viernes, 6 de julio de 2012

Dar gracias- Crecimiento Personal-Gracias….vídeo

Dar Gracias
Una madre solía orar en las noches con una hija pequeña, de unos seis años, al acostarla.
.Una noche la madre le dijo:
- Hoy vamos a pedir a Dios un poco más para que sane a la tía Marta.
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Oraron por la tía Marta, cada noche, durante un par de semanas. Después, la madre no dijo nada y dejaron de pedir.
A la tercera o cuarta noche sin hacerlo, la niña preguntó:
- Mamá, ¿por qué no oramos por la tía Marta?.
- Es que Diosito ya la puso buena, -respondió la madre.
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- Y si la puso buena, -replicó la niña- ¿no deberíamos orar para darle las gracias?.

Somos más dados a pedir que a agradecer. Lo de aquellos diez leprosos curados y de los que sólo uno vuelve a dar las gracias a Jesús, se repite en nuestra vida a diario.
.De cada diez veces que pedimos, quizás no damos gracias ni una. La gratitud del que pide abre la mano del que da: el agradecimiento facilita la generosidad.
¡Y tenemos tanto que agradecer a Dios!.
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Agustín Filgueiras
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Dad gracias al SEÑOR, invocad su nombre, dad a conocer sus obras entre los pueblos. 1 Crónicas 16:8
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Y han de estar presentes cada mañana para dar gracias y para alabar al SEÑOR, y asimismo por la noche. 1 Crónicas 23:30

 Crecimiento Personal » Gracias….
Hoy vengo a darte las gracias de parte de todas aquellas personas a las que has servido, día a día o de vez en cuando.
Si eres padre de familia: gracias por esas horas de trabajo, por esforzarte cada día, por los minutos dedicados a tus hijos, por jugar con ellos, por dedicarles tiempo, por enseñarles de Dios, por darles valores… has ayudado a cambiar una nación.
Si eres madre de familia: gracias por cada comida preparada, por cada prenda lavada, por cada caricia y cuidado, por hacer que 24 horas del día alcancen para trabajar fuera y dentro de casa organizando todo, por tu esfuerzo en mantener un hogar en armonía y calidez para los tuyos, por el amor, por tu fe compartida… ¡has ayudado a hacer generaciones fuertes!
Si eres hijo: gracias por estudiar, por compartir tus conocimientos con tus hermanos y con tus amigos, por cada regla que has respetado, por cada enseñanza que das a tus padres con tu inocencia, con tu bondad, con tus reflexiones de la vida, por perdonar los fallos de los que te educan sabiendo que no son perfectos… ¡te estás convirtiendo en un ciudadano que vale la pena!
Si eres un servidor público: gracias por cada duda que has resuelto, por la amabilidad que dispensas a cada persona que atiendes, por hacer tu trabajo con respeto e integridad… ¡fortaleces la confianza de quienes te rodean!
Si trabajas como obrero, como empleado en cualquier sitio: gracias por tu puntualidad, por hacer las cosas con excelencia, por convivir con tus compañeros sanamente, y por los minutos que has dedicado para escucharlos, para animarlos, para compartir las experiencias laborales y familiares… ¡te has convertido en una parte importante de la humanidad que brilla!
Si eres médico, creativo, o cualquier tipo de profesional: gracias por poner tu corazón en lo que haces a favor de otros, por las horas, los desvelos, las angustias, las horas que has estado lejos de los tuyos dándote a otros … ¡has colaborado en engrandecer a la humanidad!
Si eres amigo: gracias por el tiempo compartido, por estar cuando se te necesitaba, ya de lejos o de cerca; por los mensajes de aliento que has enviado, y por los chistes que contaste para alegrar a otros, por tu calidez,  por tus oraciones … ¡has hecho que permanezca la esperanza en un mundo mejor!
Si has dado comida, ropa, sonrisas, abrigo, cualquier cosa que alguien necesitaba… ¡gracias, muchas gracias porque te has convertido en los brazos, los pies, los ojos, la sonrisa y el corazón de Dios!
Quizá nadie te ha visto, quizá crees que nadie lo ha valorado pero no es así: Dios lo ha visto y Él no es injusto para olvidar lo que has hecho y sigues haciendo cada día y nada queda sin recompensa.
Y en todo momento: "gracias Señor"
Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Hebreos 6:10


