Sus ojos se humedecieron con lágrimas espontáneas, mientras Nicole subía a su regazo y se acomodaba contra su pecho. Su pelo acabado de lavar y secar, olía a limón. Palpó su mejilla suavemente, mientras ella descendía de nuevo. Con ojos claros de color azul verdoso, ella contempló su rostro con expectación, le acercó el raído y familiar libro de cuentos y dijo: “¡Léeme abuelito, léeme!”
“Abuelito” James ajustó cuidadosamente sus gafas, aclaró su garganta y comenzó a leer la acostumbrada historia. Nicole sabía las palabras de memoria, y con emoción “leía” al unísono. A cada rato él omitía una palabra, y ella delicadamente, le rectificaba. “No, abuelito, no es eso lo que dice. Intentémoslo de nuevo para que lo hagamos bien”.
Ella no tenía conocimiento de cómo su pureza de corazón enternecía el alma de su abuelo o cómo su simple confianza en él, lo conmovía.