miércoles, 29 de octubre de 2014

El poder del Espíritu Santo

Días antes de morir crucificado, Jesús dijo a sus discípulos lo que vendría: Después de su resurrección, recibirían un Consejero, el Espíritu Santo, que estaría con ellos para siempre (Juan 14.16). Él moraría en cada creyente, dándole su poder para vivir en victoria. El Señor también nos investirá con su poder divino, si cultivamos ciertas cualidades para que seamos más semejantes a Cristo. Estas son:
La pureza de corazón. Antes de ser salvos, el pecado nos separaba del Padre. Pero cuando recibimos al Señor Jesús como Salvador, Dios nos lavó y regeneró (Tito 3.5), nos vistió con la justicia de Cristo, y nos purificó para que pudiéramos convertirnos en su pueblo (Tito 2.14). Ahora depende de nosotros buscar la santidad para que podamos ser más como el Señor. La confesión regular de nuestros pensamientos y acciones pecaminosas trae perdón y nos limpia de toda maldad (1 Juan 1.9).
Un espíritu obediente. Antes de que fuéramos adoptados por la familia de Dios, nuestra naturaleza estaba en rebeldía contra su autoridad. Pero gracias a que hemos creído en Cristo, hemos sido liberados del poder del pecado sobre nosotros y hemos adquirido la capacidad real de ser hijos de Dios por la obediencia. Aunque nuestra vida no será perfecta, el Señor ve si nuestras mentes y nuestros corazones están dedicados a obedecerle.
Cuando hacemos de la santidad una prioridad y demostramos obediencia al Señor, recibimos poder sobrenatural para escoger lo recto. Cada día, nos llenaremos de poder al confesar nuestros pecados (Salmo 51.1, 2, 10), al mantener nuestra dedicación a Dios, y obedecer la dirección del Espíritu Santo.

La mano del Maestro

Estaba golpeado y marcado, y el rematador de la subasta pensó que, por su escaso valor, no tenía sentido perder demasiado tiempo con el viejo violín, pero lo levantó con una sonrisa.
-¿Cuánto dan señores? -gritó-, ¿quién empezará a pujar?

-Un dólar, un dólar- alguién replicó, después dos dólares.
-¿Solo dos? Dos dólares y ¿quién da tres?, tres dólares, a la una; tres dólares a las dos; y van tres… 

Pero no, desde el fondo de la sala un hombre canoso se adelantó y recogió el arco del violín; luego, después de quitarle el polvo y estiradas las cuerdas flojas, las afinó y tocó una melodía pura y dulce como un coro de ángeles.
Cesó la música, y el rematador, con una voz silenciosa y baja, dijo: -¿Cuánto me dan por el viejo violín? y lo levantó en alto con el arco.
-Mil dólares y… ¿quién da dos? ... 
-¡Dos mil!, ¿Y quién da tres? Tres mil a la una, tres mil a las dos; y se va y se fue, -dijo.
La gente aplaudía, pero algunos decían: "No entendemos bien, ¿qué cambió su valor?". La respuesta no se hizo esperar: "¡La Mano del Maestro!"
Que una melodía celestial brote hoy de tu vida, si te dejas usar en las manos del Maestro por excelencia.
Efesios 2:10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

El único Dios Verdadero

Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Juan 17:3.
Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Efesios 4:6.
Hay un “único Dios”. Tal era el gran testimonio del pueblo de Israel, en una época en la que el mundo pagano que le rodeaba creía en una multitud de divinidades. Asimismo, los primeros cristianos dieron testimonio de su fe en el Dios único, lo que para muchos de ellos significó el martirio. A ese Dios único no lo adoraban como una fuerza impersonal ni como una entidad que abarcaba todo, sino como a una Persona. La Biblia nos revela que Dios es un Dios vivo.
Este “único Dios” quiere ser conocido. Para esto se reveló al hombre en Jesús, el Mesías prometido y anunciado a Israel por los profetas. Así, el Hijo unigénito de Dios vino a la tierra, humilde entre los humildes. Y dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”, y aun: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí?” (Juan 14:9-10). Por medio de estas palabras, y muchas otras, sabemos que si Jesús es el Mesías, el enviado de Dios, es igualmente Dios, “nuestro gran Dios y Salvador” (Tito 2:13), “Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos” (Romanos 9:5).
¿Cómo conciliar esta aparente contradicción entre un Dios único y la afirmación que Jesús es Dios? No podemos comprender el misterio de Dios, pero sí podemos creer que el “único Dios” se manifestó en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Misterio insondable que el creyente recibe y adora!

