona de propósito, más tiempo útil usará para avanzar hacia el cumplimiento del mismo.
Ya tienes las  promesas de Dios, esfuérzate ahora por mejorar tu vida: ten fe, súmale a la fe carácter, que pueda ser admirado, y al carácter súmale conocimiento y preparación”, sal de la mediocridad y permite que Dios transforme tu vida, para ser un hombre o una mujer que encuentre y viva el propósito dado por su Creador.