Las metas de un atleta cristiano-Crecimiento Personal

1 Corintios 9:24-27: 24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno sólo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera peleo, no como quien golpea al aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.
¿Cuáles deben ser las metas del atleta cristiano?
  • Correr para ganar (V. 24)
  • Vivir disciplinadamente (V. 25)
  • Tener un destino determinado (V. 26)
  • Pelear la batalla objetivamente (V. 26)
  • Ser ejemplo en el servicio (V. 27)
¿A quiénes compara el Apóstol aquí?
¿Cuál es su característica distintiva?
¿A dónde corría Pablo y con quién peleaba?
- Se compara con:
  • Los atletas dedicados a correr: “yo de esta manera corro”.
  • Los pugilistas o boxeadores: “de esta manera peleo”.
La característica distintiva de ambos es la disciplina del duro entrenamiento. Hay muchas cosas que los competidores quisieran hacer o divertirse más con sus amigos, pero no lo hacen porque eso podría privarles del premio mayor.
La Versión Internacional dice “Todo el que compite en los juegos olímpicos se impone a sí mismo un severo entrenamiento, ellos lo hacen para recibir una corona de laurel que al fin se ha de marchitar; pero nosotros lo hacemos para conseguir una corona que durará para siempre.”
2. La versión Latinoamericana dice: “Así, pues, yo corro, sabiendo a dónde voy. Doy golpes, no en el vacío. Castigo mi cuerpo y lo someto, no sea que habiendo predicado a otros, venga a ser eliminado.”
Podríamos decir que aquí estaba el éxito del ministerio de Pablo:
  • Tenía un objetivo claro y definido.
“Corro, no como a la aventura” “no como a ciegas” o “sin rumbo fijo”. En otra ocasión dijo: “me esforcé a predicar el evangelio no donde Cristo ya hubiese sido nombrado”. Todos sus viajes tenían este propósito.
  • Adoptó una disciplina férrea.
“Golpeo mi cuerpo”, “obligo a mi cuerpo a que me sirva”. Podríamos decir que toda competencia es dolorosa. El buen deportista sabe bien que sin dolor no tendrá el premio. Los que triunfan deben soportar el sufrimiento hasta límites increíbles, obligando a sus piernas a continuar corriendo aun cuando ya no pueden más.
  • En tercer lugar, tuvo éxito porque temía ser eliminado.
“no sea que después de haber proclamado a otros, yo mismo sea reprobado”, “eliminado”, “descalificado”. Para Pablo no existía tal cosa como “una victoria segura”. Sabía que debía luchar todos los días porque podía perder el premio. ¿Después de tanto trabajo, persecuciones, desvelos, sufrimiento y preocupación para que la iglesia prospere podría ser eliminado? Sí. Eso es lo que dice el texto.
1ª Corintios 9:24-27, nos enseña que lo importante no es simplemente participar, sino participar y ganar.
Cuando se celebra una carrera del tipo que sea, hay un lema deportivo que no debe olvidarse, y es que “lo importante no es ganar, sino participar”, y con esto uno debe emprender la carrera y aunque no gane estar contento porque se ha participado.
Se suele creer que en la fe pasa lo mismo, que el hombre debe esforzarse lo suficiente, andando o corriendo por esta vida, recordando que lo importante es participar. En el texto de hoy, Pablo nos dice que no es así. El versículo 24, recuerda a los creyentes que hay un premio y les recomienda:Corred, de tal manera que lo obtengáis”. Parece antideportivo que se recomiende al creyente que corra para ganar, pero en ese sentido lo es.
No se está hablando aquí de la salvación, que naturalmente es gratuita y nadie nos la puede quitar, sino de una recompensa que recibiremos de acuerdo a nuestro comportamiento aquí en la tierra, una recompensa a nuestra manera de vivir la fe que un día experimentamos.
En este sentido debemos ser ambiciosos, y correr de tal manera, que obtengamos el premio. Ser tan consecuentes en nuestra fe, en esta vida, que Cristo nos ponga a su derecha junto con los corderos que fueron fieles y que recibirán su recompensa.
Como en toda carrera, se necesita una preparación. Alguien no preparado no puede emprender una carrera. Se necesitan técnicas para que nuestro correr sea provechoso, y sobre todo mucha constancia, para que no sean esfuerzos puntuales que no llevan a nada, sino un trabajo constante que nos llevará a la meta, victoriosos. ¿Quieres ganar la carrera?, presta pues atención a los consejos que Dios nos da.
I. Para ganar se necesita entrenamiento.
