viernes, 30 de septiembre de 2016

Excusas

Es increíble la capacidad del ser humano para esgrimir toda clase de excusas con tal de justificar su falta de compromiso.
Somos especialistas en la autodefensa, y muchas veces somos indulgentes con nosotros mismos en cosas que no estamos dispuestos a tolerar en otros.
Es una habilidad ingeniosa para disimular una presunta debilidad, que muchas veces va de la mano de la primera imagen que tenemos como carta de presentación.
Sin embargo, la vida siempre nos presenta oportunidades, cruza nuestro camino con personas y circunstancias que nos ofrecen genuinamente su afecto y su ayuda, pero nos hemos malacostumbrado a usar múltiples caminos para decir que no.
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Estrechamos manos, pero los corazones se encuentran a mucha distancia del apretón. Cada día usamos más palabras cuyo significado es realmente profundo, pero nuestra actitud de vida no las respalda, son solo frases bonitas pero huecas.
Hablando sobre las excusas que tenemos los hombres ante Dios, Jesús habló a los discípulos ilustrando su tema con una parábola, como fue su costumbre para enseñar; y les refirió la llamada “Parábola de la gran cena” (Lucas 14:15-24), la cual narra cómo un hombre que había convidado a varios de sus amigos a comer en su casa, al estar todo listo y viendo que ninguno de ellos había llegado, les manda a llamar diciéndoles que todo estaba preparado. ¡Que la cena estaba servida!
Pero, cada uno de sus amigos da una excusa valedera por la cual no puede asistir a la invitación. Entonces el anfitrión, padre de familia, como lo llaman las Sagradas Escrituras, envía a su siervo a ir a la ciudad a buscar por las plazas a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos. Luego, al ver que aún había puesto para más personas lo envía por segunda vez; pues su anhelo era tener su casa llena. Termina la parábola con estas palabras del anfitrión: Os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados gustará de mi cena.

Dios me dio valor

Inline image 1Cuando medito en los Planes que Dios tiene, y el amor y cuidado que Él tiene para cada uno de nosotros, me pongo a pensar como pensó el rey David cuando dijo: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra” (Salmos 8.3-5). El Señor nos corona de gloria y de honra cuando le somos fieles. No estamos aquí siendo perfectos, estamos llenos de imperfecciones y todas se las entregamos a diario al Señor. Estamos aquí porque Dios tiene un Plan Perfecto para cada uno de nosotros, y está de nuestra parte si vamos a obedecerlo. Un día andábamos desvalorizados y rodando sin rumbo y sin dirección, pero Cristo tocó nuestros corazones y nos dio valor. Lo que antes era feo, lo que antes era despreciado y carente de valor; a ello, Dios le puso un precio.
Jesús me escogió aunque todos me despreciaron. Él no se fijó en la condición en que me encontraba, Él me recibió tal como estaba y me dio valor. Jesús hizo un pacto por mi vida en la Cruz del Calvario y su Manto de Gracia me ha dado vida y valor. Hoy el Señor viene a recordarte que aunque te hayan despreciado o desvalorizado, tú tienes valor para el Señor, eres altamente estimado/a para el Señor, su amor por ti no se compara con las piedras preciosas. Dios es el Rey de reyes y Señor de señores. Él es el Creador de los cielos y de la tierra y todo lo que existe en los cielos y más arriba de los cielos, y todo lo que existe en la tierra y debajo de la tierra, lo creo Dios pensando en ti. Dios siempre nos tiene en Su mente y nos visita.

Sea verdadero y claro

Entonces le dijeron:
—Tú, ¿quién eres?
Entonces Jesús les dijo:
—Lo que desde el principio os he dicho. 26 Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero, y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo.
27 Pero no entendieron que les hablaba del Padre. Juan 8:25-27
¿Es importante ser veraz y claro en lo que decimos? Sí, porque Dios detesta la hipocresía, las verdades a medias, el fingimiento, el hecho de acomodarse a las circunstancias, las mentiras, los barnices religiosos, la apariencia de piedad y de santidad. ¡A Dios no le gusta nada de esto! Él quiere que seamos veraces.
Mi sinceridad tal vez sea probada y despreciada, pero padecer “como cristiano” (1 Pedro 4:16) no es motivo de vergüenza; esto no tiene nada de especial. El Señor Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

Palabras que importan

Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida... 1 Juan 1;1
En mis inicios como editor, elegía el versículo para la portada del libro que escribía. Poco después, comencé a preguntarme si eso tenía importancia.
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En esto, una lectora me escribió diciendo que había orado por su hijo más de 20 años, pero que él no tenía ningún interés en Jesús. Un día, fui a verlo y le leí el versículo de la portada del libro. El Espíritu usó esas palabras para convencerlo de pecado, y aceptó a Jesús como Salvador en ese momento.
No recuerdo el versículo ni el nombre de la mujer, sin embargo, nunca olvidaré la claridad del mensaje de Dios para mí de ese día. Lo que sí recuerdo es que casi un año antes, Él había escogido esas palabras de un texto bíblico para que, al comunicárselas, respondiera a las oraciones de esa madre. Desde el más allá, aplicó la maravilla de su Presencia a mi trabajo con sus palabras.
Juan llamó a Jesús el "Verbo de vida" (1 Juan 1:1). Quería que todos supieran lo que eso significaba. Os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó, escribió de Jesús. 1 Juan 1;2. Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros (verso 3).
No hay nada mágico en poner palabras en un papel, pero sí hay poder en las palabras de la Escritura, que transforman la vida, porque ellas nos señalan al Verbo de vida: Jesús.

Señor, háblame hoy por tu Palabra.

Las palabras que nos señalan a Cristo son siempre palabras que importan.