Hace unos años un zoológico de Denver, Colorado, recibió un oso polar. Desafortunadamente, el zoológico no tenía un hábitat particular para este oso. Pero, ¡albricias!, estaban en medio de una campaña para recaudar fondos, de manera que alteraron los planes para que incluyera el hábitat preciso para este oso polar.
No obstante, el oso esperó tres años en una jaula que solamente le permitía dar tres pasos de un lado a otro. Y ese fue su estilo de vida en tres años. Finalmente, el oso fue introducido a su nuevo y hermosísimo hábitat; con unas cascadas preciosas, una cueva grande, un tremendo césped y un lago enorme para que pudiera nadar y jugar.
Pero durante las siguientes semanas, el oso continuaba dando tres pasos de un lado a otro, estaba atascado. No solamente estaba encarcelado por el zoológico, también estaba atascado mentalmente en un hoyo. El oso había llegado a sentirse cómodo en su entumecimiento. Se había convertido en una criatura de hábitos.
Qué triste, el oso eligió vivir a un nivel inferior del que el zoológico le estaba ofreciendo. Muchas personas son iguales que ese oso, entumecidos por sus malos hábitos. Viviendo a un nivel inferior del que Dios les ha ofrecido.
Muchas personas son más esclavas que libres. Así como el oso polar, han llegado a sentirse cómodos en su entumecimiento, conformes, atascados, criaturas de hábitos. Encarcelados por los atascos subliminales de los malos hábitos, tan profundamente arraigados en su vidas que ni siquiera saben que están ahí.