Pablo está utilizando una ilustración que los Corintios conocen a la perfección, el deporte. Después de los juegos olímpicos seguían en importancia los juegos ístmicos celebrados en Corinto cada tres años. Se podía ver cómo los deportistas se preparaban para estos juegos; diez meses antes de los juegos se reunían todos los participantes para comenzar allí sus entrenamientos. Se podía ver cómo se levantaban de madrugada para poder realizar sus ejercicios, cómo se abstenían de comer algunas cosas con sus dietas especiales, cómo no participaban de muchas actividades, para que llegados los días de los juegos estuvieran en óptimas condiciones para participar.
No es tan raro, porque podemos ver que hoy en día siguen haciéndolo. Los deportistas llevan una estricta dieta que no deben saltarse para estar en forma, sacrifican muchos días para poder entrenarse, no asisten a determinadas fiestas para poder dormir lo suficiente, se abstienen de todo ello porque ansían conseguir el premio.
Los griegos tenían un entrenamiento que empezaba con los siete años, cuando los niños comenzaban a ir al colegio, estudiaban las asignaturas básicas como lectura, escritura, matemáticas, música, poesía, danza, aprendían a tocar un instrumento musical y, paralelamente, tenían un duro entrenamiento físico, lucha, boxeo, carreras, lanzamiento de jabalina y disco. Eran las materias básicas.
A los dieciséis años se les agregaban los estudios de literatura, filosofía y política. Un duro entrenamiento, dejando muchas cosas de lado, para obtener una corona de pino.
El creyente también participa de una carrera, y no puede enfrentarse a ella sin un buen entrenamiento. Hay algunas cosas de las cuales debe abstenerse; no porque sean malas, sino porque dificultan y entorpecen su carrera. El propio Pablo les recuerda esto a los corintios en, 1ª Corintios 6:12.
Es algo muy importante para que consigamos llegar a la meta victoriosos, hacer las cosas por convencimiento propio. El que se entrena para un deporte, no le duele demasiado abstenerse de determinadas cosas, porque piensa en la victoria que a través de ello puede conseguir, se abstiene porque está convencido; si no, no lo haría. Porque sabe que su esfuerzo le llevará a conseguir algo que es mejor y que él ansía.
El cristiano que sabe desprenderse de las cosas que le entorpecen su carrera llega a la meta con derecho a premio. Un cristiano que en público práctica la abstinencia y luego a solas se atiborra de cosas dañinas, se cansa y no alcanza la meta.
Muchos fracasan porque aunque muestran una cara, luego a solas no cumplen, y quizás nuestra primera meta es estar convencidos de que lo que hacemos obtiene premio y que queremos hacerlo. Ningún entrenamiento llegará lejos si la persona que lo hace no está totalmente convencida.
Los griegos solían correr en el estadio completamente desnudos, pues querían desprenderse literalmente de todo lo que les pudiera estorbar en la carrera. No sentían vergüenza, porque sabían lo que significaba poder correr sin ningún impedimento.
En nuestro entrenamiento hemos también de aprender a desprendernos de aquellas cosas que dificultan nuestra carrera, no por mandato, sino por convencimiento comprendiendo lo que estamos haciendo. Cualquier recompensa en este mundo acabará siendo corruptible. Cualquier cosa que pongamos en nuestro camino que nos dificulte la carrera, por mucho que nos atraiga, algún día se acabará.
Sin embargo, no tenemos medidas para comprender la grandeza de lo que nos espera, algo incorruptible, algo que Dios mismo nos dará, y que debemos ansiar, siendo fieles a Dios en todo momento.
II. Para ganar se necesitan ciertas técnicas
Después del entrenamiento hay algo que también es primordial. No le basta al corredor haberse preparado bien, entrenar su cuerpo para llevarlo al límite, y esforzarse todo lo posible, ahora hay que aprender la técnica.
Vi una vez un reportaje de un grupo de personas que había desarrollado un programa informático capaz de corregir la técnica de los corredores. Lo aplicaron a un buen corredor que ya disponía de buena técnica, grabaron su forma de correr y la introdujeron en el ordenador, el resultado fue que podía ganar algo más de un segundo corrigiendo un pequeño giro del pie derecho que le hacía perder algunas milésimas de segundo en cada zancada. Con un poco de esfuerzo consiguió corregirlo y, efectivamente, ganó un segundo y medio, lo que le hizo batir el record de su país.
