lunes, 22 de febrero de 2016

Léeme abuelito, léeme

Sus ojos se humedecieron con lágrimas espontáneas, mientras Nicole subía a su regazo y se acomodaba contra su pecho. Su pelo acabado de lavar y secar, olía a limón. Palpó su mejilla suavemente, mientras ella descendía de nuevo. Con ojos claros de color azul verdoso, ella contempló su rostro con expectación, le acercó el raído y familiar libro de cuentos y dijo: “¡Léeme abuelito, léeme!”
“Abuelito” James ajustó cuidadosamente sus gafas, aclaró su garganta y comenzó a leer la acostumbrada historia. Nicole sabía las palabras de memoria, y con emoción “leía” al unísono. A cada rato él omitía una palabra, y ella delicadamente, le rectificaba. “No, abuelito, no es eso lo que dice. Intentémoslo de nuevo para que lo hagamos bien”.
Ella no tenía conocimiento de cómo su pureza de corazón enternecía el alma de su abuelo o cómo su simple confianza en él, lo conmovía.

¿Cómo Dejar El Pasado Atrás?

“NO OS ACORDÉIS DE LAS COSAS PASADAS… HE AQUÍ QUE YO HAGO COSA NUEVA…” (Isaías 43:18,19)

Cuando Dios determina tu futuro, Él no revisa tu pasado. Pedro era solo un pescador, eso sí, airoso y con algunas tendencias antisociales. No obstante, el Señor lo llenó con tanto poder espiritual que cuando predicaba las multitudes se volvían a Cristo (Hechos 2:40-41). Rahab era una prostituta que salvó la vida escondiendo a los espías que Josué había enviado (Josué 6:25). Ruth era una moabita que creció adorando a ídolos; ¡menudo comienzo! Pero después de convertirse para servir al único Dios verdadero, llegó a ser parte del linaje del Rey David y de nuestro Señor Jesús. Zaqueo, un conocido estafador, acogió a Jesús en su casa durante la noche y acabó siendo un hacedor de buenas obras. ¿Y Pablo? Matar a seguidores de Jesús no le dejó fuera del alcance de Dios. Como apóstol, escribió más de la mitad del Nuevo Testamento, y por revelación divina, vio en el Cielo cosas insólitas (2 Corintios 12:1-4), y cuando “…pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo eran llevados a los enfermos, …las enfermedades se iban de ellos…” (Hechos 19:12b). Ahora bien, si el Señor puede hacer todas estas cosas con personas de dudoso pasado, ¡Él también puede darte a ti un nuevo comienzo!

El llamado a servir

Cuando se trata de servir en la iglesia, las personas rara vez piden cargos en los cuales pasarán desapercibidos. Generalmente, piden que los involucren en posiciones de liderazgo. No tiene nada de malo presidir un comité, pero Dios nos llama a tener el corazón de un siervo: desea que nuestra motivación sea glorificarlo.
Algunos jóvenes que estudian teología, precisamente por sus estudios, expresan el deseo de estar al frente de una iglesia grande. Ellos, que están integrados en una congregación pequeña, luchan con frecuencia con el sentimiento de que no son suficientemente importantes.
Pero para ellos, el ánimo a seguir es el siguiente: Dios nos pone donde Él quiere que sirvamos pues nos ama; y en cada tarea que realicemos debemos darnos por completo, ya sea una sola persona o una multitud la que nos escuche. En última instancia servimos a Jesús, y a Él no le preocupa el reconocimiento que recibamos. Él desea nuestra obediencia y nuestro mejor esfuerzo. Y esto es cierto no solo para los pastores, sino también para todos los creyentes.

¿Qué derechos tengo ante Dios?

La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres. Tito 2:11
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios. 1 Juan 3:1
En nuestra sociedad se habla mucho de "La declaración universal de los Derechos Humanos", se insiste sobre el derecho a la vivienda, al trabajo, a la salud… en fin, definimos los derechos de cada ser humano en la sociedad. Admiramos las iniciativas para dar socorro a tantas miserias que hay en este mundo.
cieloPero ante Dios, ¿qué derechos tenemos? Él es nuestro Creador, pero lo hemos deshonrado profundamente con nuestros pecados. No tenemos ningún derecho ante Dios, ni derecho a la vida, pues “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23), ni derecho a ser estimados, pues nuestra naturaleza nos hace sus enemigos. Pero la gracia de Dios da lo que nadie merece. Deja las pretensiones humanas totalmente a un lado. Dios afirma que todos hemos pecado y necesitamos ser salvos. Si una persona se acerca a Dios, nunca es a causa de sus méritos, y Dios lo recibe solo en virtud de su gracia, la gracia que manifestó dándonos a Jesús como Salvador.
Dejemos toda pretensión y vayamos a Jesús, confiando plenamente en la salvación que ofrece gratuitamente a todos los que creen.
“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba (Jesús), y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:9-12).