Mientras estaba sentado en un banco en la parada del autobús intentando determinar dónde iba a ir, escuché a un hombre preguntarle a la cajera por un boleto a ningún lado.
Simulando parecer un poco confundido, al pasar junto al hombre de al lado decidí detenerle y preguntarle: “Señor, no pretendo inmiscuirme pero… ¿le escuché pedirle a la cajera un boleto a ningún lado?”
El hombre se volvió hacia mí y contestó: “Sí, y es allí donde este boleto me llevará y, sin embargo, lo estoy pensando dos veces”.
Entonces le pregunté al hombre: “¿Por qué lo está pensando dos veces?”
Él contestó: “Aquí estoy ahora, en un lugar donde estoy acostumbrado a todo lo que me rodea, conozco a mucha gente, tengo muchos amigos, usted sabe, todas las cosas que nos hacen sentir cómodo en la vida.
Una vez que me suba a este autobús todo aquello se habrá ido. No sé si me gustará donde vaya a parar, ni sé si será mejor o peor que aquí".
Le agradecí al hombre su respuesta y le estreché la mano.
Al acercarme a la ventanilla comencé a preguntarme si este era el boleto que compraría. Parado frente a la cajera mirando el tablero de salidas sentí un golpecito en mi hombro. Cuando me di la vuelta vi al caballero con quien había estado conversando momentos antes.
Me dijo: “No tengo ni idea de dónde planea ir, pero si es el mismo lugar adonde yo estaba planeando ir tenga este boleto”.
Así que le pregunté al hombre: “¿Qué le hizo cambiar de idea?”
Contestó: “No puedo manejar el no saber dónde pudiera llegar o cuán lejos pudiera llegar, así que aquí me voy a quedar a pesar de todo lo que está mal en este lugar. Así que, si quiere este boleto, es suyo”.
El hombre me entregó el boleto y se dio la vuelta antes de que pudiese agradecérselo.
Sentado, esperando por este autobús, comencé a pensar en todo lo que este hombre había dicho. Entonces comencé a preguntarme si estaba listo para subirme a ese autobús yo mismo. ¿Qué haré? ¿Qué habrá allá? ¿Cuán malo será allá? ¿Cuán bueno será allá?
Antes de que me diese cuenta un hombre habló por el altavoz y dijo: “Ahora estamos abordando el autobús a ningún lado. Todos los pasajeros, por favor, diríjanse a la puerta #1”.
Me levanté de mi asiento y comencé a caminar por el corredor hacia la puerta #1. A mitad de camino, miré hacia atrás para ver cuántos se iban en ese autobús. No vi a nadie.
Le entregué al conductor mi boleto y le pregunté: “Señor, ¿cuántos van en este autobús?”
Él contestó: “Hoy, solo usted… nadie más”.
Así que le pregunté: “¿Toman muchos este autobús?”
Él contestó: “Muchos han comprado boletos pero la mayoría nunca aparecen. Y si lo hacen, sólo llegan hasta aquí”.
Un poquito asombrado le pregunté: “¿A qué atribuye usted esto?”
Él contestó: “Hijo, he conducido este autobús durante muchos años, nunca ví dos días iguales, conduje millones de millas, sólo para ver... nada. Creo que muchos de nosotros estamos perdidos y nos parece que el único lugar al que debiéramos ir es a algún lado. Así que la gente viene, compra un boleto a ningún lado, pensando, esperando que les llevará a algún lado.
Aquellos que se han subido nunca más les he vuelto a ver; sin embargo, aquellos que no lo han hecho han vuelto a este mismo punto, a esta misma puerta, una y otra vez.
Habiendo dicho esto, este autobús va a partir. ¿Deberé romper este boleto? ¿Me estará acompañando?
Le entregué al hombre mi maleta y me subí a un autobús dirigido a… ¡a algún lado! ¡A Dios!
Dan Harris
Mucha gente anda por la vida queriéndose subir a un autobús (o tal vez a un coche, a un tren o avión) que les lleve a algún lado mejor que en el que ahora viven, descubriendo en el camino que más bien se dirigen a “ningún lado”. No podemos huir todo el tiempo de la realidad, sólo nos queda afrontarla.
Recuerdo una vez que una amiga me confió que quería cambiar de empleo porque su jefe y compañeros no constituían el mejor equipo con el que se podía trabajar,. En aquella ocasión le contesté lo que le he planteado a tantos otros a lo largo de mi vida: “Dios nos ha colocado en el lugar preciso para influir (ser sal y luz) y evitar que el enemigo de nuestras almas se salga con la suya”. Tal vez parezca que somos muy pocos y que tenemos muy poca fuerza, ¡pero resulta increíble el poder lumínico de una vela en una habitación totalmente a oscuras!
No se suba al autobús a ningún lado, más bien busque dirección de Dios para cumplir con Sus propósitos de este lado del cielo. ¿Le falta guía en cuanto a esto?