La técnica del que corre la carrera de la fe es importante. No es suficiente prepararse bien y echarse a correr sin más, porque se irá muy rápido, pero no se llegaría a ningún sitio. Existen varios tipos de carrera, que no llevan a la meta:
  • Está aquel que desde un principio quiere correr mucho.
Es aquel que quiere participar en todo, que se queja de que “aquí no hacemos nada”, que se entusiasma con cualquier cambio, es aquel que corre mucho al principio gastando todas sus fuerzas, y luego está agotado.
Hay que empezar lentamente, calentar los músculos, no puedo pretender cambiarlo todo en mi vida de un día a otro. Costumbres, hábitos, motivaciones deben ser cambiados poco a poco, para que aquello que haga perdure. Si pretende hacerlo todo a la vez, acabará desilusionado, sentado en el banco de la iglesia, preguntándose “¿qué narices hago yo aquí?”.
  • Luego está aquel que tiene muchos ánimos y mucha fuerza, pero no corre en la dirección correcta.
Esto suele suceder a los que cambian muy a menudo de ideas, hoy, es tremendamente fundamentalista, mañana es liberal, pasado luterano acérrimo, y el otro pentecostal. Gente que son como veletas que gastan su tiempo en cosas que no son esenciales, literalmente “gente que se anda por las ramas”.
Habéis visto correr a alguien en un estadio que en lugar de seguir su camino marcado, cruce el césped, luego suba a tribunas, baje de un salto, salga fuera, dé una vuelta exterior al estadio, entre, cruce la meta, y pretenda haber ganado porque ha hecho lo más difícil. Este atleta no sabía lo que se pedía de él.
Así es el creyente a su modo. Improvisando gasta muchas energías, y muchas veces es obstáculo principalmente para él mismo. Conozco gente que se compra un aparato de cualquier clase, lo saca de su envoltorio, y tira la caja con las instrucciones, porque “todas son iguales” y no consigue sacar el máximo rendimiento a su compra. Luego se queja del fabricante, del que se lo vendió, de todo, porque no consigue hacerlo funcionar, y todo porque no leyó las instrucciones.
La técnica para correr la carrera de la fe es mantener el ritmo (Versículo 26). La carrera que tenemos delante es larga, pero no sacaremos provecho, si no estudiamos la técnica correcta para correr en ella. No vale la pena, correr a la ventura, ni golpear al aire. Y no hay sensación más desagradable que pasarse la vida haciendo cosas que luego no sirven para nada. Se asemejan a aquellos profetas que en Israel fueron reprendidos porque hacían cosas, muchas cosas, pero Dios no se las había mandado, Jer. 14:14.
III. Para ganar se necesita constancia
Hay una manera correcta de enfrentarse a esta carrera, y es tal como nos dice el versículo 27. El secreto de todo buen corredor está en la constancia de todo lo que hace, tanto en su entrenamiento como durante la carrera.
Es algo primordial en la vida del creyente la constancia en las cosas que hace, tanto en la lectura diaria de la Biblia, como en la oración, como en la comunión con los demás hermanos en todos los cultos de la semana.
Se suele decir que los conflictos del creyente comienzan en su habitación, en su intimidad, en la falta de constancia. Pablo tenía miedo de perder la corona; no la salvación eterna que recibimos por la gracia de Dios por medio de la fe. Pablo no quería perder su premio, el que recibiría por su vida. Quería ganar la carrera.
Este es el secreto de una vida premiada, la constancia. Cuando vemos cosas bonitas, nos llaman la atención aquellas que han sido formadas por pequeñas cosas, con mucha paciencia y constancia. Quién no se ha maravillado cuando ha visto un puzle terminado de 20.000 piezas, o una obra de labor, como la que suele haber en los restaurantes chinos, donde se representan complicados paisajes en enormes murales todos cosidos hilo tras hilo.
Quizás piensas que vale más la pena hacer grandes cosas, enormes obras que perduren, pero las más bonitas son aquellas hechas con pequeños elementos y con una constancia diaria.
Al final de sus días, el miedo de Pablo había descendido. Dice en 2ª Timoteo 4:7-8. Dios quiere ayudarnos a ser constantes en nuestra carrera y llegar victoriosos a la meta, y que podamos decir como Pablo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”.

