martes, 9 de mayo de 2017

Cristo es la Palabra eterna

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios… Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Juan 1:1-4
-Evangelio según Juan-
Cada uno de los evangelios empieza de una manera distinta. Mateo expone la genealogía de Jesús, Lucas empieza con su concepción, su nacimiento y su infancia. Marcos presenta primero el servicio de Juan el Bautista. Juan se remonta al origen de todo. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. Este Verbo, persona divina y eterna, fue el autor de la creación de todo el universo, y nunca abandonó el mundo que creó.
Un día “el Verbo”, perfecta expresión de Dios el Padre, fue hecho carne “y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). No fue una simple visita, sino una verdadera encarnación. El Verbo se convirtió en un ser humano en la persona de Jesús de Nazaret. El Creador se hizo semejante a sus criaturas. Aquel que es eterno entró en el tiempo. El Todopoderoso conoció el dolor, los golpes, las heridas. El Santo fue expuesto a la tentación. Finalmente, “el Príncipe de la vida” aceptó morir crucificado.
Juan subraya la gloria del Hijo de Dios. La primera parte de su evangelio (capítulos 1 a 12) relata siete milagros. Desde el capítulo 13, el Señor se dirige exclusivamente a sus discípulos. Les revela que Él es el único Camino para ir al Padre; es la Verdad y la Vida. En esa segunda parte expone otras manifestaciones del amor de Jesús. Por ejemplo, leemos cómo Jesús se arrodilló para lavar los pies de sus discípulos (capítulo 13:1-20). Más tarde, en la cruz, donde Jesús dio su vida, vemos la manifestación suprema de su amor.

En el bautismo

« Y Jesús, después que fue bautizado, salió inmediatamente del agua y vio que el cielo se abrió y que el Espíritu de Dios bajaba sobre él como una paloma». Mateo 3: 16, PDT
Jesús fue nuestro ejemplo en todo lo que respecta a la vida y a la piedad. Fue bautizado en el Jordán, en la forma en que deben serlo los que se acercan a Él. Los ángeles celestiales estaban observando con intenso interés la escena del bautismo del Salvador, y si los ojos de los que estaban mirando hubieran sido abiertos, habrían visto la hueste celestial rodeando al Hijo de Dios mientras se arrodillaba a la orilla del Jordán.
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El Señor había prometido a Juan el Bautista darle una señal por la cual pudiera conocer quién era el Mesías, y al salir Jesús del agua, se le dio la prometida señal, porque vio los cielos abiertos y al Espíritu de Dios, en forma de paloma, que se posaba sobre Cristo, y una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3: 17). Jesús, el Redentor del mundo, había abierto el camino para que el más pecador, el más necesitado y el más oprimido y despreciado, pudieran hallar acceso al Padre, pudieran tener un hogar en las mansiones que Jesús fue a preparar para aquellos que lo aman.

«Todos los que hemos sido bautizados en Cristo somos los elegidos de Dios. «¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. (Romanos 6: 3-4). Somos santos ante Dios, y Él nos reconoce como sus amados. Como tales, nos hallamos bajo el solemne pacto de distinguirnos en el mundo manifestando humildad en nuestra manera de ser y comportarnos. Para ello, necesitamos revestirnos del manto de la justicia de Cristo.
 

¿Qué dice la Biblia sobre el Fin del Mundo?

A todo el mundo le preocupa el fin del mundo. Algunas personas creían erróneamente que era el 21 de diciembre, basándose en el “calendario maya”. Pero, ¿sucedió? NO.
¿Dice la Biblia cómo terminará el mundo?
En realidad, la Biblia dice que la tierra permanece para siempre (Salmo 78:69; Eclesiastés 1:4); así que ¿cómo es posible que la Biblia también declare el fin de todas las cosas? Sin duda, a veces habrás visto los carteles y pancartas que declaran “El fin está cerca”. Pero, ¿en realidad terminará la tierra?
No. Los “últimos tiempos” es más una referencia al fin de la era, y no un fin real del mundo o de la tierra. Desde luego, no significa el fin mundial
Jesús habló sobre el fin de la era actual y por venir, y que los tiempos finales serían como los días de Noé y como Sodoma y Gomorra (Lucas 17:27-30). Descripción muy similar a la del fin de los tiempos de 2 Timoteo, pero no del tiempo en sí. Es el final del tiempo de autonomía humana.
2 Timoteo 3:1-5 es una descripción aguda de cómo serán los días del fin:
fin del mundo, biblia, terminar, muerte, destruccion del planeta“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos evita.”
El “final” es el fin del imperio de Satanás, que es el dios de este mundo. 2 Corintios 4:4 da testimonio de este hecho:
“…en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.”
El "dios de este siglo” que ha cegado el entendimiento de los incrédulos es Satanás o el Diablo, quien está gobernando la tierra en estos momentos. Aun así, solo puede hacer lo que la soberanía de Dios permite (Job 1).

¿Debo perdonar?

Soportaos unos a otros y perdonaos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Colosenses 3:13
Llegué temprano a mi iglesia para ayudar a preparar todo para una actividad, y vi a una mujer llorando al otro lado del salón. Dado que en el pasado había chismeado sobre mí con crueldad, no me apuré a ahogar sus sollozos. ¿Por qué iba a preocuparme por alguien que no me quería?
Pero, entonces, el Espíritu Santo me recordó cuánto me había perdonado Dios, y crucé la sala. La mujer me dijo que hacía meses que su niña bebé estaba en el hospital. Lloramos, nos abrazamos y oramos por su hija. Después de resolver nuestras diferencias, ahora somos buenas amigas.
En Mateo 18, Jesús compara el reino de los cielos con un rey que decidió ajustar cuentas. Un siervo que debía una cantidad exorbitante de dinero, rogó al rey pidiendo clemencia. Poco después de que el rey cancelara su deuda, ese siervo buscó y condenó a un hombre que le debía mucho menos. Cuando el rey se enteró, envió al siervo malvado a la cárcel por su propio espíritu rencoroso (versos 23-34).
La decisión de perdonar no justifica el pecado, no excusa el mal que se nos hizo ni minimiza nuestras heridas. Simplemente nos libera, y así disfrutamos del regalo inmerecido de la misericordia divina, cuando permitimos que el Señor haga su obra de gracia y restaure la paz en nuestras vidas y relaciones.

Señor, ayúdanos a perdonar por completo y con sinceridad.
Perdonar a los demás expresa nuestra confianza en el derecho de Dios de juzgar según su perfección y su bondad.