Es increíble cómo en ocasiones podemos llegar al extremo de perder el enfoque sobre para quién vivimos. Y es que la presión de la gente o autoridades “espirituales” nos llevan a dejar de vivir para Dios y comenzar a vivir para ellos.

Conozco a muchas personas que hace tiempo dejaron de vivir para Dios y comenzaron a vivir para la gente, pues le dan más importancia a lo que la gente dice que a lo que Dios piensa de ellos.
Hay muchas personas que viven una vida con miedo del qué dirán, que les importa más lo que la gente pueda pensar que lo que Dios piensa.
Hay personas que hacen lo imposible para quedar bien con sus autoridades espirituales, pero se esfuerzan poco por quedar bien con Dios.
¿A quien tratas de agradar?, mucha gente vive para el ojo humano y se olvida de que hay un ojo divino que TODO lo ve.
Este mismo desenfoque hace que la gente viva utilizando diferentes máscaras, ya que delante de la gente son una cosa y cuando esa gente, de quien le importa la opinión, no está, entonces viven otra vida. En pocas palabras, este desenfoque de la vida nos puede llevar a caer en la HIPOCRESÍA.