Fidelidad de Dios - Reflexión-Fidelidad en Todo

Dedica tiempo para contarles a tus hijos y nietos, lo que Dios ha hecho en ti y por medio de ti, para que nunca olviden la fidelidad de Dios.
Deuteronomio 6:7-8
Y las repetirás á tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes: Y has de atarlas por señal en tu mano, y estarán por frontales entre tus ojos.
Salmo 127:3
He aquí, don del SEÑOR son los hijos; y recompensa es el fruto del vientre.
Deuteronomio 28:4
Bendito el fruto de tu vientre, el producto de tu suelo, el fruto de tu ganado, el aumento de tus vacas y las crías de tus ovejas.
Proverbios 13:22
El hombre bueno deja herencia a los hijos de sus hijos, pero la riqueza del pecador está reservada para el justo.
Proverbios 17:6
Corona de los ancianos son los hijos de los hijos, y la gloria de los hijos son sus padres.

En Agosto del 2007, un gran puente en Minneapolis se derrumbó sobre el río Mississippi, matando a trece personas. En las semanas que siguieron me fue difícil no pensar en dicha tragedia cada vez que cruzaba un puente.
Algún tiempo después estaba viendo un episodio de Trabajos Sucios en el canal Discovery. El presentador, Mike Rowe, hablaba con un pintor industrial cuyo trabajo estaba tratando de censurar. “Realmente no hay nada de qué vanagloriarse en lo que usted hace”, le dijo.
“Es cierto -Contestó el pintor-, pero es un trabajo que tiene hacerse”.
Este hombre pinta el interior de las torres del puente Mackinac en el norte de Michigan. Realiza su labor desapercibida para garantizar que el acero de la magnifica estructura suspendida no se oxide, y la integridad del puente no se vea comprometida.
La mayoría de las 12000 personas que cruzan los estrechos del Mackinac cada día ni siquiera son conscientes de que dependen de la fiel y concienzuda labor de obreros como este pintor.
Dios también ve nuestra fidelidad en las cosas que hacemos. Aunque pensemos que nuestras acciones, grandes y pequeñas,  algunas veces pasan desapercibidas, la persona más importante de todas las está observando.
Cualquiera que sea nuestra labor hoy, hagámoslo “todo en el nombre del señor Jesús”  -CHK
El trabajo diario adquiere un valor eterno cuando se hace para Dios.
Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús.  Colosenses 3:17

El anillo-reflexión-vídeo

Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo, le, dijo: Cuanto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizá después…
-y haciendo una pausa agregó: si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
- E…encantado,- maestro- titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.
Bien, asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho agregó: toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos le miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara, y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En su afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, más de cien personas, abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó.
¡Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Entró en la habitación.
-Maestro- dijo- lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizá pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
-Qué importante lo que dijiste, joven amigo- contestó sonriente el maestro.
Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca; no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender YA, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo
- ¡58 MONEDAS! Exclamó el joven.
Sí, replicó el joyero- yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé…si la venta es urgente…
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate- dijo el maestro después de escucharlo- Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede revaluarte verdaderamente un experto.
¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.
Todos somos como esta joya, valiosos y únicos. Debemos estar seguros que para el experto por excelencia somos de un valor incalculable, no solo porque conoce mejor que nadie nuestra vida sino aún mejor, fue Él quien nos creó a su imagen y semejanza (Gen 1:27).
(Efesios 2 10) Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
¿Puede alguien ser más importante que eso? ¡Somos la obra maestra de Dios!

