Dios no puede soportar que se le ofrezca un sacrificio supuestamente excelente, con el fin de disimular un corazón malo.
Lavaos y limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos, dejad de hacer lo malo, aprended a hacer el bien, buscad el derecho, socorred al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Isaías 1:16-17
El profeta Isaías recuerda que el Dios que nunca se cansa puede llegar a cansarse. ¿Una contradicción? No. Dios nunca «se cansa» físicamente (Isaías 40.28), pero puede «cansarse» moralmente (Isaías 1.14). Nada puede agotar la energía del Todopoderoso, pero mi entrega superficial o parcial puede llevarlo a exclamar: «hastiado estoy» (1.11); «no deseo» (versículo 11); «¡no puedo soportarlos!» (versículo 13); «me son una carga» (versículo 14).
Si tratamos a Dios, siendo dependientes, sin necesidad, nuestras oraciones se convertirán en tiempo desperdiciado.
¡Fuertes palabras! Pero no más fuertes que los sentimientos de Dios hacia cualquier hipocresía que Él encuentre en mí. Él no puede soportar que se le ofrezca un sacrificio supuestamente excelente, con el fin de disimular un corazón malo (espiritualmente hablando). Tampoco puede soportar la tensión creada entre una profesión clara de fe y compromiso, y una vida trivial. El «cansancio» de Dios es su disgusto, su indignación ante la manera fría y superficial en que le presento mis ofrendas. Él nunca se cansa de recibir a pecadores contritos, pero se cansa rápidamente de mi cristianismo «mecánico» y sin amor.
Si tratamos a Dios, siendo dependientes, sin necesidad, nuestras oraciones se convertirán en tiempo desperdiciado.
¡Fuertes palabras! Pero no más fuertes que los sentimientos de Dios hacia cualquier hipocresía que Él encuentre en mí. Él no puede soportar que se le ofrezca un sacrificio supuestamente excelente, con el fin de disimular un corazón malo (espiritualmente hablando). Tampoco puede soportar la tensión creada entre una profesión clara de fe y compromiso, y una vida trivial. El «cansancio» de Dios es su disgusto, su indignación ante la manera fría y superficial en que le presento mis ofrendas. Él nunca se cansa de recibir a pecadores contritos, pero se cansa rápidamente de mi cristianismo «mecánico» y sin amor.