jueves, 9 de noviembre de 2017

Sostenido por Dios

En verdad me he comportado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre. ¡Como un niño destetado está mi alma! Salmo 131:2


Cuando estábamos terminando de almorzar juntas, mi hermana le dijo a Annica, mi sobrina de tres años de edad, que era hora de hacer una siesta. Con ojos alarmados y llenos de lágrimas, la pequeña objetó: «¡Pero tía Mónica todavía no me sostuvo en brazos hoy!». Mi hermana sonrió: «Está bien. Puede hacerlo. ¿Cuánto tiempo necesitas?». -«Cinco minutos», contestó.
Inline image 1Mientras la abrazaba, di gracias de que, aun sin siquiera intentarlo, ella me recordó lo que significa amar y ser amado. A veces, pienso que olvidamos que nuestro andar de fe consiste en aprender a experimentar el amor —el amor de Dios— más profundamente de lo imaginable (Efesios 3:19). Si lo olvidamos, nos pareceremos al hermano mayor en la parábola de Jesús sobre el hijo pródigo, intentando ganarnos la aprobación del Señor, pero olvidando todo lo que ya nos ha dado (Lucas 15:25-32).
El Salmo 131 es una oración bíblica que nos ayuda a volvernos «como niños» (Mateo 18:3) y a dejar de luchar mentalmente contra lo que no entendemos (Salmo 131:1). Por eso, al pasar tiempo con el Señor, recuperamos la paz y la esperanza que necesitamos (versos 2-3) ... tan arrullados y tranquilos como si volviéramos a ser niños en brazos de nuestra mamá.

Vasos rotos

En ocasiones, muchas más de las que queremos aceptar, las disensiones, los enojos, las discusiones surgen tanto en la familia secular como en el mismísimo seno de la Iglesia. Más aún, en todo ámbito donde confluyen los seres humanos, con sus distintas formas de pensar, de ver las cosas, de actuar ante las más diversas situaciones. Lamentablemente, esto es común y hasta “normal” dentro de nuestra naturaleza caída fuera del Huerto del Edén.
Resultado de imagen de vasos rotosEs así como las relaciones se deterioran, se van rompiendo. A veces con esfuerzo, con buena voluntad, se logran reconstruir, se consigue reanudarlas razonablemente dentro de una atmósfera sana. Pero es como las heridas. Aunque nos cueste y pese reconocerlo, quedan cicatrices en la mayoría de las situaciones, salvo excepciones; salvo en aquellas en las que un milagro del Señor logra hacer lo que los seres humanos no podemos.
Es como cuando un vaso se rompe. Con esmero y paciencia podemos reunir cada uno de los trozos y pegarlos hasta que quede armado nuevamente. Pero si hay algo irrefutable, es que una vez reconstruido no es más que unos cuantos pedazos pegados. Su aspecto no solo ya no volverá a ser el mismo, sino que muy probablemente al recibir agua, haya quedado alguna fisura que el pegamento no pudo restaurar y el líquido en mayor o menor medida tienda a perderse.
Las guerras en este mundo han comenzado así, aunque parezca exagerado. Una pequeña disensión, un desacuerdo al que no se le dio trascendencia en su momento, generó un ligero resentimiento que con el tiempo fue creciendo y sumando más personas. El resentimiento se hizo colectivo y a la postre fue transformándose en rencor. El rencor dio paso al odio y el odio dio lugar a un acto terrible, adentrándose en un camino sin retorno. Personas contra personas. Grupos contra grupos. Pueblos contra pueblos. Finalmente, países contra países.

Las Crisis de la vida

Las crisis de la vida nos llevan a momentos decisivos, a períodos de cambio en el curso de algo.
Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra. Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. Salmos 119:67-68
Después que las crisis han estrujado bastante a las personas, Dios interviene para consolar y enseñar. Veamos esto como una oportunidad para crecer en nuestra relación con Dios como individuo, y en las relaciones interpersonales.
“Pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,  prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús." Filipenses 3:13-14. No perdamos la esperanza.
Al enfrentarnos a una crisis, vemos que muchas veces se convierte en una tragedia, constante o no, en vez de ser una experiencia que produzca crecimiento y madurez a pesar del dolor y el sufrimiento.
Entonces, dependiendo de nuestra actitud, podremos descubrir que tomando la actitud correcta, encontraremos nuevos caminos para enfrentarnos correctamente a las próximas y de esta forma ayudar a otros.