Amado en Gran Manera-Guardaré Las Palabras De Mi Amado

Muchos creemos que Dios ama al mundo, pero no estamos realmente convencidos de su amor por nosotros. Algunos sentimos que Él nos ama siempre y cuando hagamos todo correctamente. Pero nos dimos cuenta, hace tiempo ya, que a Dios nada le sorprende con respecto a nosotros.
Hemos estado equivocados  en nuestro pensar. Dios nos ama, ¡Dios te ama! Para Él, eres especial. Él no te ama porque seas una buena persona o hagas todo bien. Él te ama porqué Él es amor. El amor no es algo que Dios practique; es quien Él es.
El amor de Dios no puede ganarse o merecerse. Debe recibirse por fe. Su amor es puro y está siempre fluyendo. Él es Dios eterno, y nunca podrás agotarlo o cansarlo. Muchos de nosotros pensamos que hemos desgastado a Dios con nuestros fracasos y confusiones, pero no es así. Él no siempre ama todo lo que haces pero ciertamente te ama a ti. El amor es su naturaleza inagotable.
No importa cuán arduamente busques las cosas de Dios; si no has recibido la revelación de que Dios te ama no podrás avanzar en la vida.
Permite que Dios te ame. Recibe su amor por ti. Sumérgete en Él. Medita en Él. Deja que te cambie y te fortalezca. Luego transmítelo a otros.
Aunque fueras la única persona sobre la faz de la tierra, Jesús hubiera pasado todo el sufrimiento solo por ti. Su amor por ti es eterno.
Joyce Meyer
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que en él cree no se pierda. sino que tenga vida eterna. Juan 3:16

“Si me amas, guarda mis mandamientos” (Juan 14:15). 
Algunos cristianos perdieron la esencia de Dios al explicar que la razón Dios es una prueba de nuestro amor hacia Él, o incluso más trágicamente, malinterpretan el versículo para decir algo como: “Si quieres que te ame, mas vale que guardes Mis mandamientos.” Tal interpretación desafía el amor pro-activo de Dios hacia nosotros, un amor que no nos pide casi nada sino aceptarlo. Sentir que debemos hacer cosas, obedecer, por Su amor, en lugar de considerarlo como una respuesta que proviene de la gratitud, por Su amor, elimina la maravilla y el gozo de la gracia inexplicable.
Cada vez que sientas que Dios está tratando de quitarte algo, o de obtener algo de ti, como prueba de penitencia o pago, casi siempre puedes contar con el hecho de que malinterpretaste algo.
Las palabras de Jesús son un buen caso, ante todo son una promesa, no una demanda. En realidad Él está diciendo: “A causa de tu amor por Mí, terminarás guardando Mis palabras.” En el análisis definitivo, nuestro amor por Jesús ata nuestro corazón a lo que Él quiere para nosotros, aún cuando, como Pedro, periódicamente le negaremos debido a las decisiones que tomemos a lo largo de nuestra vida.
A causa de la verdad penetrante que Jesús nos da mediante Su palabra en nuestro diario caminar, habrá tiempos en los que Sus palabras van a crear una confrontación entre lo que queremos o entendemos naturalmente y lo que Dios quiere. Los conflictos como éste son inevitables porque somos carne y sangre y todavía estamos aprendiendo a ver las cosas correctamente.
Ya sea algo que Jesús esté mostrándonos acerca de nosotros mismos, o algo que nos esté pidiendo que hagamos, tendremos que hacer elecciones ¿continuaremos caminando con Él?
Hoy…Porque sé que le amo, quiero obedecer sus palabras, ya que son la garantía de mi relación profunda con Él.
Señor, Gracias por darme la gran oportunidad de ser obediente no por necesidad, ni por intercambio, sino por amor. Amén.