domingo, 29 de enero de 2017

Cuando Dios se cansa

Dios no puede soportar que se le ofrezca un sacrificio supuestamente excelente, con el fin de disimular un corazón malo.
Lavaos y limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos, dejad de hacer lo malo, aprended a hacer el bien, buscad el derecho, socorred al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Isaías 1:16-17
Resultado de imagen de Cuando Dios se cansaEl profeta Isaías recuerda que el Dios que nunca se cansa puede llegar a cansarse. ¿Una contradicción? No. Dios nunca «se cansa» físicamente (Isaías 40.28), pero puede «cansarse» moralmente (Isaías 1.14). Nada puede agotar la energía del Todopoderoso, pero mi entrega superficial o parcial puede llevarlo a exclamar: «hastiado estoy» (1.11); «no deseo» (versículo 11); «¡no puedo soportarlos!» (versículo 13); «me son una carga» (versículo 14).
Si tratamos a Dios, siendo dependientes, sin necesidad, nuestras oraciones se convertirán en tiempo desperdiciado.
¡Fuertes palabras! Pero no más fuertes que los sentimientos de Dios hacia cualquier hipocresía que Él encuentre en mí. Él no puede soportar que se le ofrezca un sacrificio supuestamente excelente, con el fin de disimular un corazón malo (espiritualmente hablando). Tampoco puede soportar la tensión creada entre una profesión clara de fe y compromiso, y una vida trivial. El «cansancio» de Dios es su disgusto, su indignación ante la manera fría y superficial en que le presento mis ofrendas. Él nunca se cansa de recibir a pecadores contritos, pero se cansa rápidamente de mi cristianismo «mecánico» y sin amor.

Truenos y relámpagos

Voz del Señor que derrama llamas de fuego. Salmo 29:7
Hace muchos años, pescaba con un amigo en una laguna, cuando empezó a llover. Nos refugiamos en un bosque de álamos pero la lluvia no cesaba. Entonces, decidimos dar por terminado el día y correr hasta la camioneta. Acababa de abrir la puerta, cuando un relámpago cayó como una bola de fuego en el bosque, tronando y arrancando las ramas de los árboles, y dejándolas ardiendo. Después, reinó el silencio.
Quedamos temblando y pasmados.
Los relámpagos destellan y los truenos recorren nuestro valle y eso me encanta… a pesar de lo que me pasó. Disfruto al ver el poder en su máxima expresión. ¡Voltaje! ¡Estridencia! ¡Conmoción y pavor! La tierra y todo lo que hay en ella tiembla y se sacude. Luego viene la quietud.
Me encantan los relámpagos y los truenos porque son símbolos de la voz de Dios (Job 37:4), que habla con un poder estupendo e irresistible a través de su Palabra: «Voz del Señor que derrama llamas de fuego; el Señor dará poder a su pueblo; el Señor bendecirá a su pueblo con paz» (Salmo 29:7, 11). El Señor da fuerzas para soportar, ser pacientes y bondadosos, sentarnos en silencio, levantarnos y andar, y no hacer nada en absoluto.
Que la paz de Dios sea contigo.

Señor, aquieta mi espíritu en las tormentas de la vida y dame fuerzas para atravesarlas.
La fe conecta nuestra debilidad con la fortaleza de Dios.

Vidas Superficiales

“Adviértanse unos a otros todos los días mientras dure ese «hoy», para que ninguno sea engañado por el pecado y se endurezca contra Dios.”
Hebreos 3.13
Resultado de imagen de Vidas SuperficialesVivir en otro país nos ha alejado físicamente a mí y a mi esposa de las vidas de toda nuestra familia y la mayoría de nuestros amigos. Y además de la distancia geográfica está la difícil tarea de intentar mantenernos involucrados en sus vidas.
Nuestro contacto es limitado, y el tiempo que logramos hablar lo invertimos, sobre todo, en conversaciones sobre lo que hemos estado haciendo y lo que haremos en los días venideros. Lo triste es que para mucha gente eso es lo único de lo que hablan con su familia y amigos, aunque viven en la misma ciudad y a veces hasta en la misma casa, habiendo temas mucho más importantes y cruciales de los que podrían hablar.
Una excusa es que tenemos una ventana de oportunidades muy limitada, en la cual ambos podemos estar involucrados directamente en la vida del otro.
Pero sin ninguna duda, hay tiempo para conversaciones simples y para ponernos al día, aunque también hay una gran necesidad de conversaciones de un nivel más profundo; conversaciones que tienen el propósito de animarse, ayudarse y advertirse los unos a los otros.
El caso es que, cuando perdemos estas interacciones valiosas, no nos aprovechamos del valioso recurso que tenemos en aquellos cercanos a nosotros.