martes, 6 de diciembre de 2016

Conversaciones tranquilas

Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios (Salmo 103:2).
¿Te hablas a veces interiormente? En ocasiones, mientras trabajo en algún proyecto, por lo general debajo del capó de un automóvil, me resulta de utilidad pensar en voz alta para evaluar qué hacer para mejorar lo que pienso. Si alguien me descubre en mi «conversación»,  me da un poco de vergüenza; aunque la mayoría de la gente habla sola en algún momento del día.
En Salmos, los escritores solían hablarse a sí mismos. El autor del Salmo 116 no es la excepción. En el verso 7, escribe: «Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque el Señor te ha hecho bien». Recordarse a sí mismo la bondad y la fidelidad de Dios en el pasado, le resultaba de ayuda y consuelo en el presente. Con frecuencia, vemos «conversaciones» similares en los Salmos. Así, David se dice a sí mismo en el Salmo 103:1: «Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre». Y en el Salmo 62:5, afirma: «En Dios solamente reposa mi alma, porque de él viene mi esperanza.».
Es bueno recordar la fidelidad de Dios y la esperanza que tenemos en Él. Podemos seguir el ejemplo del salmista y pasar un tiempo mencionando las numerosas maneras en que el Señor ha sido bueno con nosotros. Hacerlo nos incentivará. El mismo Dios que ha sido fiel en el pasado seguirá amándonos en el futuro.

Señor, quiero mantener mi corazón en contacto contigo.
Recordar la bondad de Dios puede mantenernos llenos de su paz.

Hay tanto para dar...

Siempre es bueno ayudar a los demás, de hecho dice la Palabra que es mejor dar que recibir; pero a veces no lo hacemos porque quizá no tengamos los recursos suficientes para ayudar a las demás personas. Lamentablemente, la mayoría de las cosas las analizamos en base al dinero y pensamos, erróneamente, que si no lo tenemos no podemos hacer nada y mucho menos solucionar problemas ajenos, pero existen problemas que ni con todo el oro del mundo se pueden solucionar.
ayudemonosAunque podemos ayudar al prójimo de muchas maneras, como con una sencilla oración, una visita, una palabra de aliento,... pero no solo nos debemos quedar ahí, tenemos que actuar.
La palabra de Dios dice: "Hermanos míos, ¿De qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, y uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse», pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso?  Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta." Santiago 2:14-17 (Nueva Versión Internacional).
Decir "Dios te bendiga" no es suficiente, pues en muchos casos no ayuda a solucionar el problema de tu prójimo. Tal vez en estos momentos pienses, ¿cómo voy a ayudar a alguien, si estoy peor que esa persona? Poco o mucho siempre tendremos para ofrecer a los demás, así sea pan a un mendigo, alimento, ropa,... no todo tiene por qué ser dinero.
No seamos egoístas pensando solamente en nosotros, siempre esperando recibir, que nos den, que nos ayuden, sin hacer nada por los demás.
¨Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos.¨
Hechos 3: 6-7 (Reina-Valera 1960).

Encuentro a un Jesús resplandeciente

Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes especiales y en comisión de los principales sacerdotes, cuando a mediodía, rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Hechos 26:12-13.
Los sacerdotes y los gobernantes de Jerusalén estaban furiosos. Cuando los creyentes en Jesús huyeron a otras ciudades, estos líderes se estremecieron de odio y determinaron perseguirlos, aunque esto significara dejar el país.
Algunos de los creyentes encontraron refugio de la terrible persecución huyendo a la antigua ciudad de Damasco. Aquí predicaron sobre el Salvador, y muchos eran convertidos.
Resultado de imagen de Encuentro a un Jesús resplandeciente“!Deben ser detenidos!”, exclamaron las autoridades. “Debemos juntarlos a todos y traerlos de regreso, para juzgarlos”.
Saulo, activo y profundamente comprometido en perseguir a los creyentes, se sentía feliz de ofrecer sus servicios como voluntario para esta misión especial. Desde la muerte de Esteban, Saulo había sido elegido como miembro del Sanedrín. Su desempeño activo en el juicio y muerte del diácono, hizo que los lideres se dieran cuenta de que tenían a un joven entusiasta defensor de su sistema religioso. Con su total autorización, Saulo se dirigió hacia el norte, para la gran redada. Le llevó casi una semana de caminata cubrir los aproximadamente 249 km, pero finalmente Saulo y sus asistentes divisaron la hermosa ciudad del oasis, Damasco. Pero de pronto, una luz cegadora más brillante que el sol del mediodía brilló alrededor de ellos. Era demasiado brillante como para que la soportara cualquier ser humano. Atónitos, Saulo y los demás cayeron de bruces sobre sus rostros. Luego una voz vigorosa habló en un hebreo:
“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Aunque los otros hombres oyeron el sonido, no pudieron entender las palabras.