Querido Dios: Necesito un milagro

Querido Dios:
Necesito un milagro, Señor. Ya lo intenté todo. Hice mi mejor esfuerzo. Busqué en todas partes, llamé a todas las puertas en las que creí que encontraría respuestas, ¡y nada!; todo parece empeorar. Mis noches se vuelven largas y más oscuras de lo normal. Mis lágrimas brotan con tal insistencia, que parece quisieran borrar el recuerdo doloroso que aqueja mi vida. Mi corazón está atravesado por una lanza que me provoca un dolor que hace que casi no pueda respirar.  
necesitounmilagroNecesito un milagro, Señor. No puede ser que me haya esforzado tanto para llegar hasta aquí, y que ahora todo parezca carecer de sentido. Este es el momento en que necesito que tu palabra se haga vida en mí. Quiero abrir mi boca para adorarte en medio de la tribulación; sin embargo, no encuentro las palabras que a pesar de mi dolor, expresen mi confianza en ti. Mis brazos caídos no tienen fuerza, aunque sé que la única manera de recibir es elevarlos al cielo para que Tú puedas llenarlos.
Necesito un milagro, Señor. Veo cómo prosperan otros que no confían ni tienen temor de ti, Señor, mientras yo sigo esperando por tu justicia. Sigo dando cada paso con extraordinario dolor y con la mirada puesta en mi Cristo; pero es difícil Señor, no sé cuánto más pueda soportar. Necesito que me abraces y que acariciando mi cabeza, me digas que todo estará bien.
Necesito un milagro, Señor. Necesito que detengas el sol como hiciste cuando Josué te lo pidió para ganar la batalla. Necesito que conviertas el agua en vino como en aquella boda de Caná. Necesito que multipliques los panes como aquella vez que alimentaste a los cinco mil. Necesito que quites mi ceguera como hiciste con el ciego de Betsaida. Quiero que me devuelvas la vida como hiciste con la hija de Jairo. ¡Señor, yo hoy necesito un milagro!
Clamo a ti porque sé que lo imposible para mí, es posible para ti (Marcos 10:27)

Un bebé con propósito

En Londres, Inglaterra, se encuentra el Hospital Saint Thomas. Se trata de uno de los hospitales de más relevancia que existen en dicho país, y desde el siglo XII provee salud gratuita y caritativa. 
thomas bridgesHace muchos años, en una de sus escalinatas, una enfermera encontró un bulto que le llamó la atención. Se trataba de un bebé recién nacido. El personal del Hospital lo adoptó y lo criaron. Le pusieron como nombre Thomas, posteriormente le dieron un apellido, y pasó a llamarse Thomas Bridges. Durante su crecimiento, conoció las Sagradas Escrituras, esto es, La Biblia, de la que hizo su fiel compañera durante toda su vida, conociendo al Señor Jesús como su Salvador. 
Aconteció que, Charles Darwin volvió de su primer viaje a Tierra del Fuego, ubicada al extremo sur del Continente Americano, territorio que comparten Chile y Argentina. Las palabras, “para mí sería preferible tratar de civilizar a los perros de la calle, antes que hacer algo por esos salvajes”, dichas por Darwin, alentaron a Tomás para ofrecerse como Misionero y embarcarse en una aventura apasionante. 
Después de doce años Charles Darwin, regresó a Tierra del Fuego y se encontró con que los habitantes habían adoptado nuevas costumbres, habían nacido de nuevo, y los cambios sorprendieron a Darwin. Prácticamente, aquellos que había calificado como salvajes, ahora eran personas insertadas en la sociedad de la época.